Bitácora 10 (14/06/2020):
El sábado 13 de junio, el centro de investigación CIPER reportó que el Departamento de Estadísticas e Información de Salud, DEIS, dependiente del Ministerio de Salud, informaba a la OMS un número sustancialmente mayor al de los reportes diarios del ministro de Salud.
Las fuentes de la investigación periodística indicaron, a mediados de semana, que la información del DEIS contenida en un reporte, explicitaba que el número de muertes por Covid-19, en Chile, ya había superado los 5.000 decesos, cifra muy superior a los 3.000 informados a la ciudadanía.
Esta cifra (5.000 muertos) vino a agravar la diferencia consignada por Espacio Público y que el Gobierno (luego de criticarla) tuvo que corregir. Una hora después de publicada la investigación de CIPER, se hizo pública la renuncia del ministro Jaime Mañalich y asumió en su reemplazo Enrique Paris.
La crisis de confianza en el Gobierno vivió su punto más álgido tras el 18-octubre y el Gobierno, al reconocer estas estadísticas paralelas, no ha hecho otra cosa que comprometer la credibilidad de la ciudadanía en las instituciones públicas.
Recordemos que el Ministerio de Salud reportaba 700 muertos en la semana del 24 de mayo, y siete días después (31 de mayo) los muertos ascendían a 1.100, un 50% de aumento, para posteriormente (semana del 7 de junio) informar 1.600 fallecidos (otro 50% de aumento). Pero lo peor vendría esta última semana (14 de junio) con un incremento del 100% respecto a la semana anterior, alcanzando los 3.323 muertos.
Esto implica que, en menos de un mes, la cifra de fallecidos ha aumentado cerca del 400%, por lo que la cantidad de muertos por millón de habitantes se ha empinado (en sólo dos semanas) desde 50 a 170 muertos por millón, acercándonos peligrosamente a la tasa de muertes de Brasil (200 por millón). Si asumimos las cifras publicadas por DEIS (5.000 muertos), entonces la tasa por millón alcanza los 260, sobrepasando a Brasil para empezar a compararnos con las cifras de Estados Unidos (350 por millón).
Las cifras no son malas, son malísimas, y hablan de una pésima estrategia chilena para abordar la pandemia. Supongamos que el Ministerio de Salud venía subvalorando el número de muertos y por ende el empeoramiento de las estadísticas no fue tan abrupto, pero hay un problema con esa tesis, que de ser cierta implicaría que la estrategia chilena alcanzará, en las próximas semanas, resultados comparables a los desastrosos casos de Italia y España.
El Gobierno ha dicho que no se puede descuidar la economía, razón por la que no adoptó las cuarentenas totales desde un principio. Esa estrategia fracasó, no sólo porque se disparó el número de fallecidos, sino porque en abril (sin cuarentenas estrictas) el Imacec retrocedió en 14%, siendo una de las peores cifras económicas de Latinoamérica.
Con este nivel de credibilidad en las instituciones, es muy difícil que la ciudadanía acate las disposiciones de la cuarentena total. El nivel de hacinamiento en las comunas populares (ese que desconocía el ex ministro Mañalich) hace muy complicada la disminución de contagios.
Pero no solo los escenarios diseñados por las autoridades para enfrentar la emergencia sanitaria no se cumplieron. El Estado no ha estado a la altura, primero porque el Ingreso Familiar de Emergencia es insuficiente (además va desfasado al menos en un mes) y no permite que los habitantes que subsisten en la economía informal satisfagan sus necesidades básicas. Para ellos establecer una cuarentena es un lujo que no se pueden dar. Si las proyecciones de evolución de la pandemia no se sostenían sobre cifras fidedignas y se desconoce la realidad social, es evidente que aquella frase de que todo se desplomó como un castillo de naipes es lapidaria y anunciaba la salida de Mañalich.
Los tiempos que vienen son preocupantes, la economía va de mal en peor: se han perdido cerca de dos millones de empleos (la mayoría informales) y esos ciudadanos simplemente no tienen los recursos necesarios para resistir varios meses de confinamiento. Incluso el tema de las cajas de mercadería va a paso de tortuga.
Con este escaso apoyo a las familias más pobres, no sería extraño que aparecieran grupos de personas que van a incumplir las cuarentenas, a las que no les quedará otra alternativa que volcarse a las calles, en un claro recordatorio de 18-O, debido simplemente a que no tienen que comer.
Dilemas junio 2020