El cortometraje Bestia convierte al presente en contemporáneo del pasado dictatorial. Trae consigo las huellas de ese pasado en el cual las bandas criminales integradas por funcionarios del estado eran dueñas de la vida y de los cuerpos de quienes se oponían al oprobio
El poder reconstructivo de las imágenes nos recrea realidades acaecidas y que la fuerza dictatorial ocultaba con la fuerza de las armas. El cortometraje dice más de lo que dice. Los crímenes, y las humillaciones se contraponen con la dignidad de las víctimas y las resistencias de los cuerpos y los sueños de un país justo.
Bestia nos recuerda que el terrorismo de Estado y que los crímenes de la dictadura permanecen vivos en sus efectos y en las obligaciones que exige la creación del provenir.
Las huellas de los crímenes impactan, las heridas irrumpen y la memoria colectiva se desata para reiterarnos que hay responsabilidades por el pasado y hay acciones posibles sobre esas huellas para realizar la justicia y un futuro mejor.
Claro que hay que reconocer que los efectos de las dictatoriales violaciones de los derechos humanos, las consecuencias de la impunidad de tantos crímenes hicieron posible las violaciones a esos mismos derechos durante el reciente estallido social.
El cortometraje nos indica que las obligaciones de la justicia se hacen cada día urgentes. La imperiosa necesidad de la transformación de las instituciones que proveyeron los agentes que integraron los servicios de seguridad adquieren actualidad y se hacen impostergables.
Bestia no deja espacio a la indiferencia.