Millones de movilizados a través de todo el territorio nacional exigiendo el fin de las injusticias. Demostraciones que, sin lugar a duda, expresan la voluntad y acción de las grandes mayorías nacionales decididas a no dejarse engañar más. La sociedad se cansó de las enormes desigualdades y de los privilegios de un puñado de poderosos.
Las élites dominantes no encuentran respuestas a la resolución de la mayor crisis social y política desde la dictadura. En una dinámica de acontecimientos -que ha recorrido desde “el estamos en guerra” a una “agenda social” que nadie cree- la alianza gubernamental no puede retomar la iniciativa. Por otro lado, sectores de la oposición que, solo hace uno días apoyaban los proyectos del gobierno, ahora intentan explicar lo inexplicable. En general, la élite política sabe que, en tanto élite, hoy no es reconocida como interlocutor válido por los millones de chilenos movilizados.
A quienes han gobernado todos estos años se les desplomó en pocos días toda la estantería. Todas las justificaciones y argumentos que sostienen al capitalismo en su actual forma neoliberal se han caído al suelo. Los sectores empresariales y la casta política están perplejos: algunos sostienen que la crisis es sistémica; otros que hay que fijar precios u otras medidas similares; y hay otros que dicen que hay que meterse la mano al bolsillo. De allí que, sectores del empresario ante la avalancha popular se disponen a generar y empujar salidas políticas que descompriman la situación. Ese escenario puede ser para ellos con Piñera o sin él; con gabinete de unidad con sectores de la oposición, al mismo tiempo que, morigeran el despliegue militar, buscando al mismo tiempo, fracturar a quienes se encuentran movilizados que comienzan a reclamar la renuncia o salida de Piñera. En palabra de una columna de opinión del Diario Financiero “Piñera parece quedar en el centro mismo del enojo ciudadano y con un estrecho espacio para liderar el proceso que viene por delante”.
Las elites dominantes hasta el día de hoy temen al estallido social. Por ello empujan una salida por arriba que está en construcción, pero cuyo éxito aún no está garantizado. Esto dado que, el gobierno, no tiene respaldo social que lo sustente (una encuesta señala que su apoyo se ha desplomado al 14%) y que las elites dominantes y las instituciones tienen poca o ninguna credibilidad y lo más importante, la movilización no muestra signos de decaer. En ese contexto el cambio de gabinete no asegura necesariamente dar un paso hacia la resolución del conflicto y tampoco asegura un respiro. De allí que el mismo Diario Financiero señala que “en este cuadro, el desafío de este cambio de gabinete es máximo. Tiene que ver, nada más y nada menos, con la viabilidad o no de este gobierno”.
El enorme despliegue popular con todas sus características incluye a vastos sectores sociales, organizados y no organizados, jóvenes, mujeres, estudiantes, pobladores, trabajadores y sectores medios. No debemos olvidar que existe un componente importante en aquellos que no votan, que descreen absolutamente de la “democracia” actual. Han sido los que desde siempre han empujado la movilización. Los sectores movilizados tienen claro que es el conjunto de las clases, castas y elites dominantes el responsable de las injusticias actuales y que se requiere transformaciones sustantivas al modelo económico social responsable de la desigualdad.
En los días venideros lo decisivo para los sectores populares es fortalecer la unidad social, consolidar su convicción de que se requiere una transformación estructural de la sociedad y sostener en el tiempo la avalancha social. En el horizonte la idea de una Asamblea Constituyente que genere una nueva Constitución aparece como el instrumento que puede unificar la voluntad de cambio existente en el Chile actual. En ese caso los temas pendientes serán la forma y los tiempos.
Raúl Flores Castillo