Por Carlos Romeo
Cuando la derecha inicia una jugada política de esta envergadura es porque está segura de lograrlo, por estar a su vez segura de su fuerza institucional.
¿Qué es lo que deben hacer las fuerzas progresistas brasileñas, encabezadas por el Partido del Trabajo? Lo que una vez Lula declaro a la televisión: que, como no había leyes a favor de los trabajadores, estos tuvieron que organizarse política e institucionalmente para poder lograrlas.
Un Gobierno progresista en Brasil, como lo hubo una vez en el Chile de Allende, con un Parlamento y un Poder Judicial en contra y la aparente pasividad de las fuerzas armadas ante ese conflicto y una Constitución adecuada para ello, está condenado al inmovilismo y finalmente a ser “democrática” o violentamente derrocado. Todo depende de la real correlación de fuerzas y de la actitud de los militares. Hoy por hoy, el golpe de estado militar esta “demodé”, no está a la moda bajo el Gobierno de Obama y de Kerry, como lo estaba cuando Nixon y Kissinger. Han sido cambiados los métodos. Ya nos lo demostraron los derechistas hondureños cuando destituyeron a Zelaya y después los del Paraguay al deshacerse de Lugo.
La tarea de las fuerzas progresistas brasileñas es, no solamente conquistar la Presidencia con Lula en el 2018, sino que también el Parlamento y después “limpiar” el Poder Judicial, para finalmente cuando puedan, cambiar la Constitución como lo hizo Chaves, gracias a lo cual la Asamblea Nacional de ese país, a pesar de estar dominada por la oposición contrarrevolucionaria, no puede hacer nada para hacer retroceder los logros de la revolución Bolivariana, ni siquiera para impedir su avance.
Igual lección nos ha dado Evo Morales que ha logrado “blindar” institucionalmente su Gobierno progresista y nacionalista.
Correcta y oportunas las expresiones externas de repudio al golpe de estado “democrático”, como el enfriamiento de las relaciones diplomáticas con este nuevo gobierno brasileño por parte de Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia. Bienvenido el clamor desde todas partes de rechazo y condena a lo sucedido. Pero el problema es brasileño y de los brasileños y debe ser resuelto por los brasileños.
Que lo sucedido sirva de lección a todos aquellos que nada tienen que ganar con un gobierno oligárquico que, con seguridad, ni corto ni perezoso tomara medidas que las grandes mayorías brasileñas sentirán en sus bolsillos y en sus estómagos y hasta en su salud, si proceden a una probable cancelación de los contratos con 14.000 médicos y trabajadores de la salud cubanos que están atendiendo brasileños que nunca tuvieron acceso a los servicios médicos.
La Habana, 1 de septiembre del 2016