En enero, el IPC a doce meses de Chile trepó a un 7,7%, alejándose aún más del objetivo de inflación perseguido por el Banco Central de 3% nominal anual. Su Tasa de Política Monetaria (TPM), el instituto emisor la seguirá aumentando, permaneciendo al comenzar el año siempre en términos reales en cifras negativas. En relación al mes anterior, diciembre 2021, el IPC de enero aumentó en 1,2%. Es el mayor aumento en el primer mes del año desde 1990. El incremento provino mayoritariamente de dos de las doce divisiones del indicador. Transporte incidió en 0,395 puntos porcentuales y Alimentos y bebidas no alcohólicas en 0,330, la cual tiene impacto especialmente fuerte en los sectores de menores ingresos de la población, que destinan sus ingresos en alto porcentaje a consumo. Desde 2010 el aumento del primer mes del año no había pasado en promedio de O,36%, con la excepción de 2021.
Las causas de la inflación son muy variadas. Frente a una demanda interna elevada, la respuesta del aparato productivo es insuficiente, lo cual conduce además de incrementos en los precios a un aumento de productos importados; la devaluación del peso; el mayor precio de commodities; así como la alta inflación externa, entre otros factores. La respuesta principal del instituto emisor ha consistido en subir la tasa de interés de política monetaria, la cual inicialmente señaló que alcanzaría al llegar a 3,5% su nivel neutral, es decir, en aquel momento que separa la acción expansiva de aquella en la que debe desempeñar el papel de contención de la demanda. Sin embargo, la tasa ha llegado a niveles muy superiores, permaneciendo siempre en niveles reales negativos, debido al ritmo creciente de la inflación.
En cuanto a la evolución cambiaria, que encarece los precios en moneda nacional de los productos importados, el instituto emisor la deja entregada totalmente al mercado. Otro tanto acontece con los movimientos de recursos financieros en su ingreso y salida de la cuenta de capitales. De manera que el accionar del Banco Central, que destaca su función antiinflacionaria como argumento central a favor de su autonomía, deja escenarios muy importantes sin atender.
Rosanna Costa, en sus primeras entrevistas de prensa luego de asumir como presidenta del Banco Central, constató que el escenario macroeconómico era diferente al previsto en el informe de política monetaria de diciembre y que las decisiones a adoptar frente a la nueva situación la determinarían en el IPoM a efectuarse a fines de marzo. Entre los factores diferentes a los considerados señaló está un “mayor traspaso cambiario al pensado”, impactando más en los precios, las “restricciones de oferta más severas”, ello “en un contexto de alta demanda y más liquidez”. Adelantando que la política monetaria sería “más restrictiva”, lo cual debería expresarse en tasas de interés superiores al 6,5% máximo que se ha estimado en sus informes anteriores. Ello cuando la inflación anual en enero ya se estaba acercando al 8%. Recordó que las políticas monetarias tienen efectos diferidos en el tiempo, por lo tanto los niveles de inflación altos permanecerían por un lapso más prolongado, al igual que las tasas de interés.
La inflación subyacente, que se calcula eliminando la variación de los precios más volátiles, concretamente de los alimentos y de la energía, en enero aumentó 1,1%. Es una variable muy tenida en cuenta es sus análisis por el Banco Central. Su evolución demuestra que el aumento de los precios en ese nivel es muy generalizado.
A nivel global, en los últimos doce meses, la cotización del petróleo Brent aumentó en alrededor de 50%, incremento que tiene solo un precedente histórico similar, en el período previo a la Gran Recesión, cuando el elevado consumo lo elevó hasta US$140 el barril. En su incremento actual influyen los conflictos geopolíticos, particularmente la situación que tiene como centro a Ucrania, así como la negativa de la OPEP más Rusia de elevar su producción antes de lo programado para marzo, petición realizada directamente por Biden.
El 14 de febrero, el petróleo Brent llegó a su nivel más elevado en siete años, al anotar US$96,48 el barril, cuando EEUU señalaba que una posible invasión de Rusia a Ucrania sería inminente, mientras Moscú exigía que se le diera seguridad de que Ucrania no ingresaría a la OTAN. El canciller ruso, Serguei Lavrov, manifestó que existe la “posibilidad” de “resolver los problemas mediante negociaciones”. Agregando que la “vía del diálogo no se ha agotado, pero tampoco puede durar eternamente”, expresando disposición para escuchar “contrapropuestas serias”. Al día siguiente, Vladimir Putin consideró que las formulaciones efectuadas por EE. UU. y la OTAN “tienen una serie de consideraciones que hemos propuesto otros años y estamos listos para negociar. Queremos resolver – añadió – esa cuestión ahora”. El planteamiento de Moscú es que la Alianza Atlántica no acepte como miembro a Ucrania ni a otro país que haya sido integrante de la Unión Soviética, pero luego el escenario volvió a oscurecerse.
El último fin de semana el conflicto en Ucrania se agravó. Ambas partes efectuaron constantes denuncias de violaciones al alto del fuego por parte del gobierno ucraniano y también de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, Alemania y Francia llamaron a sus ciudadanos a retirarse del país y los líderes de ambas repúblicas anunciaron la puesta en ejecución de un plan masivo de evacuación de civiles para ser trasladados a la vecina ciudad rusa de Rostov.
La cotización del crudo varió en relación a la mayor o menor tensión en la zona fronteriza, cerrando la semana el petróleo Brent en US$93,94 y el WTI en 91,82 el barril. Al acentuarse la tensión, Inversiones se movieron hacia activos considerados como refugios, empezando por el oro, que aumentó al finalizar la semana a su nivel máximo en ocho meses, de US$1.899,17 la onza. El metal rojo disminuyó a US$4.54 la libra.
Rusia es el tercer mayor productor mundial de petróleo, con una capacidad cercana a los 11,2 millones de barriles diarios. Exporta por día, de acuerdo a cifras del banco de inversiones Cowen, cerca de cinco millones de barriles de petróleo y otros 2.5 millones de derivados del crudo, totalizando alrededor de un 12% del comercio mundial. Un 60% se dirige a Europa y otro 30% a China. Además, exporta 23.000 millones de pies cúbicos de gas diario, la cuarta parte del total mundial, de los cuales el 85% va a los mercados europeos.
En EEUU, su IPC siguió también en enero su curso ascendente, se elevó en doce meses. a 7,5%. El nivel más alto desde febrero de 1982, hace casi cuatro décadas, después que la Reserva Federal aplicó, en el marco del acuerdo adoptado por el G5 de aquellos años, un fuerte aumento de la tasa de interés. La inflación subyacente, por su parte, creció un 6% interanual, también nivel que no se registraba desde 1982. El ítem energía del primer mes del año, en doce meses, experimentó un incremento gigantesco, las gasolinas lo hicieron en 40%, el gas natural un 23,9% y la electricidad un 16,7%. Conocido estos antecedentes, algunos integrantes del comité de la Fed que deciden las políticas monetarias señalaron que se debería actuar más rápido e intensamente en materia de tasas de interés, cuya definición se entregaría por dicha instancia en marzo.
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, por su parte expresó que la inflación en la Eurozona igualmente crece, pero aumentar en estas circunstancias las tasas de interés no influye en las principales causales de incrementos en los precios: cuellos de botella en cadenas de suministro, alza de la cotización del petróleo y conflictos geopolíticos. Eso sí en marzo se pondrá fin a las compras de activos financieros de emergencia por la pandemia y se continuará reduciendo las compras netas de estos activos, lo. cual es un paso considerado previo a modificar las tasas.
Por su parte, el Fondo Monetario Internacional en el análisis anual que debe efectuar a sus países miembros,. en el plano fiscal recomendó a los 19 países miembros de la Eurozona que lleguen a un “acuerdo de transición” para evitar aplicar las “reglas irreales” que establece su llamado “Pacto de estabilidad y crecimiento” vigente. En 2022, la posición fiscal del conjunto de los países estimó será expansiva, terminando el año con un déficit fiscal de 3,5% del PIB. Hacia adelante debería producirse de acuerdo a su formulación una diferenciación entre los países más endeudados y el resto. “Los países altamente endeudados -sostuvo el FMI- deberán formular planes de ajuste creíbles ahora”, para implementarlos cuando las expansiones económicas estén consolidadas. Las limitaciones que se les presente deberían enfrentarlas con subsidios del plan europeo Next Generation, con una mayor calidad del gasto y una progresividad fiscal. El texto no menciona a los países más endeudados. Con montos superiores al 100% del PIB se encuentran al comenzar 2022 Grecia, Italia, Francia, Portugal, Bélgica y España.
Además, el Fondo publicó un artículo firmado por su directora, Kristalina Georgieva, el director del Departamento Europa, Alfred Kramer, y la encargada de Alemania, Oya Celasun, en la que afirma que los nuevos frenazos en la producción causados por la variante Ómicron amenazan con prolongar los cuellos de botella de las cadenas de suministro hasta 2023. Su análisis toma como ejemplo a Europa. “El lastre para la recuperación -escriben- fue mayor en los países donde las empresas manufactureras operan dentro de las cadenas globales de valor y dependen de precios altamente diferenciados. Por ejemplo, incluyen a países con grandes sectores del automóvil (…) como Alemania y la República Checa”.
Hugo Fazio
Febrero 2022