Por Carlos Romeo
Cuanto visitante extranjero que llega a mi casa me hace la misma pregunta y yo les doy la misma respuesta afirmativa. Si, y puedo asegurarlo. Ante todo, porque los cubanos ya han decidido cambiar. No solamente porque hace ya cinco años que los cubanos acordaron modificar su sistema económico, sino que además, porque ya han promulgado las leyes y decretos mediante los cuales han sancionado una nueva etapa de su proceso, precisamente por los cambios trascendentales que conllevan.
Lo más significativo ha sido la decisión de autorizar el desarrollo de un sector privado en su economía, que todavía llaman eufemísticamente “sector no estatal”, primeramente, limitado a 181 actividades y posteriormente ampliado en número, acompañado de la libertad de contratar fuerza de trabajo por parte de estos nuevos “empresarios”. Esto, que parece una simple apertura marginal en la economía cubana, encierra una trascendencia que implica reconsiderar como llevar a cabo un proceso revolucionario basado en la teoría económica de Carlos Marx.
Al finalizar su explicación del nacimiento, desarrollo y fin del sistema económico capitalista, Marx escribió ¨El monopolio del capital se convierte en grillete del régimen de producción que ha crecido con él y bajo él. La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos. Ha sonado la hora final de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados¨ (Ver pag.699 de ¨El Capital¨, Primer Tomo, Editora Nacional de Cuba.
Es esta conclusión teórica de Marx la fundamentación de una revolución que se propone construir el socialismo. Por consiguiente, es en este contexto que hay que sopesar la decisión de una aparente marcha atrás de la Dirección Política cubana al aceptar la propiedad privada de medios de producción y la compra venta de fuerza de trabajo, sabiendo muy bien que ambas condiciones de existencia conforman la relación social de producción capitalista, y aceptar que coexista con la propiedad estatal. Más aun, se ha autorizado en Cuba la creación de cooperativas en las áreas productivas y de servicios y para completar esta panoplia de cambios, se ha autorizado la inversión extranjera en Cuba en empresas hasta 100% propiedad del capital foráneo.
Si bien es cierto que ya ha quedado definitivamente zanjada una vieja discusión entre los cubanos sobre la vigencia o no en el socialismo de las categorías mercantiles, es decir que la producción se hace para el consumo de otros mediante el cambio utilizando el dinero para determinar los precios de venta, su aceptación equivale a decir que en la economía cubana también rige el mercado, y que a ello se agrega la particularidad de la vigencia simultanea de la planificación nacional por parte del Estado.
Es dentro de este nuevo contexto estructural y operativo que desde ahora va a desenvolverse el funcionamiento y el desarrollo de la economía cubana. Comparece con la situación en el pasado cuando únicamente estaban autorizadas las empresas estatales, las cooperativas agropecuarias y los pequeños campesinos independientes y prohibida la compra de fuerza de trabajo fuera del área estatal de la economía.
Ante semejantes aperturas en su economía, ¿en dónde continuara residiendo la característica socialista de la futura sociedad cubana? Evidentemente, en el control del Estado por las fuerzas políticas en favor del socialismo, que ahora deberá definirse como “socialismo a la cubana” toda vez que se habrá apartado del diseño que tuvo el socialismo llamado real que servía como “el modelo del socialismo” y que ya no existe porque simplemente desapareció. Para la conducción de la economía, en adición al poder político, a esas fuerzas políticas les quedaran el sector estatal de la economía, con todo lo que conlleva, y la planificación nacional.
Reestableciendo las relaciones de todo tipo con la Unión Europea, curiosamente inmediatamente y a la saga del restablecimiento de relaciones diplomáticas con los EE.UU., la prueba de la capacidad de implantarse y de sobrevivir del socialismo “a la cubana”, de su “apertura al mundo y de la apertura del mundo hacia Cuba” como deseó el Papa Juan Pablo II, será como logrará absorber el impacto de las inversiones extranjeras europeas y particularmente de las norteamericanas, que inevitablemente llegaran más temprano que tarde, que a su vez repercutirán en el desarrollo del sector privado cubano conformado por empresarios nacionales. Como dijo años atrás un hombre de negocios norteamericano que visitaba La Habana, “Aquí todo está por hacer”.
El quid de la cuestión es como todo ello repercutirá en la población cubana, en su cultura, en su concepción de sociedad, de justicia social, de solidaridad, vale decir en su manera de entender y de seguir llevando a la practica un humanismo cubano.
Si bien es cierto que una concepción dialéctica del movimiento histórico permite explicarlo y detectar las coyunturas contradictorias que conformarán el futuro inmediato, no es ni ciencia ficción ni buenos deseos y el futuro se nos presenta como “terra incognita” a descubrir, como una aventura por vivir.
La Habana, 16 de marzo del 2016