Ignacio Leal, periodista de La Tercera, escribe hoy 18 de agosto del 2016, sobre los deportistas de origen cubano que están compitiendo por otros países en los cuales se han hecho ciudadanos. El tema en si amerita un tratamiento toda vez que ha devenido un fenómeno sumamente común según lo que uno puede apreciar por la televisión al seguir estas Olimpiadas.
Yo soy chileno-francés y resido desde hace mucho tiempo en Cuba, país por el que no he competido en la arena deportiva, pero por el cual he trabajado y defendido su proceso revolucionario. Por consiguiente, me permito agregar mis ideas a las del citado periodista.
Me imagino que, si fuera posible, Adolfo Hitler y los otrora jerarcas nazis se revuelcan en sus tumbas cuando ven a deportistas de claro y evidente origen étnico árabe o africano, compitiendo por la patria alemana de los que ellos creyeron la cuna de la raza humana superior, o a los franceses Le Pen, padre e hija, cuando deben aceptar que 7 de los 11 jugadores del equipo de futbol de Francia eran indiscutiblemente de origen étnico africano cuando los vi jugar la Copa de Europa, para no hablar de los que conforman sus demás equipos nacionales, o a su graciosa Majestad Británica, considerando seriamente concederle el título de Sir al africano de pura cepa dos veces ganador de los 800 metros en Olimpiadas con los colores de la Union Jack.
De Estados Unidos, bien sabemos que los afro-americanos son el resultado de dos siglo y medio de esclavismo en ese país, que así y todo son responsables de ya no sé cuántas medallas olímpicas y de que prácticamente monopolicen el juego de basquetbol al más alto nivel en ese país.
No es, por tanto, un caso especial que aparezcan cubanos compitiendo por otros países en un mundo cada día más chico en virtud de los avances en comunicación y transporte y a la creciente diferencia en los niveles de vida de Estados Unidos, Canadá o Europa, con los de América Latina o África. Quizás no estaría de más agregar a la explicación de esos casos de cubanos compitiendo por otro país, que en todos ellos sus madres tuvieron garantizado un suplemento alimenticio durante la preñez, debieron “obligatoriamente” someterse a 17 controles médicos estando en estado, que todos ellos nacieron en clínicas o hospitales estatales y que tuvieron tanto su alimentación como el cuidado de su salud y su educación garantizadas, y todos los servicios gratuitamente. Por consiguiente, no es de extrañar que se desenvolvieran en la vida en Cuba practicando deportes hasta llegar al nivel de excelencia que les ha permitido competir por otros países que, obviamente, no pudieron preparar mejores sustitutos genuinamente nacionales de origen.
Carlos Romeo
La Habana, 18 de agosto del 2016