VENTURAS Y DESASTRES

Por Cristian Cottet

14 de octubre 2019
La empresa de transporte de personas, Tren Metropolitano, anuncia que el costo del transporte subirá en treinta pesos. La poblada sale a la calle, se organiza, literalmente se toman los espacios de las oficinas del Metro. Los primeros son los estudiantes, los secundarios, los universitarios le siguen. Detienen la circulación en las calles, se empodera el concepto “evadir”, que refiere a no cancelar el costo del boleto.
En Trinidad, calle que cruza la Avenida Benjamín Vicuña Mackenna son cerca de las 17 horas, se escuchan bocinazos entre los gritos de una muchedumbre cercana a los miles, me acerco a los bocinazos.

15 de octubre 2019
No sé qué vamos a hacer, esta semana ha llegado hasta la puerta de mi casa dos veces una patrulla de carabineros, la primera para notificarme que debo partir con ellos para cumplir una condena de 15 días de reclusión nocturna por vender libros en la calle (en chileno, vendedor ambulante). Me comprometí con el «funcionario» a cancelarlo ese mismo día así que partí a conseguirme los recursos. Mi lógica era un cajero a la mano, no, es muy exagerado, vender más libros, tampoco porque me pasarían otra multa, entonces una bomba de bencina, no, mejor opté por encalillarme con Dorita, ella me salva, pensé, pero estaba en la playa, entonces recurrí a un par de amigos/colegas que también venden en la misma estación del metro que yo. Con el dinero en la mano partí a cancelar la multa.

21 de octubre 2019
La población se manifestó, se escucha el silbido de las balas, tenemos un helicóptero de la policía sobre los techos y árboles, esto es conmovedor, me lanzo bajo un automóvil abandonado, estoy en un enjambre de balas y nuevos amigos corriendo. Soy un aventajado y salgo entre ramas y silbidos de balas. Un muchacho me dice: “Tírese al suelo tata” y yo le respondo “Tu abuelo será un tata, pendejo” y salgo para correr hasta mi casa. En esta jornada de lucha se me engancho y rompió la camisa nueva. Cuando me enamore voy a pedir la mano de una mujer triste que sepa coser y yo le prepararé una cazuela en una olla chilena.

18 de octubre 2019
La olla es un instrumento fundamental en la preparación del alimento de la casa chilena, en los años 70 las mujeres del barrio alto salieron a protestar contra el gobierno del presidente Salvador Allende y para reforzar estas protestas se acompañaban de un sonoroso golpeteo de estos instrumentos de cocina. Especialmente se reunían en los bordes de lo que hoy reconocemos como Plaza Italia. Las viejas con sus abrigos de piel llevaban a sus trabajadoras de servicio.
Estas señoras, a las cuales no les faltaba alimento, gritaron golpeando sus ollas para “denunciar” sus carencias nutricionales, eran los tiempos donde el Compañero Presidente se paseaba por las calles del centro sin que nadie lo interrumpiera. Ese Chile se interrumpió con el más feroz de los golpes de Estado. Vinieron los fusilamientos, el exilio, los detenidos desaparecidos. El periodo de 1973 adelante gobierna el oscurantismo y a las viejas pitucas no se les toco un pelo (teñido, por lo cierto) y por cierto la olla salió nuevamente a la calle, pero ahora eran los pobladores, los miles de pobladores preparando esa “olla común” que alimentaba los niños y los pobladores. Se recolectaba verduras en la feria, se hacia una fila y esa olla popular alimentaba. Nuevamente era una acción política. Era una contracultura nacida de lo más profundo de su ser. La olla que alimentaba de solidaridad y por la noche esa misma olla mutaba a un muchacho con capucha para no ser reconocido mientras acopiaba combustible o neumáticos para el génesis de la protesta, los helicópteros observaban desde el mismo cielo que hoy nos observa. Estamos en otro siglo, otro tiempo y la olla vuelve con otro contenido y herramientas.
Los estudiantes, los trabajadores, los enfermos y los desencantados del sistema económico vuelven a la olla para protestar. Pero ¿cuáles son las reivindicaciones más profundas de estas protestas? Es claro que no es un Paris, ni una revolución. Desde hace mucho se han acumulado reivindicaciones que cuesta reconocer.