YOLANDA

Cristian Cottet

Esto no puede ser no más que una canción

Un poco meditabundo, un poco atento a lo que sucedía, ese especial día caminaba por El Malecón, en La Habana. Si me pidieran elegir un paseo en alguna ciudad, elegiría El Malecón… Estos desvaríos me llevaron a una pequeña calle y desde lejos escucho a Pablito y su “Yolanda”, me acerco medio contento medio inquieto, donde estaba esa casa que ponía la música tan fuerte y en menos de unos minutos descubro desde donde brotaba la música. Puerta abierta no prohíbe, pensé y dirigí mis pasos a la entrada de la casa, pero la música venía del segundo piso, subí, me acerco a una puerta y ahí, enfrente de mí, con los ojos a medio cerrar, Pablito canta. ¡Si, era Pablito cantando “Yolanda”! Quedé petrificado y ahí caí en la cuenta que estaba en el estudio de Pablito, o algo por el estilo. Nada me provocaba al movimiento…. Solo un señor que me hacía gestos un poco exagerados para que no interrumpiera, que no moviera ni un pelo, que me hiciera invisible.

Terminó el bello tema y Pablito conversa con un par de músicos. Yo estoy petrificado, no entiendo, no lo creo. No hago gestos ni nada y Pablito se acerca. ¿Quién eres? Me pregunta. Nada, nada, disculpe, lo importuné, soy Cristian, Cristian Cottet, soy chileno, yo… Todas las torpezas que he dicho en mi vida (y no son pocas) quedaron disminuidas con las emitidas ese día. Yo conozco una Yolanda, digo. Dicho esto me arrepiento de haberlo dicho… Pablito me mira y pregunta ¿Tu eres chileno? Si, si, si… Estoy en La Habana por la Feria del Libro… ¿Eres escritor? Si, estoy en la delegación de Chile… ¡Ves que eres chileno! Si no se me va uno…. ¡Negro ven, aquí hay un hijo de Neruda! No, no, no… yo no soy hijo del poeta. No te preocupes a los poetas chilenos les decimos así y este negro dice que es poeta pero le tenemos con el violín.

Conversamos de mi país en medio de las instrucciones que daba el hombre que movía sus manos cuando me vio. Mañana cantamos en el Carlos Marx, ¿lo conoces? Si, si. Respondí y salí de esa casa sin creer lo que me tocaba vivir. Volví al Malecón. Volví lagrimeando a la Feria del Libro. La emoción, la emoción del tema y de la providencia por estar allí.

Esa noche narré mi experiencia a Nancy y Silvio, la pareja donde vivía durante mi estadía en La Habana. Al día siguiente me fui por Quinta Avenida al Teatro Carlos Marx. Acompañado de mis queridos amigos llegué a sentarme en primera fila para escuchar el recital de Pablito. Yolanda, ella, estaba sentada a mi lado izquierdo. En justicia, yo estaba sentado al lado derecho de Yolanda.

¿Las entradas? Nancy y el Negro Silvio nunca me dijeron de donde las sacaron.