Por Carlos Romeo
En Cuba ya estamos acostumbrados a las agresiones estadounidenses después de padecerlas durante 57 años. Cuando creímos que finalmente se habían dado cuenta de que estaban actuando equivocadamente para lograr sus propósitos -porque así lo expreso Obama, el Presidente anterior- vuelven a las andadas. ¿A qué se debe esta perseverancia, para no decir esta “patología política”, en seguir por el camino equivocado?
Ante todo, partamos de una ley del comportamiento político de cualquier gobierno según la cual su política exterior está determinada por su política interior. Es lo que sucede en el interior de un país lo que explica la actitud en sus relaciones internacionales. Nadie cree ya en que está determinada por esos principios ideológicos que se invocan como su razón de ser, tales como la defensa de los derechos humanos, el respeto por la democracia, las libertades individuales y otros altos valores de la civilización occidental y cristiana. Por consiguiente, ¿dónde radica la razón interna de la política externa de los Estados Unidos hacia Cuba?
La mayoría de los cubanos radicados en los EE.UU. viven en el Estado de Florida en donde radican más del 10% de los votos electorales para elegir al Presidente de ese país, dos senadores y varios diputados federales, algunos de los cuales son cubanos de origen. Eso es una fuerza electoral considerable.
Entre esos emigrantes cubanos que se marcharon del país durante los cincuenta y siete años que dura la Revolución Cubana, unos cuantos han logrado fortunas importantes y organizaron un “lobby cubano” con fuerte influencia en Washington. Recuérdese la Fundación Cubana Americana surgida en los tiempos de Reagan, los veteranos de la brigada 2506 que invadió Cuba por Playa Girón en 1961, las múltiples organizaciones contrarrevolucionarias activas creadas y financiadas por la CIA, revelado por los documentos oficiales que hasta ahora han sido desclasificados. Todo ello es la base de una importante maquinaria política que actúa durante las elecciones que se llevan a cabo en los EE.UU. A esos cubanos, los políticos estadounidenses deben oírlos y tomar en cuenta sus opiniones y sobre todo, sus propósitos.
Cuba, con sus 11 millones y medio de habitantes, con la soberanía nacional propia de todo país jurídicamente independiente, constituye una muy importante fuente de riquezas para quienes logren establecer en el país el conocido régimen social de producción capitalista que, como todos sabemos, descansa en la propiedad privada de los medios de producción y de los recursos naturales que tiene un país. Y no es una hipótesis aventurada considerar que los hombres de negocio cubanos y también algunos estadounidenses, no solamente lo saben si no que han hecho suyos los resultados de los centros de investigación que abundan en ese país que seguramente ya han calculado los resultados económicos que tendría el restablecimiento del capitalismo en Cuba. Digamos entonces, que este es el trasfondo de las actividades políticas que llevan a cabo los representantes de ese proyecto estratégico que conlleva desmoronar el orden interior existente en la Cuba socialista, vale decir lograr la caída de su Gobierno y la derrota política de quienes lo apoyan. Para quienes vivimos en Cuba es algo evidente que ese apoyo es la alianza política-militar existente en el país desde hace más de 57 años, pero para quienes miran desde fuera la realidad cubana a través de cristales de otro color, es un régimen coercitivo impuesto por los militares castristas y dirigidos por Raúl Castro, sucesor de su hermano Fidel Castro.
Así y todo, el “proyecto político Cuba” es francamente secundario en el panorama mundial que abarca la política exterior estadounidense, mucho más dedicada a China, a Rusia, a Corea del Norte, y al Medio Oriente, para citar zonas en las cuales los EE.UU. están fuertemente involucrados y hasta militarmente, por lo cual la libertad de decisión esta muchísimo más restringida, lo que no es el caso de Cuba, un pequeño problema comparado con los de gran importancia y significación táctica y estratégica.
Por consiguiente, recompensar los favores del “lobby cubano” al actual Gobierno Federal estadounidense en su política interna, es relativamente fácil toda vez que Cuba es solo un pequeño problema en el espectro de la política exterior norteamericana, sin grandes trascendencias económicas y políticas. Fuera de esta realidad, todo es humo y palabrería, y una cierta frustración por parte de los políticos estadounidenses de origen cubano quienes desean acciones que logren cuanto antes el establecimiento en Cuba de un “capitalismo instantáneo”.
La Habana, 9 de noviembre del 2017