Por Carlos Romeo
Hoy, 30 de marzo del 2017, el periódico El Nuevo Herald, de Miami, publica la siguiente noticia:
“El presidente de la Comisión de Política Exterior del Parlamento venezolano, el opositor Luis Florido, informó el miércoles que sostuvo una reunión con el senador estadounidense Marco Rubio y que acordaron “unir esfuerzos” para que se convoquen unas elecciones generales en Venezuela…” …“El diputado pidió el martes en la OEA, minutos antes de que empezara la sesión, que se aplicara la Carta Democrática a su país.”
Al leerla no podía dar crédito a lo que relataba. Creo que nunca durante mi larga vida he sabido de acciones de este tipo, que miembro del Parlamento de un país soliciten a políticos extranjeros que actúen en el marco exterior que les corresponde, a los efectos de intervenir en la lucha política interna de su propio país. Estas acciones, inconcebibles desde un punto de vista moral y ético, son la expresión de la renuncia a la soberanía de su país en aras de lograr objetivos partidarios. En otras palabras, una traición a su propia patria.
Otra noticia en el mismo periódico y el mismo día, informa:
“Es un golpe de Estado, y quiero que el mundo nos ayude y los medios nos ayuden a decirlo con todas sus letras: en Venezuela Nicolás Maduro dio un golpe de Estado”, aseveró el presidente de la AN (Asamblea nacional), el opositor Julio Borges, en una rueda de prensa desde el Palacio Legislativo.” …..
… “La Fuerza Armada venezolana no puede seguir callada frente a la ruptura de la Constitución. Sabemos que la inmensa mayoría de los oficiales (…) están en contra del caos que sucede en Venezuela”, dijo Borges.
A confesión de parte, relevo de pruebas. La mayoría de la Asamblea Nacional de Venezuela no tiene fuerza política alguna y, por tanto, debe pedir apoyo, no a su propio pueblo que dice representar, si no que a políticos de los EE.UU. y de otros países americanos, así como a los militares, tal como se acostumbraba durante la Cuarta República en ese país.
Recuerdo lo que sucedió en Chile hace ya 44 años cuando Pinochet dio ese golpe de estado que causo miles de muertos, torturados, encarcelados y desaparecidos. ¿En dónde estaban en aquellos días y que hicieron los senadores norteamericanos y la OEA, con su “vocación democrática” que avaló invasiones norteamericanas a países latinoamericanos y cuanta dictadura se estableció en el continente? Por algo, además de una conveniencia operativa, la OEA tiene su sede en Washington DC.
Sabemos, y desgraciadamente la historia de América Latina está llena de ejemplos, que las fuerzas armadas nacionales han sido y siguen siendo el garante final del orden político-social de todo país. La eventual respuesta al llamado que Borges le hace a la Fuerza Armada Bolivariana dependerá precisamente de la concepción vigente en ella del contenido y objetivos del proceso revolucionario que se desarrolla desde hace 18 años en ese país. En este caso, que el Ministro de la Defensa de la República Bolivariana de Venezuela, integrante del gobierno del Presidente Maduro, sea al mismo tiempo el general que comanda esas fuerzas, es objetivamente ilustrativo al respecto.
Se reitera una vez más lo que Lenin decía, que lo fundamental en todo proceso revolucionario es el control del poder político en donde se está haciendo una revolución.
La Habana, 30 de marzo del 2017