Comentario de Aníbal Ricci
Belfast, 2021, dirigida por Kenneth Branagh
El director ha recreado momentos de su infancia en este guion realizado con mucho cariño por los personajes.
Introduce de inmediato al espectador en el Belfast ambientado en 1969, año en que se inicia el conflicto entre los protestantes y la minoría católica, conflicto que se prolongará por otras tres décadas y el que Branagh traslada a la mirada de Buddy, un chico de nueve años interpretado por un magnífico Jude Hill. El aterrizaje en ese mundo de palos y bombas molotov es violento, pero el director lo observa con ojos de niño, por lo que el carácter terrorista que adquirirá el conflicto no será el foco de atención principal.
El chico se las arreglará para jugar a la pelota, a los cazadores de dragones y perseguir a una compañera de curso. Buddy no entiende el porqué del odio a los católicos, a los que distingue sólo por su capacidad para confesarse en la iglesia. La niña de la que está enamorado de hecho es católica y el muchacho lucha por sus notas con tal de sentarse a su lado. La mirada tierna y lúdica también se materializa en los diálogos que sostiene con sus abuelos, unos increíbles Ciarán Hinds y Judi Dench.
La madre (Caitriona Balfe) ha criado a los chicos casi sola, debido a que el marido acude al trabajo en Londres. Ella conforma el corazón de la familia y es la que toma las decisiones. La actriz está perfecta en el papel de una madre abnegada y que el chico idealiza y ve siempre hermosa e incluso cuando se enoja parece ser una persona muy dulce.
Hay espacio para hacer volar la imaginación en otros ámbitos, el cine por ejemplo, que indudablemente marcó la infancia de Kenneth Branagh. Las películas le mostraron las diferencias entre el bien y el mal; los personajes de los westerns El hombre que mató a Liberty Valance y A la hora señalada son citas perfectas.
La fotografía en blanco y negro es luminosa, la de un maravilloso recuerdo infantil, que de vez en cuando recurre a unos contrapicados de la familia enfrentados contra un cielo luminoso, a pesar de la violencia que se respira en las calles llenas de barricadas y vecinos con antorchas.
El conflicto no adquiere una densidad real, el niño se ve envuelto en un asalto a una tienda y en su inocencia roba una caja de detergente. En ese pequeño evento, la madre le hace ver lo inapropiado de su comportamiento y al padre de Buddy le encara, por enésima vez, uno de los fanáticos protestantes.
En esa escena hay un arma involucrada y la madre recién comprende que el conflicto puede alcanzar a la seguridad de sus hijos.
El guion triunfó en los Globos de Oro, es una historia simple muy bien hilvanada y el casting acertadísimo nos sitúa en esa infancia que convive a diario con la muerte y que la religión aborda de manera tan tosca.