Por Hugo Fazio
La economía global vivió el 14 de agosto un “miércoles negro” como consecuencia del temor en los mercados, expresado claramente en el bursátil, por la acentuación del debilitamiento en los niveles de actividad. En Wall Street, el Dow Jones, el principal indicador de la bolsa de Nueva York, descendió en un 3%; el Standard & Poor’s 500, que considera la evolución del medio millar de acciones más cotizadas, lo hizo en 2,9%; y finalmente el Nasdaq, que registra a la élite tecnológica, cayó también 3%. Un fenómeno similar se producía en Europa en la generalidad de sus mercados. El Dax alemán, al cual se presta habitualmente la mayor atención, dada el peso de la economía germana en el conjunto de la actividad comunitaria, cayó un 2,19%, y el Euro Stoxx 600 descendió un 2,31%. La generalidad de los indicadores se recuperó en los días siguientes, pero finalizaron siempre la semana con pérdidas menores eso sí a las experimentadas el día 14.
El deshacerse de acciones fue motivado por el conocimiento simultáneo de tres acontecimientos. En EEUU por la inversión en la curva de rendimiento de los bonos del Tesoro entre los de corto y largo plazo, resultando superiores -al revés de lo que ocurre generalmente- los costos de los primeros que fueron más elevados en 1,7 puntos básicos. En los últimos cincuenta años la inversión de la curva de los rendimientos de EE. UU. ha constituido en todos los casos una señal de una próxima recesión, con una sola excepción. Esta inversión no ocurría desde el año 2007, en vísperas del inicio de la Gran Recesión. Como demuestra la experiencia las recesiones en EE. UU. tienen impactos globales muy grandes. El rendimiento de los bonos del Tesoro de largo plazo descendió por la elevada demanda recibida al considerarse un refugio frente a la incertidumbre imperante, constituyendo un factor en la inversión de la curva de rendimientos. Los títulos a treinta años llegaron a un mínimo de 2,18%.
“Y una caída de la rentabilidad a largo plazo, que ahora es menos de la mitad de lo que era en el pasado otoño -escribió Paul Krugman-, ha invertido la curva de tipos una vez más, y ha provocado que el diferencial entre el corto y el largo plazo se reduzca a más o menos donde estaba a principios de 2007, en la víspera de una crisis financiera desastrosa y de la peor recesión desde la década de 1930. (…) el mercado de bonos –continuó- nos está diciendo que el dinero inteligente se ha vuelto muy pesimista respecto a las perspectivas económicas. ¿Y a qué se debe –se pregunta- esta ola de pesimismo? En gran medida, aunque no por completo, a una noción de censura contra las políticas económicas de Donald Trump. Por supuesto, Trump no es el único problema, una recesión europea y una desaceleración china parecen bastante probables, y algunos de estos problemas están salpicando a Estados Unidos”.
Un documento preparado por analistas del Citibank constató que las empresas están reduciendo su gasto de capital (Capex), disminuyendo su estimación de crecimiento para el año a 3,5%, cuando cuatro meses antes lo calcularon en 4,2%. Su conclusión la fundamentaron con informaciones de 714 compañías que cotizan en bolsa, excluyendo a las financieras. En 2018 había aumentado en 11%. “La confianza empresarial –comentó Tobias Levkovich, estratega jefe de mercado bursátil del Citibank- tiende a afectar la inversión corporativa. Por lo tanto, -agregó-, los diversos factores que afectan las preocupaciones de los directores corporativos, como los problemas comerciales y de debilidad en el extranjero, parecen estar influyendo en el comportamiento del gasto”. De otra parte, en agosto el sector fabril estadounidense, por primera vez desde septiembre de 2009, se contrajo. El índice manufacturero de Gerentes de Compras se desplomó por debajo del nivel neutral de 50 unidades. El informe consignó que los nuevos pedidos descendieron al punto más débil en una década y las ventas de exportaciones cayeron con la mayor rapidez desde el verano de 2009. A su vez, el sector servicios mostró estancamiento.
El 21 de agosto, la Oficina de Presupuesto del Congreso estadounidense informó que el déficit presupuestario del país crecerá, aumentando en el ejercicio en curso llegando a US$809.000 millones por encima de lo previsto. Y podría llegar en el año a US$1.000 millones, equivalente a un 4,5% del producto. El director de la Oficina, Phillip Swagel, comentó que era un panorama “desafiante”, teniendo la deuda un curso “insostenible”.
Un segundo antecedente que se conoció el día 14 fue que el producto interno bruto alemán del segundo trimestre se contrajo en 0,1% con relación al primero, de acuerdo con el comunicado entregado por la Oficina Federal de Estadística (Destatis). Fue el segundo registro negativo en doce meses, el anterior se registró en octubre-diciembre de 2018. Entre ambas cifras negativas, la del primer trimestre creció en 0,4%. El debilitamiento del comercio mundial y la guerra económica entre Estados Unidos y China se expresó negativamente en dos sectores, las exportaciones que alcanzaron su registro más bajo en tres años, y la producción industrial en su menor nivel desde 2009. Ello se produjo a pesar de la debilidad del euro, que favorece las exportaciones, y de la política expansiva sostenida por el Banco Central Europeo (BCE). “En nuestras cuentas –expresó Martin Wansleben, director de la asociación de cámaras de comercio e industria germana- las empresas reflejan un panorama sombrío. Las expectativas de negocio disminuyen en todos los sectores, y en el caso de la actividad exterior, las expectativas no habían sido tan bajas en diez años”.
A ello se sumó la entrega por Eurostat de los datos europeos, con relación igualmente al trimestre anterior. El Reino Unido, donde está muy presente una incertidumbre más alta que nunca, debido a la decisión de su primer ministro de concretar el Brexit en octubre se alcance o no un acuerdo con la Unión Europea, su producto descendió en 0,2%. Mientras Italia no tenía crecimiento. Pero, su evolución desde el segundo trimestre de 2018 solo puede definirse como recesión. En los cinco trimestres transcurridos desde entonces ha experimentado dos caídas, otros dos lapsos de estancamiento y apenas una sola alza, experimentando en agosto una crisis política de un desenlace absolutamente incierto. Estimando tanto el FMI como la Comisión Europea un incremento anual en el país de solo 0,1%. La tasa de desempleo es de 9,7% y entre los jóvenes de 15 a 24 años de 28,1%, muy por encima del promedio de la eurozona. Estas tres economías dependen mucho del sector externo, cuando las exportaciones globales descendieron en enero-marzo, con relación a los mismos meses del ciclo anterior, teniendo una reducción de 2,7% en las exportaciones y de 3,1% en las importaciones, de acuerdo con cifras de la Organización Mundial del Comercio. Francia a su vez registraba en abril-junio un incremento de solo 0,2%. Este mismo porcentaje es el del conjunto de la eurozona y de la Comunidad Europea. Suecia en abril-junio también descendió en 0,1%.
En América Latina, además de Venezuela, las cifras de actividad son negativas en Argentina y Brasil. Por su parte, México solo creció en el segundo trimestre 0,1%, bordeando la llamada recesión técnica, cuando el producto cae durante dos trimestres consecutivos. En enero- marzo había caído en 0,3%, por tanto, en el primer semestre descendió un 0,2%. Efectivamente, está en recesión. En abril-junio, la producción industrial se redujo en 0,28% y la agropecuaria en 3,4%. La cifra negativa trimestral no se dio por el sector servicios, que creció 0,2%. También se dieron cifras negativas en abril-junio en Singapur (-3,3%) y Hong Kong (-0,3%), dos centros muy dependientes de las exportaciones.
El tercer factor fue la información proporcionada por la Oficina Nacional de Estadísticas china de que la producción industrial de julio, en cifras interanuales, creció 4,8%, un punto y medio porcentual inferior a lo registrado en el mes precedente y constituyendo su incremento más lento desde febrero de 2002, lo cual mostraría que la desaceleración tiende a acentuarse. Incluso fue más bajo que el descenso experimentado durante la Gran Recesión a nivel global cuando cayó en doce meses 5,4%. De todos modos, su incremento del producto continúa moviéndose sobre el 6%. Las autoridades chinas han adoptado políticas monetarias de estímulo, incrementando la liquidez y moviendo a la baja las tasas de interés de corto plazo.
La preocupación aumentó a la semana siguiente cuando el Bundesbank, el banco central alemán, advirtió que era muy posible que la cifra de su producto del tercer trimestre volviera a ser negativa. En su boletín mensual de agosto estimó que “el desempeño de la economía podría volver a declinar ligeramente”. El ministro germano de Finanzas, Olaf Scholz, anunció que Alemania podría poner en ejecución un plan de estímulo fiscal ascendente hasta 50.000 millones de euros para intentar contrarrestar la caída en la actividad económica. De ser así constituiría un monto similar al empleado durante la Gran Recesión. Scholz destacó que se está en condiciones de hacerlo, dado que la deuda pública es de 58% del PIB, por debajo del límite de 60% establecido como objetivo por la Unión Europea. El sector que experimenta la mayor caída es el automotriz.
Ante la caída de la actividad económica en la eurozona, que el banco de inversiones estadounidense Bank of América & Merrill Lynch en un informe de agosto calificó de “tormenta perfecta”, dado que “todo lo que podría salir mal está saliendo mal”, Olli Rehn, miembro del directorio del Banco Central Europeo, constató que esta institución para su próxima reunión a efectuarse el 12 de septiembre prepara un nuevo plan de estímulo. “Es preferible –dijo- que el BCE se excede en sus nuevas medidas a que decepcione las expectativas del mercado”.
Una de las decisiones adelantada por el BCE es reducir aún más su tasa de interés de política monetaria, que ya se encuentra en terreno negativo. “Si los bancos centrales –escribió Tommy Stubbington en Financial Times- continúan reduciendo las tasas, como se anticipa que lo haga el BCE, es probable que los rendimientos de los bancos los sigan a la baja. La antigua teoría de que cero, actuaría como nivel mínimo para las tasas de interés ha sido destruida. Sin embargo, la mayoría de los analistas piensan que todavía existe límite (…). Existen varias razones para pensar que ese punto puede estar cerca, o incluso ya ha llegado -finalizó- a economías como la de Suiza, donde las tasas están actualmente en menos 0,75%”.
Cada vez es más extendido en el escenario actual refugiarse en títulos con tasas de interés o rendimientos negativos. El artículo citado calcula que existen bonos por un monto de US$15 billones, aproximadamente un 25% de la deuda emitida por gobiernos y empresas a nivel mundial, negociados con rendimiento negativo. Las tasas de interés negativas aparecieron por primera vez en los mercados monetarios japoneses hace dos décadas. La economía nipona desde la década de los noventa del siglo pasado que vive un largo proceso de sucesivos momentos de recesiones o estancamiento. Luego de la crisis financiera de 2008-2009, además de Japón, varios bonos gubernamentales europeos tienen tasas negativas, “todas economías –señaló Stubbington- que están luchando con una baja inflación en donde el banco central ha establecido tasas de interés por debajo de cero” (16/08/19). En un twitter críticos de la Fed por no reducir más las tasas de interés, Donald Trump destacó que Alemania vendió bonos a treinta años, por primera vez en la historia, con rendimiento negativo.
El 23 de agosto tuvo lugar un nuevo impacto sobre la economía global cuando Beijing anunció, en respuesta a las medidas decididas por EE. UU. de incrementos arancelarios a partir del primero de septiembre, establecer gravámenes a productos procedentes de EE. UU. evaluados en US$75.000 millones de 10% en su vez del 5% vigente a partir también del primero de diciembre, incluyendo bienes agrícolas, petróleo y pequeñas empresas. Al mismo tiempo, reimpuso los aranceles a vehículos y componentes estadounidenses que había eliminado después de la reunión a nivel presidencial efectuada en Buenos Aires durante diciembre de 2018.
La respuesta de la Casa Blanca fue intensificar aún más la guerra comercial, al decidir subir los aranceles vigentes a productos por US$250.000 millones de 25% a 30%. Y los nuevos que entrarán a regir en septiembre de 10% a 15%. Resolviendo Trump, además, en un nuevo campo de acción “ordenar” a las empresas estadounidenses ir cerrando sus negocios en China y buscar otras alternativas para sus producciones, “incluido traer de vuelta a CASA –twiteó- nuestras compañías y fabricar nuestros productos en EE. UU. No necesitamos a China –agregó- y la verdad es que estaríamos mejor sin ellos”. Esta instrucción provocó de inmediato el rechazo de la Cámara de Comercio estadounidenses, teniendo en cuenta la magnitud que tienen esas inversiones. “(…) creemos –expresó Myron Brilliant, su vicepresidente-que el camino correcto es un compromiso continuo y constructivo. Las guerras comerciales –añadió- no se ganan”.
Las consecuencias bursátiles, en las paridades cambiarias y en los precios de commodities fueron inmediatos, incluyendo la cotización en el precio del petróleo de referencia para EE. UU., considerando que por primera vez Beijing gravó con aranceles las importaciones de crudo de ese origen. El presidente de la Fed, Jerome Powell, expresó en su intervención efectuada en la reunión anual de bancos centrales en Jackson Hole, en el Estado de Wyoming, su preocupación por el debilitamiento de la economía mundial. Las perspectivas de crecimiento mundial se han deteriorado –dijo- desde mediados del año pasado. La incertidumbre de la política comercial –agregó- parece estar desempeñando un papel en la demanda en EE. UU.”. Agregando que la Reserva Federal actuará “de forma apropiada para sostener la expansión”, no haciendo ninguna referencia a posibles disminuciones de las tasas de interés, como le exige Donald Trump.