Por Carlos Romeo
La Fundación Bacardi, la del productor de ron, que una vez, hace ya mucho tiempo, lo fabricaba en Santiago de Cuba, ha decidido promover un plebiscito en Cuba para que el sufrido y cautivo pueblo de Cuba, obligado por sus Dirigentes a pelear 15 años en Angola y derrotar a las fuerzas Sudafricanas de la época del apartheid y a aguantar 55 años de fracasado bloqueo económico, reconocido por Obama, así como agresiones de todo tipo nada menos que de los EE.UU., decida libremente que tipo de organización política quiere en su país.
A la cabeza de esta iniciativa, la citada Fundación, ha designado a una joven cubana cuya significación política le ha sido concedida por factores genéticos, toda vez que es la hija de un disidente muerto hace ya varios años en un accidente de automóvil que era conducido por un joven dirigente político de la derecha española, accidente que el inefable Almagro, Secretario General de la OEA, pide que sea investigado de manera independiente dada la poca fiabilidad de las autoridades cubanas, las que, según se especula, habrían tenido poderosas razones para matarlo. En efecto, el disidente de apellido Payá, habría logrado una solicitud de 10.000 firmas para cambiar la Constitución de la República de Cuba, votada por casi el 100% de sus electores en 1976 cuando su población era de 10 millones de habitantes. Las cifras son elocuentes por sí mismas. Propuesta apoyada con entusiasmo por un tal Rubio, senador norteamericano de origen cubano por sus padres, un político de éxito mediático, pero poco dotado por la naturaleza en materia de ideas significativas.
También en Venezuela se aprecia la manifestación del ridículo en política cuando el Presidente Trump, en uno de sus arranques ejecutivos, amenazó a los venezolanos con todo tipo de represalias si se atrevían a elegir el próximo 30 de este mes de julio a los miembros de una Asamblea Constituyente para modificar su actual Constitución de la Republica, sin dejar de mencionar otro “diktat” imperial, esta vez para los norcoreanos, por haberse atrevido a disparar un cohete, de alcance intercontinental, según dicen, toda vez que ellos también saben cómo fabricar bombas atómicas, al igual que los norteamericano, rusos, chinos, ingleses, franceses, paquistanis, hindúes y casi seguramente también los israelitas.
Cuando Roma ordenaba, hacia cumplir sus deseos enviando a sus legiones hacia donde quería que se cumplieran. Los romanos no practicaban una política ridícula, como los ladridos de un perro que no se atreve a morder. Se dice que la política es el arte de lo posible y según Hegel, todo lo real es racional en la medida en que sea necesario y solamente se logra lo posible cuando las condiciones existentes demuestran que lo real ya no es racional. O dicho en términos de un proverbio inglés: la prueba del pudin es comérselo. Esperemos y veremos si los acontecimientos ocurren según los planteamientos de políticas aparentemente ridículas.
La Habana, 25 de julio del 2017