Por Carlos Romeo
No es la primera vez. Cuando las circunstancias por las que atravesó la Revolución Cubana en sus comienzos llevaron a que el Estado asumiera la propiedad y el control de la mayor parte de la economía cubana durante los primeros años de la década de los años sesenta del siglo pasado, se estableció en el país un socialismo que, si bien en sus rasgos generales se copió del existente en los países socialistas de Europa, en su ejecución jugaron un papel cada vez más trascendentes concepciones de los propios cubanos tratando de construir un socialismo como ellos lo concebían. Los principios básicos de la Revolución Cubana, de crear condiciones para la mayor igualdad posible de todos sus habitantes, llevó a una situación que el propio Fidel Castro describió diciendo en 1975 que “¨…En la conducción de nuestra economía hemos adolecido indudablemente de errores de idealismo y en ocasiones hemos desconocido la realidad de que existen leyes económicas objetivas a las cuales debemos atenernos. ¨
Confrontados a resultados negativos, en los primeros años de la década de los años setenta se procedió a definir y establecer un nuevo modelo económico que en este caso era, efectivamente, el que imperaba en los países socialistas de Europa y que básicamente ha perdurado hasta el presente.
La implosión del socialismo en Europa al terminar la década de los años ochenta del pasado siglo les demostró a los cubanos dos cosas esenciales. En primer lugar, que ese modelo de socialismo tenia graves fallas de diseño que lo llevaron a su desintegración y, en segundo lugar, que por ello era necesario crear un modelo propio ajeno a ser copia de otros, particularmente de los que habían fracasado en ese propósito.
No fue el resultado de discusiones teóricas e ideológicas lo que llevo a los cubanos a plantearse la necesidad de volver a diseñar su modelo económico y social cuando rebasaron el trágico y muy duro periodo especial que vivieron a consecuencia de la desaparición del llamado campo socialista con el cual habían vinculado su economía, si no que una autocrítica de los resultados logrados hasta entonces. Con valor y honestidad, tanto el Partido Comunista Cubano como su Gobierno debieron reconocer que de una fuerza de trabajo de poco más de 5 millones de trabajadores, un millón de ellos sobraban en el sector estatal de la economía nacional y que habría que despedirlos, así como que después de dos reformas agrarias, el Estado era incapaz de utilizar el 42% de las tierras que controlaba. La necesidad de autorizar que quienes fueran a ser despedidos pudieran trabajar por su cuenta y que se entregaran tierras estatales en usufructo a quienes quisieran y pudieran trabajarlas, determino que resultara objetivamente necesario definir un cambios sustancial de criterio de lo que era una economía socialista al establecer la coexistencia de un sector económico estatal con uno privado dedicado a realizar lo que no podía hacer el Estado pero que era necesario según lo demandaran los cubanos.
A estos dos nuevos criterios a los efectos de definir una economía socialista en Cuba, se le agrego el reconocimiento de que sin inversiones extranjeras en Cuba el país no podía elevar el ritmo de su crecimiento económico del orden de un 2% anual, debido a que el Estado necesitaba la mayor parte del excedente económico que generaba para financiar los servicios públicos tales como educación, salud, asistencia social, asequibles gratuitamente a toda la población y a los cuales hay que sumar los gastos para la defensa nacional.
Sector estatal, aun dominante, más sector económico privado con inversión extranjera en Cuba, no dejarán de producir cambios en la estructura de la sociedad cubana, requieren de una nueva legislación, y provocaran un cambio en la cultura de los cubanos, ante todo económica, pero también en otras esferas, como aceptar que habrá inevitablemente una minoría de empresarios cubanos relativamente más ricos que el resto de los cubanos que seguirán siendo trabajadores para el Estado o para esos nuevos empresarios privados. ¿Cuánto más ricos y cuántos serán esos ricos? Son cuestiones a definir por los propios cubanos en el futuro que están estableciendo, así como el rol que en ese escenario desempeñaran los cubanos que aun viviendo y trabajando en el extranjero, unos dos millones, al repatriarse adquieren los mismos derechos de los residentes en la Isla.
A nuestro entender, en este caso por un testigo y modesto participante de lo sucedido en Cuba durante todas estas diferentes etapas, esta es la temática central que están discutiendo en estos días los miembros de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba.
En realidad, los cambios ya han sido decididos. De lo que se está tratando es de que todos los cubanos tomen conciencia de las implicaciones que tendrán.
La Habana, 1 de junio del 2017