Por Max Oñate Brandstetter*
«Están identificados quienes fueron (los agresores de los diputados del sector político del alcalde Alessandri) hay investigaciones en curso, tenemos identificados grupos que tienen relación con anarquismo, que se llaman Los Gatos Negros»
Karla Rubilar, 2019
Al plantear la manifestación política de reunión y movilización callejera (marcha) con distinción entre “buenas” y “malas”, no lo realizo con la intención de la clásica categoría moral maniqueísta o maniquea, sino más bien en un sentido extra moral, que evidencia los grados de aceptación y resguardo que tienen ciertos grupos sociales ante los organismos públicos y el monopolio legítimo de la violencia.
Las “buenas marchas”, contando o no con permiso de la Intendencia se realizan igual, sin el riesgo de ser dispersados “para mantener el orden”: Aquí nos encontramos con marchas tales como los Pro-Vida (antiabortistas, cuyos asistentes, en general de la cota mil y mayoritariamente son menores de edad; también las de venezolanos contrarios al gobierno de Maduro; las de los grupos proto fascistas, movilizados contra la ley migratoria (1); los grupos movilizados contra la diversidad sexual; la aparición de la precoz organización llamada CONFEPA (Confederación de Padres y Apoderados), que intentaba revertir el proceso de gratuidad, que “sigue en curso”, pero que no se ha resuelto.
Todas las marchas mencionadas, sin excepción, han contado con la protección de carabineros, aunque no estén autorizadas, dado el grupo social movilizado. Y este fenómeno ha ocurrido en gobiernos de distinto signo. Lo que sí es claro que, la derecha callejera, residuo del neonazismo no consigue posicionarse como una corriente de opinión válida, con derecho a manifestarse públicamente, ocupando la calle para instalar sus “legítimas demandas”.
Por el contrario, las “malas marchas”, son todas aquellas, cuyo comienzo orgánico siempre consiste en una reivindicación de redistribución de acceso al conocimiento, de acceso “al poder”, de acabar con las asimetrías artificiales, dado que los privilegios son comprendidos como injustos y como reproductores de la desigualdad social.
Ante la gravedad de la convocatoria, el 10 de agosto, la marcha de los “nacionalistas” contra la migración, que desarticulada desde adentro, y que sin contar con los permisos de la intendencia, quedaron expuestos solo 20 personas –sin presencia de sus “líderes convocantes”- fueron protegidos y escoltados por parte de carabineros. Mientras que en el metro Universidad Católica, se agrupaba el “bando de los antifascistas”, cuya presencia no tuvo más respuesta que el control y el ejercicio de la fuerza por parte del “monopolio legítimo de la violencia”, con la salvedad que este grupo frustró los planes de hacer avanzar la movilización hacia La Moneda, como pretendían los nacionalistas.
Ahora bien, como dije anteriormente, esa dinámica, que tiene directa relación con la diferencia entre “palomear rotos” y que “los señoritos de bien hagan ejercicio de su derecho ciudadano a marchar” no es algo propio de los gobiernos de sello derechista, sino que más bien es un ingrediente de la cultura política a nivel de sociedad civil, que Chile ha tenido desde el proceso de la instalación de La República.
Lo que sí se ha montado como propio en este gobierno, es la lógica punitiva que tiene hacia el estudiantado secundario, que impulsando leyes como “Aula Segura” (no sin apoyo de los partidos de la actual “oposición”) han eternizado la concepción del tabú de la violencia política, olvidando las causalidades que la hacen posible, por lo tanto, negando toda responsabilidad, negando la existencia “del otro”, con un discurso que habla mucho desde el capricho de normalizar las cosas “porque sí”, “porque no hay razones posibles para el comportamiento violento de una juventud desatada y cercana al anarquismo y al FPMR” como públicamente, los exponentes de las ideas derechistas, legalizados como autoridad, exhiben su analfabetismo político.
Los últimos acontecimientos alrededor del Instituto Nacional han sido: adelantar vacaciones (la misma estrategia usada contra el movimiento estudiantil el año 2011); realizar la reapertura académica, con presencia de los diputados del sector político del Alcalde y del Presidente, que por obvias razones fueron agredidos, entre otras cosas porque forman parte de la “comisión de educación”, donde no se resuelve (y quizás no se resuelva jamás) el tema de la gratuidad universal y la igualdad de contenidos cursados –con ello quizás se acabaría el negocio de los preuniversitarios; acciones como revisión de mochilas por parte de carabineros, y este día viernes 16 de agosto, revisión de carnet, para evitar que “ingresen infiltrados”. En ese escenario, los estudiantes evadieron el control de vigilancia, ingresando en masa al establecimiento, produciéndose violencia con profesores y apoderados que están contra todo tipo de movilización –Aquí se viene a estudiar y no a pensar, y si queda tiempo para eso está el ejercicio, afirmaba Pinochet- cuyo resultado a nivel mediático/comunicacional, amenaza con cerrar el año académico y hasta evalúan el cierre definitivo de dicho establecimiento.
Una cosa es clara, no solo se eluden responsabilidades, cuando se detiene a menores de edad que participan del conflicto político con la policía, se sabe que son estudiantes del propio institutoy que, por lo tanto, “no son infiltrados”, por lo que los argumentos de intervención policial, sostenidos por el Alcalde, no resisten análisis, al contrastarlos con la realidad. Otro punto, es que aquellas medidas han producido mayores niveles de conflicto en vez de apaciguarlos como pretendían. Por lo tanto, queda ese espacio inexplorado de comprender el fenómeno, más allá de sus opiniones políticas como autoridad, aunque la respuesta de “autoridad” es coherente con la forma de confrontar al movimiento estudiantil que tuvo Piñera durante el año 2011.
Otro antecedente que sirve para visualizar entre buenas y malas marchas. Las estudiantes del Liceo 1 de Niñas marcharon en apoyo a los estudiantes del Instituto Nacional y fueron golpeadas y detenidas por los carabineros, porque “no estaba autorizada”. El movimiento social patriota hizo una campaña gigantesca por aprobar Aula Segura, se les respeta las marchas sin permiso, hasta el punto en que se les escolta en vez de atacar, mientras que unas niñas, marchan por solidaridad y contra la misma ley mencionada, son golpeadas “por no tener permiso”.
La decepción generalizada con la democracia representativa y las elecciones, tiene que ver también con el incumplimiento programático y el silencio que guardan, irresponsablemente, aquellos representantes políticos que por historia y compromiso, en vez de callar debieran hacerse presente para frenar la violencia contra los menores de edad y normalizar la situación, mediante la transformación de los espacios educativos, como lo promovían en su calidad de líderes universitarios, políticos y sociales y pronunciarse contra la represión. Silencio que hoy, al igual que la tradición representativa en la política, se convierte en el abandono hacia los electores y hacia la agenda pública que está –o se espera que esté- en juego.
Por último, un elemento estético que no dejó de llamar mi atención, fue que un grupo de estudiantes “con su rostro cubierto”, colocaran un lienzo que decía “No + Violencia política, #NoMásEncapuchados” y luego lo quemaron al interior del liceo, en un gesto de teatralidad política de desacato a la autoridad.
Quizás a modo de una mirada general, parece ser que la deserción en las urnas se ha profundizado, al mismo tiempo en que han aumentado los movimientos sociales, y por lo tanto, también la conflictividad social y la violencia política.
- El autor es Cientista Político, licenciado de la Universidad Academia Humanismo Cristiano.
(1) La moda FlipFlap neonazi en Chile, ha pretendido tener presencia callejera aceptada por la sociedad civil, sin tener éxito en su empresa, públicamente desde el año 2006, donde se realizó la primera gran “contra marcha antifascista”, que podemos constatar en: https://www.movilh.cl/jovenes-skinhead-y-minorias-sexuales-marcharon-contra-violencia-neonazi-en-chile/