GOBIERNO: DÍAS DE SOLEDAD Y CRISIS

Bitácora 15 (19/07/2020):

Pablo Ortuzar, uno de los redactores del documento fundacional de Chile Vamos, señaló hace poco “no tengo claridad que Piñera pueda terminar su mandato (?) el presidente está solo, …ya está aislado en un Estado que se está cayendo a pedazos …”(1). Sus declaraciones reflejan muy bien una semana que el gobierno y la alianza oficialista quisiera olvidar, más cuando todo indica que, por ahora, no les queda capital político al cual echar mano.

A comienzos de este año, el presidente Piñera ostentaba un 6% en las encuestas, como consecuencia de su ineficacia para conducir al país luego del estallido social del 18 de octubre de 2019. Treinta pesos de aumento en el pasaje del transporte desencadenaron una furiosa protesta en las calles con barricadas y signos de violencia social junto a multitudinarias marchas a través de todo país. Entretanto el gobierno recurría al estado de excepción, generaba una crisis de derechos humanos y debatía leyes y propuestas que determinaban un desconocimiento del país real.

El alza de treinta pesos simbolizó los abusos, de larga data por parte de la elite y sus conglomerados empresariales, amparados en un Constitución, que constriñe el rol del Estado y ofrece al mercado plenos poderes. Esa es la armazón legal que permite que las ISAPRES alcen sus precios cuando quieran, las AFP no entreguen pensiones dignas y que las grandes empresas puedan coludirse en precios, abusos y sueldos bajos mientras las mayorías sociales no pueden ejercer contrapesos. Por ello reseñar arbitrariedades resulta tan largo, pero implica reconocer que las injusticias del sistema neoliberal implantado por la dictadura de Pinochet no eran la excepción, sino la norma.

Por ello la protesta social se tiñó de rabia y dolor, de angustias y desigualdades, de violencia social y de movilizaciones pacíficas, todos cauces de un mismo río de injusticias y cuyos desbordes se entendían como la única manera de frenar los abusos de clase: una elite económica enriqueciéndose a costa de tantas y tantos y más encima, endeudando a los perjudicados y explotados hasta niveles insostenibles.

Esta semana, cuando se discute en el Congreso el retiro del 10% de los fondos de los afiliados, por una situación excepcional de pandemia y cuando las medidas de protección social a los hogares han sido insuficientes y siempre llegando con retraso, la ciudadanía constata, además que, parte de sus fondos están invertidos precisamente en el sistema financiero y en las empresas, muchas de ellas participantes de las colusiones y abusos denunciados.

El gobierno no vislumbró ninguna solución para el estallido social, dado que no comprendió la llamada agenda social que la ciudadanía reclamaba y solo se limitó a aceptar, a regañadientes, al igual que el empresariado, la convocatoria a un proceso constituyente que debiera terminar con una nueva Constitución. La elite empresarial y política gobernante, optó en gran medida por hacer suyo solo la primera parte del referido acuerdo llamado de Paz Social y Nueva Constitución. Lo que explica las leyes que otorgan mayores roles a las Fuerzas Armadas, las propuestas de reformas a la llamada ley de Inteligencia y las compras reiteradas de mayores elementos disuasivos para las fuerzas militares y policiales con la finalidad de imponer el orden social.

Tras un verano lleno de escaramuzas sociales en que se expresaba la insatisfacción y denunciaba la represión ejercida y en el cual los eventos de entretención masivos se transformaron en escenarios de expresión del descontento arraigado en el alma social, llegó marzo con una multitudinaria movilización de mujeres a través de todo el país. Retoma de la calle que fue interrumpida sólo por un problema planetario: el coronavirus.

Parecía un milagro para el gobierno, pues la autoridad volvía a aparecer como algo necesario ante lo inédito del fenómeno sanitario y el presidente Piñera subió tímidamente en las encuestas. Pero ello duró poco, la soberbia y el discurso exitista, sumado al desconocimiento del país real, de sus pobrezas y hacinamiento echó por tierra la “nueva normalidad”, el “retorno seguro” y al propio ministro de Salud, justo en el momento en que el Covid-19 se ensañó con la población, producto de cuarentenas decretadas a destiempo y se tuvieran que lamentar casi 5.000 muertes durante junio.

Pero los errores gubernamentales suman y siguen. Las medidas económicas de emergencia, necesarias para poder realizar efectivas cuarentenas, no solo eran insuficientes, sino que traen letra chica y llegan con retraso. En vez de optar por una renta universal que apoyara simultáneamente a millones de chilenos y que dejara en claro que lo más importante es la vida y salud de todos, se prefirió focalizar, segregar los aportes de subsistencia: de un tipo y monto para los pobres con trabajos informales y sin contrato de trabajo, y de otro monto para sectores medios. Todos insuficientes y tardíos y en medio de la multiplicación de ollas comunes en los barrios, del descontento y de la precariedad y angustia económica en la mayoría de los hogares.

El resultado es que la situación económica de la mayoría decae día a día. Y las insuficientes y lentas medidas adoptadas, contradictorias muchas de ellas, han impulsado la idea de recurrir a los recursos propios que se encuentran en los Fondos de Pensiones para subsistir estos meses. La aprobación del retiro de ese 10% de esos fondos ya es una carrera perdida para el presidente Piñera y el debate en curso ha dejado en la soledad al ejecutivo, en una pugna de poderes digno de otras batallas, con una debacle en la alianza oficialista y con un descontento social en curso que trasciende los cuidados necesarios que impone la pandemia.

Todas las señales indican que al Presidente ya no le queda espacio para más decisiones erráticas. So pena que ponga en riesgo -como señaló Pablo Ortuzar- la continuidad de su gobierno. De allí que ratifiquemos que esta semana -vista desde el Ejecutivo- es una semana para el olvido. Pues retomando las declaraciones de Ortuzar “el futuro está abierto y lleno de posibilidades terribles. Los momentos históricos de conflicto elitista y descontento popular suelen terminar muy mal. Y si uno le suma un choque entre poderes del Estado, peor. El presidente Piñera, en este contexto, comienza a adquirir un perfil trágico, que no va con su personalidad. A diferencia de Allende, no sueña con ser “carne de estatua”, pero se va convirtiendo de a poco en una, y la gente comienza a tratarlo como si lo fuera. Como si fuera un signo congelado del pasado. La representación de alguien que ya fue”(2).

Julio, 17 DE 2020.

Notas: (1)Radio Infinita (2)Canal 13