UNA HISTORIA QUE HAY QUE CONOCER

Por Carlos Romeo

Érase una vez un pequeño país en el Caribe que después de más de medio siglo desde su independencia política formal tuvo que sufrir una dictadura de hecho, aunque disfrazada de democracia al estilo de las que promueve la OEA. Pero sus habitantes descubrieron gracias al ejemplo de jóvenes educados en el pensamiento de su héroe nacional que los había convocado y organizado para luchar contra el poder colonial que todavía los dominaba al finalizar el siglo XIX, que era posible no solamente derrocar al tirano de turno, sino que, además, establecer un nuevo tipo de humanismo para todos sus habitantes.

Triunfaron después de seis años de lucha mediante la cual los civiles lograron derrocar a las fuerzas armadas que sostenían al dictador. Una vez en el poder, los jóvenes revolucionarios empezaron a llevar a cabo el programa de transformaciones que le habían propuesto a su pueblo y para lo cual había que cambiar muchas cosas.

Rápidamente los que dominaban la economía nacional, que dicho sea de paso habían convivido sin problemas con la dictadura derrocada, se opusieron a las transformaciones que los jóvenes revolucionarios le habían prometido a su pueblo y que empezaron a realizar. Pero además, el gran vecino del Norte para quien más importante que la verdadera naturaleza del gobierno que había sido derrocado era su sumisión a su política internacional y a sus interese económicos, también expresó su desacuerdo con lo que los jóvenes revolucionarios habían empezado a hacer, y a muy poco andar, no solamente le brindo todo su apoyo a la oposición de los terratenientes y empresarios si no que inicio agresiones directas y cada vez más fuerte en contra de ese nuevo gobierno que se autodefinía como revolucionario.

Los acontecimientos se fueron sucediendo de manera acelerada. En la medida en que terratenientes y empresarios se refugiaban en el gran país del Norte a la espera de que interviniera y volviera a establecer la “normalidad” en ese país ahora en estado de revolución, los jóvenes dirigentes revolucionarios con el apoyo de una abrumadora mayoría del pueblo, se incautaron de esas empresas abandonadas ( ya habían hecho una reforma agraria por la cual ya nadie podía poseer más de 700 hectáreas) y en no más de dos años industrias, bancos, comercios, empresas de transporte, incluyendo las que eran propiedad de ciudadanos del país del Norte, estaban en manos del Estado. Pero todo el país también estaba sometido a un estricto bloqueo económico y financiero por parte del vecino del Norte, con lo cual no quedo otra alternativa que repartir por igual y entre todos, lo poco que se podía producir e importar desde nuevos países amigos.

Se llegó hasta la confrontación armada, primeramente, mediante una fuerza invasora conformada por los que se habían marchado, armada, preparada, organizada y transportada desde el país del Norte y como fracaso en su intento, al año siguiente se preparó otra, pero esta vez por parte de las fuerzas armadas del país del Norte, que se pudo impedir porque ya en el pequeño país caribeño se habían emplazado cohetes con cabezas nucleares que apuntaban hacia el Norte. Por suerte impero la cordura.

Esta historia sucedió hace ya más de medio siglo. El pequeño país caribeño sigue independiente y lo sigue siendo porque se tomaron las medidas que había que tomar cuando hubo que tomarlas, sin vacilación y sin temor a que se agudizara la confrontación. Uno de esos jóvenes dirigentes, conocido como el Che, lo dijo, que en una revolución verdadera se triunfa o se muere, y por ello el lema de esos revolucionarios hasta el día de hoy ha sido “Patria o Muerte”.

Les quiero contar esta historia a los revolucionarios venezolanos toda vez que están viviendo una experiencia que me trae a la memoria estos acontecimientos que cuento y que me tocó vivir. La historia pareciera repetir un guion ya conocido.

Una última recomendación. Lo que hay que contar no es la fuerza del enemigo si no que cuántos de ellos perderán la vida si los atacan. Eso es lo que ellos cuentan. Y para conquistar un país que sabe defenderse, más que cohetes y bombas, hacen falta hombres que, como sabemos, son mortales.

La Habana, abril del 2017