Carlos Romeo, colaborador de Dilemas y residente en La Habana, nos entrega por medio de una carta abierta a los militantes del Partido Comunista de Cuba sus reflexiones sobre los actuales y futuros desafíos de la Revolución.
Camaradas:
En unos meses celebrarán un nuevo Congreso durante el cual deberán definir lo que se denomina un nuevo modelo de la economía cubana, tema trascendente que afectara a todos los cubanos. No tengo duda alguna de que dicho nuevo modelo será presentado a toda la población para que no solamente exprese sus opiniones al respecto, sino que también participe en su redacción final antes de que sea implementado.
Hace ya más de 56 años vine a Cuba como integrante de un equipo de economistas enviados por la CEPAL para apoyar al nuevo Gobierno Revolucionario. La vorágine revolucionaria me atrapó y a muy poco andar dejé la CEPAL y me integré al proceso de cambios que vivió Cuba. Gracias a ello he podido vivir prácticamente todo el proceso revolucionario, con la salvedad de mi presencia en Chile cuando Allende y años después en Venezuela y ha pedido de viejos camaradas de armas de la guerrilla que actuó en ese país durante los años sesenta y setenta del pasado siglo.
Todas esas vivencias más las ideas revolucionarias de los clásicos del marxismo, de Fidel y del Che, de quien tuve la suerte y el honor de haber sido uno de sus primeros asesores económicos, cuando escaseaban los economistas revolucionarios, me han permitido al llegar a los finales de mi vida poder examinar críticamente lo que hicimos en Cuba y elaborar algunas ideas sobre cómo veo los cambios a realizar al actual modelo económico, que me atrevo a exponer ante ustedes porque como dice Fidel, un revolucionario no se retira hasta que no llegue el día de su muerte.
El enfoque metodológico del problema
La principal cuestión metodológica que confrontamos al diseñar un nuevo modelo de la economía cubana es ¿Deducir o Inducir? Es decir: aplicar un Método por el cual se procede lógicamente de lo universal a lo particular, o bien extraer a partir de determinadas experiencias particulares, el principio general que en ellas está (supuestamente) implícito. El primero implica necesariamente partir de un sistema coherente de ideas generales, es decir de una concepción teórica del problema. El segundo, un intento de lograr conclusiones generales de diversas y diferentes experiencias vividas. Ante el problema que se confronta hoy en Cuba, yo diría que el enfoque correcto es reexaminar la teoría a la luz de las experiencias, o sea desarrollar la teoría.
Los 311 Lineamientos para mejorar, el actual modelo económico cubano, producto de una consulta popular, obedecen a un intento de “corregir”, o sea rediseñar el sistema económico vigente en Cuba, que descansa sobre el supuesto de que el “todo” conformado por lo actualmente vigente y las 311 “correcciones” que le serán aplicadas, dará por resultado un nuevo sistema lógico y sobre todo coherente en su funcionamiento. Esta es una manera de interpretarlo, pero a mi juicio errada.
A mi entender, la iniciativa de lanzar a la discusión pública los llamados Lineamientos fue una medida de profundo contenido democrático al invitar a todos los ciudadanos cubanos sin excepción, a expresar sus opiniones críticas sobre el sistema económico vigente y sus ideas sobre qué hacer para corregir su funcionamiento. Con ello se ha logrado conocer que piensa el pueblo sobre cómo debe ser un socialismo a la cubana. Y con ello se ha logrado conocer realmente los objetivos del cambio de sistema que quiere el pueblo de Cuba.
Para ser lógico, debe haber correspondencia entre el diseño y las formas operativas del sistema con el objetivo final de lograr lo que se persigue con su modificación.
En mi modesta opinión, el planteamiento de este problema tan importante para el futuro de Cuba, arranca de la definición de cuáles son los objetivos que debe alcanzar dicho sistema en su funcionamiento. Es decir, en qué consiste concretamente “un socialismo próspero y sostenible” y proceder a rediseñar la economía cubana, su estructura y su sistema, para lograr dichos objetivos.
Digamos que esos objetivos constituyen lo que entendemos como la expresión concreta de lo que en la actualidad es la Revolución Cubana y para plantearnos la solución del problema apliquemos el criterio fundamental que Fidel expreso años atrás en un discurso a los intelectuales: “dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada”. Ello quiere decir que toda modificación de la estructura y del sistema de la economía cubana debe estar en correspondencia con esos objetivos aprobados por el pueblo cubano que definen, a mi entender, el humanismo como lo entienden los propios cubanos en el sentido de la famosa Tesis de Marx sobre la filosofía de Feuerbach que dice “pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales”.
Me atrevo a tratar de especificar las características de ese humanismo cubano mediante la definición de cuáles son los derechos de todo cubano en este país, o sea lo que se considera en Cuba derechos de todo homo sapiens:
Consisten fundamentalmente en:
– Asegurarle al feto a través de la madre las condiciones necesarias para un buen desarrollo y parto
– Alimentación asegurada durante su vida
– Vivienda con los servicios básicos necesarios
– Servicios de salud durante toda su vida
– Educación gratuita hasta el nivel que pueda alcanzar
– Trabajo en el campo para el cual se preparó y un retiro a cierta edad
– Derecho a la entretención cultural y deportiva y a una vida segura
– Asistencia a toda su familia
– Respeto de su individualidad y de su participación en la política nacional
– Asegurar gratuitamente su sepelio al finalizar su vida
– Defender su Revolución
Sabemos que el conjunto de las relaciones sociales contiene nada menos que la estructura de las relaciones sociales de producción vigentes en esa sociedad como su base de constitución y que dadas esas relaciones sociales de producción, habrá un sistema operativo o de funcionamiento consecuente con su existencia y una manera de ser y de pensar para los individuos que conforman a esa sociedad.
Primera y fundamental decisión a tomar para lograr un nuevo sistema económico
¿Qué relaciones sociales de producción existirán en Cuba y sobre cuyas bases se definirá en nuevo sistema económico que se quiere implantar en el país?
Resulta que esta decisión trascendental ya ha sido tomada. Coexisten ya legalmente en Cuba la relación social de producción constituida por la propiedad estatal de los principales medios de producción y de los recursos naturales, las basadas en la propiedad privada de medios de producción y de la tierra como son la campesina, la artesanal, la actividad empresarial mixta entre capitalistas y Estado, la actividad empresarial capitalista totalmente privada de empresarios extranjeros y nacionales, pero estos últimos todavía a muy pequeña escala, y la cooperativa en el agro, en los servicios y en la industria. Cambio histórico después de medio siglo durante el cual solamente estaban autorizadas en Cuba la propiedad estatal, la cooperativa agraria y la individual campesina. El “mapa de la estructura económica cubana” ha sufrido un cambio trascendente y la composición de este mapa ira modificándose en la medida en que se desarrollen estas distintas relaciones sociales de producción. Todas ellas descansan sobre la base de la compra de fuerza de trabajo para que funcionen los medios de producción, al menos circunstancialmente y por un cierto tiempo.
Y para ser consecuentes con la conclusión a la que llega Marx al finalizar la explicación de lo que es el régimen capitalista de producción “Ha sonado la hora final de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados”, hay que reconocer que se está interpretando esta afirmación como un objetivo estratégico a lograr en un momento al cual todavía no hemos llegado, aunque hubo que aplicarla cuando no hubo otra alternativa para poder consolidar el proceso revolucionario en sus inicios.
Segunda decisión ya tomada para lograr un nuevo sistema económico.
Este tipo de estructura económica basada en la coexistencia de diferentes relaciones sociales de producción solamente puede funcionar si todas las entidades individuales que la conforman pueden interrelacionarse mediante un procedimiento general, y éste, que sepamos por conocer el que ya ha operado en circunstancias históricas similares, no puede ser otro que la producción de cada entidad para otros mediante el cambio, o sea la producción de mercancías que se venden por dinero. Y la generalización de este comportamiento por empresas de todo tipo y por los consumidores constituye lo que se llama el mercado.
Por consiguiente, la economía cubana será una economía de mercado con distintas relaciones sociales de producción coexistentes. Y también sabemos que el mercado es un procedimiento para la asignación de los recursos sociales, toda vez que mediante las informaciones que genera y que le llegan a cada productor, estos tomaran las decisiones lógicas correspondientes de qué, cómo y para quién producir.
Tercera decisión ya tomada: habrá mercado y planificación
Recordemos que el objetivo fundamental de la actividad económica cubana es y será lograr los objetivos de su humanismo, pero a lograr ahora mediante múltiples empresas de diferentes propietarios de sus medios de producción. Únicamente queda una posibilidad de asegurar su logro y es mediante una institución que represente a todo el pueblo, o al menos su mayoría, y tenga la capacidad de imponerlo, y ese no es otro que el Estado, a su vez dirigido en su acción mediante un Gobierno que, para lograrlo, esté en manos de quienes representen la voluntad de todo el pueblo. Por consiguiente, el Poder Político deviene un elemento imprescindible en el funcionamiento del nuevo modelo económico y como principal instrumento de dirección de la economía debe utilizar la Planificación Nacional como otro método de asignación de los recursos sociales. Pero planificación y mercado son dos procedimientos diferentes y contradictorios de asignar los recursos de la sociedad. Por consiguiente, habrá que “inventar” una forma de usar simultáneamente ambos procedimientos.
Digamos que esta nueva forma de lograr la planificación económica nacional será la manera de asegurar los objetivos sociales del humanismo cubano por el Estado, quedando a cargo del sector privado el complementarlos.
Ya no será la planificación “de yunque y martillo” como la caracterizaba Regino Boti, mi amigo y ex encargado de dirigir a la Junta Central de Planificación en sus primeros años de existencia. Seguirá siendo obligatoria para cada empresa estatal, previo acuerdo con su administración -tema muy importante que amerita un tratamiento aparte- pero ya no podrá serlo para el resto de las empresas que serán privadas. Otro medio de acción deberá utilizar el Estado para lograr hasta donde se pueda que el sector privado de la economía coadyuve a que se cumplan los objetivos del plan económico nacional. Para ello, el dominio del Estado sobre la economía nacional permite calcular e imponer “parámetros” que necesariamente deberán tomar en cuenta los empresarios privados para hacer sus propios planes: tasa de interés, tipo de cambio, facilidades crediticias bancarias, regulación de las importaciones, impuestos, incentivos y otros más.
Una consecuencia de las decisiones ya tomadas
Pero inevitablemente habrá que cambiar la institucionalidad y la legalidad existente para que el espacio económico cubano pase de estar definido por poder hacer únicamente lo que está autorizado, a un espacio en que se pueda hacer todo lo que no está prohibido. Ello significa cambiar, más bien “invertir”, la manera de pensar tanto de los dirigentes políticos como la de los que dirigen la economía, y eso significa lograr una nueva cultura económica que debe llegar a abarcar a toda la población.
Dios, según la Biblia, necesito una semana para crear al mundo. A los cubanos les hará falta más tiempo para hacer los cambios que se proponen.
Nada nuevo para un pueblo que ya vivió este tipo de experiencia hace medio siglo cuando desmantelaron el orden social capitalista para darse otro, en su “aventura” de querer hacer conscientemente y por voluntad propia la historia de Cuba, como ya lo habían hecho en el siglo XIX cuando decidieron ser independientes y lucharon treinta años para lograrlo. Pero ahora las experiencias vividas han enseñado que en un proceso revolucionario nada es inmutable, salvo su propia evolución dialéctica, y que en su desarrollo hay que “cambiar todo lo que debe ser cambiado”.
Carlos Romeo
En La Habana.