La detención del exmandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se ve cada vez más difícil y riesgosa. ¿Qué ocurrirá? Fuentes periodísticas señalan que más de quince mil personas lo resguardan en el sindicato metalúrgico en Sao Bernardo do Campo, en Sao Paulo, mismo lugar donde se forjó como dirigente y mismo lugar donde la dictadura brasileña entró a detenerlo en 1984.
El expresidente pasó la noche en el sindicato metalúrgico y tomó la decisión de permanecer en el lugar y no entregarse a la justicia, en contra del ultimátum que le fijo el juez Sergio Moro, que le impuso como plazo hasta hoy viernes a las 17 horas.
Las horas han pasado y la detención no se produce.
Lo que si ha ocurrido es el deterioro creciente del sistema político brasileño y el aumento de las tensiones sociales y políticas en el país.
El debate en torno al juicio de Lula da Silva continúa, y las consecuencias del rechazo al habeas corpus por un Tribunal son aún impredecibles y obligan a seguir con atención los acontecimientos.
Los días previos a la resolución judicial, “oficiales de las FF.AA. pasaron a manifestarse abiertamente en favor de la prisión de Lula. Hasta el mismo comandante en jefe del Ejército se sumó al coro, diciendo que la institución no aceptaría que la Justicia sea tolerante con la corrupción. Esto representa la repolitización de las FF. AA” señala Emir Sader, sociólogo y cientista político brasileño, en una columna de opinión, y agrega Sader que todo ha sido una “fantástica farsa jurídica alrededor de un departamento que nunca fue de Lula, que acaba de ir a subasta, con lo recaudado para la empresa que es la real propietaria del inmueble. Con ello se generó un proceso absurdo, sin pruebas, con una condena en base a las “convicciones” de quienes lo acusan como enemigo político”.
Por su parte, Pablo Gentili, investigador social y docente en Río de Janeiro, contextualiza lo ocurrido con Lula da Silva cuando señala que “Los dueños del poder no perdonan cuando pierden. Por eso, cuando les arrebatamos, aunque sea un pedacito de su poder, debemos andar con cuidado. Porque es en ese momento que los dueños del poder se dan cuenta que podemos ser más peligrosos de lo que parecemos. Y se prepararán para destrozarnos. Los dueños del poder no aceptan perder”.
Ambos intelectuales concuerdan que lo que persigue el poder y la derecha es impedir que Lula da Silva sea candidato presidencial y pueda triunfar en las elecciones como ya lo señalan las encuestas que lo sitúan como el eventual candidato con mayor aprobación.
Todo indica que Brasil vive tiempos turbulentos.
En lo inmediato, se hace imperativo rescatar un par de lecciones. Como señala Pablo Gentili: “los dueños del poder saben que el mejor aprendizaje para desmoralizar y desmovilizar a los que luchan por un mundo más justo es producir temor y frustración, la implacable sensación de que todo está perdido”.
Y la segunda enseñanza, recordada por el mismo Gentili, y vinculada a la historia de nuestro país: “Los dueños del poder no perdonan. Especialmente, cuando pierden. Los dueños del poder saben el riesgo que corren. Y no se andan con vueltas. Embisten con todas sus fuerzas, no desperdician la oportunidad, se organizan y despliegan todas sus estrategias de guerra y manipulación. Nunca se defienden, siempre atacan”.
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