Max Oñate Brandstetter*
“Cuántos más delincuentes existan, más crímenes existirán; cuantos más crímenes haya, más miedo tendrá la población y cuanto más miedo tenga la población, más aceptable y deseable se vuelve el sistema de control policial.
La existencia de ese pequeño peligro interno permanente es una de las condiciones de aceptabilidad de ese sistema de control, lo que explica por qué en los periódicos, en la radio, en la televisión, en todos los países del mundo sin ninguna excepción, se concede tanto espacio a la criminalidad, como si se tratase de una permanente novedad”
Michel Foucault
La “opinión pública” u “opinión común” (que describimos en el artículo anterior) se dirige hoy (nuevamente) contra “el movimiento estudiantil”, determinando grados de criminalidad hacia los estudiantes, “de estructura hermética, de cara cubierta, que lanzan bombas incendiarias, piedras y objetos contundentes contra la autoridad”; es delincuencia común en “manos de grupos anarquistas”, “bien coordinados en acciones operativas”, como si de verdad se tratara de una crónica policial, que fundamenta su accionar, en nombre del deber de destruir a menores de edad que amenazan contra la estructura del poder, los valores tradicionales de la sociedad y la gran propiedad acumulada en una ridícula minoría dirigente y explotadora (estamos ante la pesadilla presagiada por los regímenes oligarcas, fascistas, nacional socialistas y nuestra moderna democracia).
A principios del siglo XX el diario “El Mercurio” fue bautizado como “el mata 7”, por un evento en el que mataron a 7 huelguistas (si, y anarquistas) que, cansados de la difamación nacional contra la movilización y el paro, efectuada por dicho diario, atacaron su instalación física ubicada en Valparaíso, y estos reaccionaron con armas de fuego contra los trabajadores movilizados.
Durante las jornadas del 2011, fue asesinado Manuel Gutiérrez, un secundario que, por ir a aportar con un aplauso a una barricada, fue víctima de un “hecho aislado” de una ráfaga de subametralladora UZI, en manos del sargento Miguel Millacura, cuya condena consistió en 400 días de reclusión menor en su grado mínimo.
La “clase política” se ha desprendido de la demanda social desde hace algunas décadas, provocando que los propios interesados, desilusionados por la falta de desarrollo social –a pesar de la participación en las urnas- se auto convocaron en función de las reivindicaciones, que han creado una pugna de la sociedad civil y el aparato estatal.
El caso PENTA y SQM ha sido un golpe nefasto a la credibilidad política, y en la medida que se cruzó con el “proyecto de modernización electoral”, partiendo por la inscripción automática y voto voluntario, han deslegitimado (al menos nominalmente) el proceso electoral, sin mencionar el resto del aparato estatal descubierta en frades económicos (militares y policías) ¿y resulta ser que la “banda de los overoles” es la culpable de todo mal de la nación? ¿De los “problemas más importantes”? ¿Luego perseguirán a “la banda de los evasores”?
Si la derecha quiere ejercer un mando real sobre la población, en el plano de la transparencia, deben reconocer los asesinatos históricos contra la sociedad civil y sus causas (no solo las de 1973, sino que las de siempre). El resto es querer tapar el sol con un dedo.
* El autor es Cientista Político, licenciado de la Universidad Academia Humanismo Cristiano.