El mar es tan grande porque todos los ríos se vuelcan en él.
(Proverbio chino)
El que algunos asuman la responsabilidad de pensar los problemas de todos no es incompatible con que también todos piensen en ellos, al confrontar los que a cada uno le atañen.
En un proceso revolucionario, particularmente en sus inicios, es un requisito lógico el que quienes conforman su dirección tengan que asumir la definición tanto del estado de conciencia del momento histórico que están protagonizando como del objetivo perseguido con ese proceso. Ese es el rol que debe desempeñar lo que se denomina la vanguardia del movimiento revolucionario durante los momentos de la “libertad de” y el de la “libertad para”, utilizando las definiciones de los dos momentos de la libertad según Erich Fromm. En los procesos revolucionarios ocurridos ese rol lo desempeñaron partidos políticos o movimientos, a veces en solitario y otras conformando una alianza para lograr ese objetivo.
Conozco, por haber sido parte de él, el proceso revolucionario cubano, no desde sus inicios en 1952 sino que desde unos dos meses después de haberse logrado el triunfo insurreccional. Así y todo, descubrí que desde sus inicios su líder máximo, Fidel Castro, centró todos sus esfuerzos en lograr la unidad política de quienes estuvieran en contra de la dictadura batistiana y su máxima ampliación posible a los efectos de poder realizar las transformaciones económicas, políticas y sociales que motivaban la insurrección. Como es bien sabido, ese esfuerzo terminó en la creación de un partido político revolucionario único que a partir de 1965 se definió como marxista-leninista.
Ya consolidado el socialismo en Cuba, los cubanos aprobaron una constitución política en la cual se reconoce al partido único, ahora denominado Comunista de Cuba, como “vanguardia” de la sociedad y por tanto con la responsabilidad de guiar su desenvolvimiento.
Al definirse este partido político como constituido por los mejores ciudadanos y ciudadanas del país, implícitamente está expresando que engloba solamente una parte minoritaria de toda la población nacional. No obstante, uno de sus postulados es que no solamente representa a la totalidad, sino que, además y para lograrlo, debe necesariamente mantener una permanente vinculación con ella a los efectos de poder representarla adecuadamente en su quehacer como vanguardia. La historia reciente ha demostrado que países denominados socialistas, entre ello nada menos que el primero y más poderoso en la historia, como fue la Unión Soviética, fallaron en cumplir esta condición y desaparecieron como tales a consecuencia de sus problemas internos no resueltos, vale decir que sus respectivos partidos comunistas fallaron en el cumplimiento de su razón de ser y por consiguiente, de su misión principal.
La famosa tesis de Hegel de que “ todo lo real es racional”, y si es real es por consiguiente necesario, defendida por Engels en su libro “ Ludwig Feuerbach o el fin de la filosofía clásica alemana ” y utilizada para explicar la necesidad de una nueva realidad cuando la anterior deviene innecesaria, es también lapidaria cuando se contempla como una determinada realidad denominada socialista desaparece de la historia en ciertos países porque ha dejado de ser real, precisamente por el grado de irracionalidad alcanzado.
Digamos en términos cibernéticos que el sistema social implantado, desprovisto de reguladores adecuados, se desintegró en su funcionamiento precisamente por las características propias que llego a tener el sistema.
Cuba, para su proceso de transformación revolucionaria, estableció un sistema socialista diseñado sobre la base del existente en la URSS y además se integró por voluntad propia a lo que por entonces se llamaba el campo socialista. Durante treinta años estableció un patrón de desarrollo económico basado en esa vinculación estratégica. Como es sabido, prácticamente de la noche a la mañana el socialismo desapareció en Europa y Cuba se encontró no solamente políticamente aislada, sino que además con sus relaciones económicas internacionales cortadas en un 80%. Veinte años le costó reponerse de este devastador trauma durante el cual sobrevivir implicaba mantener el orden de cosas interno con que había llegado hasta ese momento, pero consciente de sus limitaciones e ineficiencias reveladas precisamente al desaparecer sus otrora vinculaciones con los países socialistas de Europa. Recién en el 2011 el Partido Comunista de Cuba le propuso a todo el pueblo hacer una crítica del denominado modelo existente de la economía socialista cubana, proceso que dio origen a los conocidos 311 lineamientos para su corrección.
Pasados ya casi un quinquenio desde su aprobación popular, solamente 21% de ellos han sido establecidos, lo que revela que un proceso de deshacer un tipo de organización social para implementar otro es mucho más difícil de lo que se pensaba, a pesar de la voluntad de hacerlo. En verdad, es tal el enmarañamiento de leyes, decretos, resoluciones y practicas acumuladas y sobrepuestas durante más de medio siglo que configuran un virtual nudo gordiano, a lo cual hay que agregar la firme decisión del Gobierno de no afectar el nivel de vida de la población mediante soluciones tipo “medidas de choque” como las que recomiendan el FMI o el Banco Mundial. Y no está de más agregar a lo dicho el dominio de una cultura propia de socialismo burocrático formada durante más de medio siglo, lo que constituye un periodo histórico suficientemente largo como para que se forme.
El haber aceptado las opiniones de todos los cubanos interesados para definir cómo es que quieren que funcione el socialismo cubano, fue una expresión de apertura del Partido Comunista de Cuba que arrojó como resultado una definición de los objetivos a lograr por una sociedad socialista, con lo cual fueron definidos los requisitos a cumplir por el nuevo sistema económico a instrumentar. En otras palabras, los cubanos han establecido lo que a su juicio es necesario en la nueva realidad que se proponen lograr. Y para que así sea, debe ser racional si es que se pretende que exista y cumpla los objetivos propuestos.
El quid pro quo de la cuestión es lograr la compatibilidad entre los procedimientos operativos que se establezcan y los objetivos propuestos. Semejante tipo de problema no se resuelve de una vez y en ciertos casos, como lo demostraron la Unión Soviética y los demás países socialistas de Europa, finalmente no se llega a resolver.
Durante los 73 años que existió la Unión Soviética los militantes de los partidos comunistas en el mundo se acostumbraron a la idea que difundía el Partido Comunista Soviético de que ellos, los soviéticos, habían logrado diseñar la nueva sociedad pronosticada por Carlos Marx y que esa era la solución general para los demás países que hicieran una revolución. En verdad, hay que reconocer que bajo el liderazgo de Lenin se abocaron a diseñar un nuevo tipo de sociedad, adentrándose en lo desconocido fuera de ciertas ideas generales como la eliminación de la explotación capitalista, a sustituir por otro sistema económico planificado en el cual todos los trabajadores serian recompensados por su trabajo bajo el principio de a cada uno según su capacidad y a cada uno según su trabajo, con un sistema político democrático pero liderado en exclusividad por un partido marxista organizado por Lenin. Tuvieron logros portentosos, pero finalmente fracasaron.
El momento histórico actual en que los cubanos se proponen revisar, en el sentido de rediseñar su sistema económico, sabiendo que con ello inevitablemente van a alterar tanto la estructura de su sociedad como su superestructura, es peculiar. Ya no hay país socialista líder con respecto al cual toda realización era examinada y evaluada, sino que solamente cuatro países considerados socialistas, cada uno de los cuales, evolucionando a su manera y según sus criterios, sin pretensión de imponérselos a otro. Por otra parte, los Estados Unidos, el enemigo estratégico de la Revolución Cubana, ha ofrecido el ramo de olivos y el propósito de normalizar sus relaciones. Por consiguiente, los cubanos están en plena libertad de definir como quieren que sea y funcione su sociedad en el futuro.
Entre el 21 el 23 de abril próximo los comunistas cubanos celebrarán su próximo Congreso durante el cual definirán la “conceptualización” de su nuevo modelo económico. Si a continuación volvieran a consultar a toda la población sobre ello, como lo hicieron cuando el proyecto de lineamientos para reformar al sistema económico vigente, y recogieran el parecer de los consultados en la versión final, pasarían a la historia: por primera vez el diseño de un nuevo sistema económico seria el resultado de la participación democrática de toda la población de un país.
Carlos Romeo
La Habana, 1 de marzo del 2016