Por Hugo Fazio
El ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, escribió bajo el título de Puntales Necesarios un artículo publicado por El Mercurio, en el cual sostuvo que “ya se hizo las reformas estructurales que en alguna fase de nuestro progreso fueron cruciales para el crecimiento económico” (29/05/16). Ello cuando el país requiere imprescindibles transformaciones estructurales como recuperar riquezas naturales o cobrar renta por su explotación, reducir los elevadísimos niveles de concentración económica, aumentar el papel del Estado o producir los cambios imprescindibles en el terreno laboral, previsional, educacional y de salud, así como revertir la regresiva distribución en los ingresos. Las transformaciones estructurales ya efectuadas son, como escribieran los economistas del FMI Jonathan Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri, las de la “agenda neoliberal” impuesta a nivel global que descansó en la apertura irrestricta hacia el mundo y la minimización en el papel del Estado. Agenda que conduce concluyeron a una creciente inequidad, impactando finalmente en forma negativa en el crecimiento económico.
Valdés a continuación afirmó que “volver la mirada a la solidez de nuestras bases institucionales ayuda a enmarcar la ruta que estamos siguiendo” (29/05/16). En resumen, efectúa un panegírico del modelo económico en aplicación que, por lo tanto, debería protegerse, proyectarse y por ningún motivo ponerse en peligro. De acuerdo con ello reseña cinco elementos que constituirían “activos fundamentales para el buen funcionamiento de la economía”, la cual como es sabido se encuentra en una larga fase de estancamiento. La Organización de Cooperación y Desarrollo Económico en sus proyecciones para la economía mundial 2016 publicadas en mayo, al igual que el FMI, considera que el crecimiento de Chile en el año será solo de 1,5%, debido principalmente a la reducción en el precio del cobre, a condiciones financieras globales más negativas y a la débil confianza de consumidores y empresarios. De ser así, el crecimiento del producto en el trienio 2014-2016 promediará apenas un 1,8%.
Su primer puntal es una “institucionalidad macroeconómica bien organizada” Empezando su enumeración con la “regla de balance estructural” y la existencia de fondos soberanos, los cuales constituirían en su opinión un “gran activo”. Se entiende si se les entrega esta valorización que se les debe utilizar. Sin embargo, los fondos soberanos, que suman de acuerdo a las cifras de fines de abril US$23.501 millones, de los cuales US$14.860 millones, que se encuentran en el denominado Fondo de Estabilización Económica y Social, son de libre disposición, están sin emplearse. El país recuerda que en 2009 se utilizaron con éxito para enfrentar la recesión que experimentaba el país. Sin embargo, en la actual coyuntura se ha decidido no hacerlo. Lo mismo acontece con los fondos acumulados de la Ley Reservada del Cobre. Por lo demás esta ley, que debería haberse modificado al término de la dictadura, el ministro Valdés declaró que hacerlo “no está dentro de las prioridades”. En cuanto a la regla de balance estructural, en la situación actual de la economía chilena, la obsesión por reducir el déficit existente constituye otra traba para aumentar el gasto público, el cual aportaría a incrementar la alicaída demanda interna, con mayor razón si se privilegia aumentar la inversión, a la cual se le introdujeron recortes en el “ajuste fiscal” con relación a los montos aprobados previamente.
Entre los puntos de la “institucionalidad macroeconómica bien organizada”, Rodrigo Valdés menciona también “tener meta de inflación creíbles” y “un tipo de cambio flotante”. La meta de inflación establecida por el Banco Central es que fluctúe entre un 2% y un 4%. Pues bien, desde hace más de dos años su nivel se encuentra por encima de su rango más elevado. Más aún, el Banco Central al informar durante mayo que se mantendría inmodificada su tasa de interés de política monetaria en 3,5% nominal anual, que en términos reales se ubica en tasas negativas para beneficio de los bancos comerciales, constató que el IPC seguirá sobre el 4,0% “por algunos meses”. Y sus proyecciones de descensos ulteriores descansan en el bajo nivel de la actividad económica, que reduce presiones al alza de los precios, y que la paridad cambiaria del peso con el dólar norteamericano no se seguiría debilitando e incluso podría moverse en forma inversa, desapareciendo así el principal factor de alza registrado durante varios meses. Tener una “meta de inflación creíble” significa actuar para defenderla. No esperar que el curso de la economía la conduzca a los márgenes establecidos por el instituto emisor, incluso a partir de hechos negativos como es el bajo nivel de la demanda interna
Por tanto, el tipo de cambio flotante claramente no condujo a la “estabilidad” de precios. La política seguida en esta esfera es dejar que la paridad sea establecida por el mercado, haciéndola extraordinariamente dependiente de acontecimientos externos como el nivel alcanzado por la cotización del cobre y en general de las materias primas, así como por la dirección que adquiera el movimiento de capitales, variables entregadas también exclusivamente al mercado. En la coyuntura actual la inversión financiera está muy a la expectativa de lo que resuelva la Reserva Federal norteamericana en materia de sus tasas de interés. La presidenta de la Fed, Janet Yellen, en una intervención efectuada durante mayo en Harvard, habló de la posibilidad cierta de su alza en los próximos meses, lo cual genera tendencias para que los capitales se muevan hacia Estados Unidos. En otras palabras no hay política cambiaria. La función del Banco Central ha sido comentar lo que está sucediendo y en contadas ocasiones tratar de incidir sobre las expectativas del mercado.
Otro de los puntales detallados por el ministro de Hacienda es la existencia de reglas que “velan por la libre competencia”. Ello en un país donde numerosos mercados tienen un elevado nivel de concentración, lo cual ha conducido a reiterados casos de colusión denunciados por la Fiscalía Nacional Económica, en que han participado importantes grupos económicos locales y capitales extranjeros. Ello es la negación de la libre competencia. Igualmente efectuó una defensa de manera irrestricta a los derechos de propiedad en la forma como está establecido en la actual constitución, “protegida –dice- de manera robusta, incluida la regulación constitucional de las expropiaciones”.
En materia de comercio exterior Valdés se felicita que el país tenga aranceles muy bajos, ya que el nivel promedio de impuestos a las importaciones se encuentra por debajo del 1%, las cuales compiten en muchas esferas con producción nacional. Este nivel es consecuencia, señaló Valdés, de la multitud de acuerdos comerciales con “el 80% del PIB del mundo”. Para finalmente en este plano destacar la firma en febrero pasado del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. “Ser abierto –subrayó- ayuda a la competencia”, lo cual frecuentemente se produce a favor del competidor externo. Desde luego que se favorece efectivamente la libre competencia cuando se trata de monopolios internos del sector transable, porque enfrentan importaciones que le impiden subir sus precios sin contrapeso.
El Tratado Transpacífico, en que participa Chile, tiene un hermano mayor en otro de los objetivos de EEUU, el Tratado Transatlántico con la Unión Europea. Sin embargo, Valdés ni siquiera se preocupa de detenerse en los factores conducentes a que tenga creciente resistencia en el viejo continente1, que han demorado la firma de un acuerdo. El rechazo social influye en niveles gubernamentales, lo que se expresó abiertamente por el presidente francés, François Hollande. Ante este cuadro, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, busca que los jefes de gobierno del acuerdo reafirmen su apoyo a la iniciativa. Tampoco considera las razones por las cuales el gobierno de Barack Obama no ha intentado someterlo a aprobación, pese a contar con un acuerdo “de vía rápida” para su despacho parlamentario, mientras tienen lugar las campañas primarias presidenciales, en las cuales han predominado ampliamente las posiciones críticas al TPP.
Como era previsible el diario El Mercurio editorialmente respaldando la columna de Rodrigo Valdés, llamó a “defender los activos del país” recalcando que su artículo dio cuenta “acertadamente de lo que han sido los pilares básicos de la economía chilena en los últimos treinta años”, o sea desde el último lustro de la dictadura. “La presencia del ministro –subrayó-ha sido una garantía de buen manejo de las finanzas públicas, y sus palabras son una buena señal para los agentes económicos (…)”. Expresando en particular su preocupación por que la discusión sobre la reforma constitucional “seguramente pondría en discusión, con distinta intensidad, los cinco pilares descritos por la máxima autoridad económica. (…) por ejemplo la necesidad de limitar en diversos ámbitos los derechos de propiedad”. Coincidiendo así con Valdés, por lo tanto, en su opinión de que la “solidez de nuestras bases institucionales ayuda a enmarcar la ruta que estamos siguiendo”, por lo cual no deberían cambiarse.
Sin duda, llama la atención igualmente que sea el ministro de Hacienda de un gobierno que obtuvo una aplastante victoria electoral levantando un programa de reformas, sea quien señala que en el terreno económico ya se produjeron. “Las reformas estructurales a las que él se refiere –como señaló el economista Eugenio Rivera, de la Fundación Chile 21- fueron las aperturas al exterior, la privatización, la desregulación de la economía y la liberalización financiera, entre otras. Se trata –agregó- de reformas impulsadas bajo la dictadura (…)”. A lo que debe agregarse que continúan vigentes después de más de dos décadas de su fin.
Junio 5 de 2016