Por Carlos Romeo
En la lucha guerrillera hay dos momentos claves. Primero, el inicial, cuando se establece y se organiza en una determinada zona y que es, obviamente, anterior al siguiente, el de su consolidación. Si no cumple el primero no llegara al segundo y si llega a este último, es que en ese país y particularmente en esa zona, existen las condiciones para su creación y permanencia posterior. Es a partir de esta visión de las guerrillas revolucionarias que hay que interpretar la significación del acuerdo de paz firmado por el Gobierno Colombiano con las FARC-EP.
Ese movimiento guerrillero existió durante 52 años porque en Colombia existieron durante todo ese tiempo las condiciones que permitieron su creación, su consolidación y su permanencia hasta que, imposibilitado de derrotarlo, el Gobierno Colombiano accedió a firmar la paz. Pero la lógica implica que, si la paz persigue eliminarla, eso significa la voluntad del Gobierno y la aceptación por la guerrilla, de emprender la eliminación de sus causas. Y si triunfa el Sí en el próximo referéndum popular sobre la aceptación por la mayoría de los colombianos de este acuerdo de paz, de hecho, será un Sí equivalente para emprender las transformaciones necesarias para ello en la sociedad colombiana. Y ese es el verdadero significado político de la paz y al mismo tiempo su dificultad, toda vez que la realidad existente hoy en día en la sociedad, en la economía y en la política, se corresponde con los intereses de las clases dominantes, particularmente de quienes concentran la propiedad de la tierra y de los recursos naturales. El liderazgo del ex Presidente Uribe del movimiento por el No, responde a su clara identificación política de derecha, a su ideología reaccionaria que considera natural y lo mejor para Colombia la situación actual, y a la existencia de poderosas fuerzas que están por que nada cambie en el país.
El jefe de las FARC-EP, Timoleón Jiménez, al manifestar que la guerrilla y sus simpatizantes se transformaran en un partido político legal , dejo muy en claro que su objetivo estratégico será el socialismo y tal como hace más de medio siglo a Fidel Castro lo avalaban 9 años de lucha política-militar cuando se lo propuso a los cubanos, a estos nuevos actores de la política nacional no violenta en Colombia los respaldara y dará credibilidad a la seriedad de sus propósitos, 52 años de lucha armada consecuente durante la cual se jugaron la vida.
Lo lógico e inteligente seria que todas las fuerzas políticas de izquierda en Colombia que no le temen a un “socialismo a la colombiana”, se unieran con las FARC-EP, empezando por quienes apoyan y constituyen el ELN, el otro movimiento guerrillero colombiano que también manifiesta su intención de lograr un acuerdo de paz con el Gobierno Colombiano. Aquí en América Latina, Fidel Castro demostró en los hechos que la unidad de la gran mayoría del pueblo detrás de la unión de todos los militantes partidistas revolucionarios, es la condición sine qua non del triunfo revolucionario. Hasta el Presidente Obama de los EE.UU. tuvo que reconocerlo.
El gran mérito histórico ya alcanzado por los guerrilleros de las FARC-EP ha sido el haber logrado crear una situación política tal, que todos los colombianos deberán pronunciarse sobre si o no hay que cambiar las actuales bases de esa sociedad para que en ella puedan vivir con los mismos derechos 48 millones de colombianos.
La Habana, 28 de septiembre del 2016