Por Cristian Cottet
En los 53 años de MIR
Ellos quisieron subir a un aeroplano para mirar las fogatas en las calles de Santiago se despidieron de los hijos lloraron al hermano detenido desaparecido estuvieron en el matrimonio de Pedro Juan y Diego mirando de reojo a la novia del festejo
ellos cambiaron de color su pelo para tomar un tono pequeñoburgués sentados en una plaza y más de una vez dijeron que la muerte no existía y así se tutearon con ella le tocaron el culo y rieron en alguna selva centroamericana pero después les encontré sentados en la misma plaza esperando al que escribe estas líneas plagadas de solitarias lágrimas de hombre
ellos se hacen llamar soldados de la revolución pero no guardan ningún sentido de la ubicación no saben de música moderna tampoco de la otra cuando bailan en los cumpleaños de cualquiera que los llame y hasta de noche recuerdan mientras sufren de insomnio pocas cosas le hacen llorar en público “primero muerto antes de pedir clemencia” creo fue lo que les oí gritar una mañana de invierno en la Calle Cinco de la Penitenciaría de Santiago
ellos y yo también fuimos niños también fui a un campamento de scout y me enamoré de una alemana mientras ella ocultaba su corazón dando saltitos en la Plaza de Armas de la ciudad estas muestras de cariño me asustaron pues yo no sabía francés y menos alemán pero me escribió desde un país donde habían muchos chilenos exiliados entonces compré una entrada al cine para escapar de las malas palabras pero en el asiento inmediato al mío se instaló un cansado trabajador haitiano y se apagaron las luces para la proyección y el haitiano roncaba cada vez más fuerte y no sabíamos qué hacer porque despertar un emigrado puede constituirse en delito y aunque la película era francesa y muy lenta los ronquidos del haitiano no eran en francés
ellos se autoproclaman los cuadros más caros del partido estuvimos juntos en medio de las balas estuvimos reunidos en una playa abandonada probando dos herramientas que usaríamos la semana subsiguiente otros resistieron encarcelados en pequeñas celdas de países cuyo nombre no quiero recordar
ellos fueron presos políticos en Chile se bañaron en los cerros en la selva en las calles de Santiago y un día tuvimos que reunirnos para despedir al que cantaba rancheras por la tarde entonces nos abrazamos después de muchos años nos trenzamos en ridículos debates junto a la tumba de los llantos de los abrazos de la esperanza en ese magno evento pudimos llamarnos por el nombre verdadero y resulta ridículo recordar que Pedro se llamaba Ernesto mientras Juanito respondía al nombre de Víctor
ellos subieron a un avión y se marearon como niños y allí descubrieron que los franceses no respiran por la nariz ni por la boca no hablan inglés aunque sepa Moya las razones que tienen pero respiran en español después de todo tanto ellos como los ingleses aún alimentan una corte de reyes además de los franceses que tienen un particular sentido del humor
ellos se tomaron en serio aquello de Patria o Muerte después de todo fuimos destronados en silencio nos instalaron en medio de la vejez entonces quisimos subir a un aeroplano para mirar las fogatas en las calles de Santiago encendimos otro cigarrillo llenamos las copas hicimos recuento de los metales y caletas entonces reunimos dinero para un par de botellas mientras las voces aumentaban de volumen las manos se agitaban y de una parte y sin decir “agua va” tenemos los revolucionarios y de otra los reformistas al parecer ese es el ámbito donde se instalan o reconocen las orgánicas del partido o personas individuales
así comienza la historia de un puñado de combatientes mirando la noche estrellada mientras el más duro de todos los duros levanta la copa en reconocimiento del más grande de todos los grandes.
15 de agosto