Bitácora 8 (31/05/2020):
A este domingo, se registra la segunda semana con alto grado de saturación en los recursos sanitarios. La situación es más dramática en la Región Metropolitana, donde las camas de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) alcanzaron una ocupación del 96% (88% a nivel nacional). A la fecha existen 320 enfermos en estado crítico (100 personas más que la semana pasada) y 1.200 pacientes usando ventiladores mecánicos (310 disponibles).
Chile registra 54 muertes por millón de habitantes, algo superior a la tasa de mortalidad promedio del orbe que es de 46. Por esta razón, se ubica dentro de los 40 países con peor promedio, pero muy lejos de los que presentan mayores niveles de contagio. A modo de ejemplo: Bélgica alcanza los 800 muertos por millón; más atrás España (580), Reino Unido (560) e Italia (550); seguidos por Francia (420) y escoltados por Estados Unidos (320) y Brasil (140).
En Estados Unidos han fallecido 105.000 personas (7.000 en la última semana). Brasil alcanza los 30.000 decesos (7.000 adicionales) y presenta el mayor número de fallecidos en Latinoamérica, seguido por México con 10.000, Ecuador con 5.500 y Perú con 4.500 muertos.
Las cifras de Chile son sustancialmente menores: 1.054 fallecidos (300 en la semana, el mismo registro de la semana anterior). Sin embargo, la situación ha empeorado ostensiblemente en estas últimas semanas, anotando un aumento del 38% en el número de muertos respecto a la semana del 24 de mayo. La tasa de contagios se ha mantenido por sobre los 4.000 casos diarios en esta semana. Los casos positivos a nivel país son de 99.688, donde el 80% corresponde a la Región Metropolitana.
De los 1.054 fallecidos, 800 corresponden a la capital (73% del total). Lo anterior implica que los muertos han subido significativamente respecto a regiones, por lo que las comunas de la Región Metropolitana en cuarentena ascienden a 38 y posiblemente seguirán en ese estatus por otra semana.
Transcurridas dos semanas de cuarentena total en la capital, se puede apreciar que las medidas restrictivas no están dando el resultado esperado. Los contagios siguen aumentando a razón de 4.000 casos positivos diarios y las muertes ya sobrepasan las 50 cada día. Si se extienden las cuarentenas por otras dos semanas, recién a fines de junio se va a saber si fueron efectivas. Aquí la pregunta que surge es si las medidas no se han tomado con retraso. Considerando que la emergencia sanitaria llegó a principios de marzo y que, por ese entonces, las autoridades de gobierno anunciaban que había preparativos suficientes y planificación precisa y dichos anuncios se hacían con altivez y en tono desafiante.
De allí que, a pesar de que los desafíos actuales son muchos y que la crisis sanitaria es inédita, se requiere que las autoridades asuman con humildad el mandato que tienen. Las recientes declaraciones del ministro Jaime Mañalich referidas a que “todos los ejercicios epidemiológicos, las fórmulas de proyección con las que yo mismo me seduje en enero, de proyectar, qué se yo, se han derrumbado como castillo de naipes”, son palabras que pueden hacer referencia a que el optimismo inicial era exacerbado y construido sobre la mirada de un país inexistente. No de otra manera se puede entender otra frase en relación con el hacinamiento y la pobreza que sorprende.
Hoy por hoy, la última línea de defensa que el Gobierno ya comenzó a implementar implica organizar un enorme operativo logístico para lograr “cerrar la llave”, de acuerdo con lo expresado por los integrantes del Consejo Asesor Covid-19. La idea es detectar, aislar y vigilar a la masa de infectados para “cerrar la llave” de propagación, lo que supone desplegar miles de personas en varios niveles: detectar casa por casa a los contagiados, sacarlos de ellas, llevarlos a residencias sanitarias y monitorear a sus contactos con periódicos llamados telefónicos. Es la única forma, recalcan los expertos, para contener los contagios dentro de los hogares, medida que es mucho más urgente en los barrios hacinados de las comunas con más casos activos (Puente Alto, Santiago, Peñalolén y La Florida).
Actualmente, existen 90 residencias sanitarias a nivel nacional, de las cuales 32 se encuentran en la Región Metropolitana (hay que fortalecer la red de la capital, que es donde se ubica el mayor número de contagios). En total, corresponden a 4.200 habitaciones, de las cuales sólo se han utilizado 1.600, esto es, su tasa de ocupación es de apenas el 35%, cuando debieran estar funcionando a capacidad completa con el objeto de aislar a los infectados.
¿Qué es lo que está fallando? Faltan miles de funcionarios que se encarguen de llevar a las personas contagiadas a cada una de las residencias sanitarias. Eso, por un lado, pero además hay que ir incrementando el número de residencias sanitarias (sobre todo en la capital). Es la única manera de hacer que las cuarentenas funcionen, debido a que el confinamiento en las casas no resuelve el tema de los contagios al interior del hogar.
El Gobierno ha solicitado a la Subsecretaría de Turismo contactar a todos los hoteles de la región para alquilarles plazas. Esta industria está congelada por la cancelación masiva de reservas, por lo que no debiera haber problemas de disponibilidad.
El equipo de funcionarios a desplegar en calles y barrios requiere gente protegida, pero también preparada técnicamente, como es el caso de los “trazadores” que detectan las rutas de contagio.
Hasta el momento la estrategia del Ministerio de Salud ha sido concentrar fuerzas en el ámbito hospitalario, pero ya es hora de comenzar a utilizar el otro brazo del sistema sanitario, comprendido por la extensa red de atención primaria. En el país existen 480 consultorios, 1.600 postas rurales y 200 centros comunitarios de salud familiar. Es una red potente de 58.000 funcionarios bien capacitados.
Efectivamente, para superar la pandemia es necesario utilizar la cadena completa del sistema sanitario chileno. El funcionamiento de las áreas primaria y secundaria (sobre todo del Servicio de Salud Metropolitano) deben complementarse de forma eficiente y coordinada. Por último, cada municipio podría aportar apoyo logístico adicional, mediante otros funcionarios ajenos al sector salud (Servicio de Vigilancia Comunitaria, por ejemplo), de manera de facilitar el transporte de esta red de personas.
Es hora de trabajar. Pero además de asumir a plenitud una estrategia coherente para controlar la crisis sanitaria, pero si no se acompaña de cambios estructurales en las causas de la pobreza y las injusticias que ha revelado la pandemia, la crisis social y política tenderá a agudizarse. Pretender olvidar las causas del estallido social, acentuadas por la crisis sanitaria y económica actual es un error de proporciones, tanto como los ensayos epidemiológicos y proyecciones que se cayeron como castillo de naipes. La verdad es que la pobreza está aumentando, el hambre se está extendiendo, los ingresos en los hogares disminuyendo abismalmente, la cesantía creciendo en forma alarmante.
Se requieren soluciones profundas pensando en la gente. De lo contrario, no habrá pandemia que detenga el descontento. Las ollas comunes y las manifestaciones realizadas hasta ahora son una muestra, indesmentible, del enojo, el desconsuelo y la indignación existentes.
Dilemas
Mayo 31 del 2020