EL PAÍS REQUIERE DE POLÍTICAS ANTICÍCLICAS

En julio, el último dato mensual conocido antes de presentarse al Congreso el proyecto de ley de presupuesto del año 2017, el indicador mensual de actividad del Banco Central (Imacec) anotó un crecimiento en doce meses de 0,5%, lo cual lleva a un incremento acumulado en lo transcurrido del año en comparación con los mismos meses de 2015, de 1,72. La actividad minera se contrajo en 3,1% y la minera solo creció en un reducido 0,8%. El ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, al referirse a este bajo crecimiento reafirmó su proyección de 1,75% como promedio del producto anual, que sería así más de medio punto porcentual inferior al ejercicio precedente e incluso menor al de 2014. De cumplirse la proyección ministerial el producto promedio de los tres primeros años de la actual administración sería de solo 2%.

El informe de política monetaria del Banco Central (IPoM) de septiembre confirmó esta baja evolución de la economía. Su estimación de crecimiento para este año fue similar a la efectuada por el titular de Hacienda, ya que la ubicó en un rango de 1,5% a 2%, cuyo punto intermedio es precisamente de 1,75%. Y para 2017 lo redujo a 2,25% promedio cuando su proyección en el informe anterior era de 2,5%. “De darse este escenario –subrayó el presidente del instituto emisor, Rodrigo Vergara- la economía completará cuatro años de crecimiento promedio anual en torno al 2%. Ciertamente –agregó- esto no es satisfactorio. Es algo (…) que debemos asumir como prioridad”. Sin embargo, el IPoM solo constató la situación cuando el país requiere de políticas anticíclicas para salir de un largo período en que el producto efectivo crece menos que el de tendencia, que el IPoM lo redujo de 3,5% anual a 3,2%, como consecuencia de una inversión productiva que ha sido por tres años negativa. El informe consideró que este año nuevamente caerá en 1,5% constatando que la construcción está reduciéndose “más de lo esperado”.

“Es evidente –afirmó Vergara- que ni la política monetaria ni la fiscal puedan eliminar el ciclo económico”, pero también es indiscutible que particularmente la fiscal puede incidir notoriamente sobre él, como ya se demostró al enfrentar la recesión el año 2009. Esa necesidad se refuerza cuando, como constató el IPoM, “los datos sugieren que la convergencia al crecimiento de tendencia durará más de lo previsto”.

La demanda interna en 2016 crecerá apenas un 1%, influido por la reducción en la formación bruta de capital fijo, que considera además de la construcción a las maquinarias y equipos. “Esa inversión a la baja –anotó Mario Marcel, consejero del Banco Central-, por un lado debilita la demanda y por otra debilita el crecimiento futuro”. A ello se suma, como señaló el informe, que “el mercado laboral se ha deteriorado gradualmente”, como consecuencia del incremento de la tasa de desempleo, que en el trimestre móvil mayo-julio creció 7,1%, con un incremento en relación a los mismos meses del año anterior de medio punto porcentual. Esa es la desocupación abierta. La mayor parte del aumento en el empleo se produce en el denominado “trabajo por cuenta propia”, que en una proporción significativa es cesantía disfrazada, que registra la cifra más elevada desde que en 2010 se entrega la Nueva Encuesta Nacional de Empleo. De otra parte, los ingresos laborales, de acuerdo a las cifras de la Cámara de Comercio de Santiago, a mediados del año crecían casi a la mitad de los ritmos que registraron en 2014 y 2015, constituyéndose en los “más bajos” desde la crisis económica de fines de la década pasada. “Los salarios reales –constató el IPoM- siguen expandiéndose debajo de sus promedios históricos (…)”. Todo ello influye poderosamente en el bajo nivel del consumo.

El bajo crecimiento de la actividad económica –sostuvo Rodrigo Vergara- “hace cada vez más prioritario que como país profundicemos nuestro análisis sobre aquellos elementos internos que podrían estar frenando nuestro crecimiento”. Sin duda, ello es necesario. Hay mucha constatación del efecto negativo de diferentes factores externos. Vergara desde luego hizo referencia al impacto que lo acontecido en el resto del mundo tiene necesariamente en una economía pequeña y abierta como la chilena, con fenómenos como la caída en la cotización del cobre que el IPoM estimó promediará en el año US$2,15 la libra, siendo determinante para que los términos de intercambio del país vuelvan a descender en un 1,7%, después de caer en 2015 un elevado 4,5%. Destacando como otro ejemplo la baja experimentada por la inversión minera, la cual descendió desde que alcanzó a un 8,8% del PIB en 2013. El escenario base del Banco Central no contempla deteriores adicionales en el panorama externo, no esperando tampoco un repunte significativo de la actividad y la demanda.

Se considera la situación descrita como un dato sobre el cual no se actúa, cuando determinados hechos no tienen por qué ser inmutables. Por ejemplo, la apertura externa exige plantearse la problemática de la apertura irrestricto de la cuenta de capitales de la balanza de pagos. En cuanto a los factores internos en la asfixiante campaña de los grandes medios de comunicación se habla solo de la incertidumbre existente, que constituye un fenómeno real, en no poca medida estimulada por las interesadas campañas propagandísticas en tal sentido.

Ahora bien, es necesario también detenerse en los factores de política económica, responsabilidad del Estado, que inciden o pueden hacerlo en los planos monetario, fiscal y cambiario. Los datos entregados por el Banco Central confirman que el país viene creciendo sostenidamente desde hace cuatro años por debajo del nivel en que lo hacen los factores productivos, Por tanto, crecen los recursos factibles de destinarse a la producida de bienes y servicios sin emplear. Se produce el fenómeno conocido como recesión de crecimiento. Por ello la necesidad de aplicar políticas anticíclicas, buscando revertir esta situación. La tasa de política monetaria que durante un largo tiempo ha mantenido el instituto emisor de 3,5% nominal anual en términos reales ha sido negativa si se considera la inflación de todo ese lapso, para beneficio de la banca comercial. Su impacto, como muestran los hechos ha sido reducidísima sobre la actividad económica. Es la misma realidad que se vive a nivel mundial, con los principales bancos centrales teniendo tasas de intereses cercanas a cero y un crecimiento en los países industrializados muy limitado, que ha llevado a definirlo como estancamiento secular o nueva mediocridad. Se confirma así la formulación keynesiana de que en etapas de reducido crecimiento la sensibilidad de la inversión para reaccionar a las tasas de intereses bajas es muy pequeña, a diferencia de los períodos de alto nivel de actividad.

En consecuencia, dado que el Banco Central considera prioritario “profundizar” en las causas internas del bajo crecimiento por ello es necesario que haga un análisis crítico de la política seguida, haciéndose la pregunta de por qué su tasa de política monetaria expansiva no produjo este efecto. La problemática, en cambio, estuvo presente en la Conferencia Anual organizada en Estados Unidos por la Reserva Federal de Kansas City. “La discusión fue dominada –describió Vittorio Corbo- por la preocupación de que a nueve años del inicio de la crisis financiera (…) las principales economías avanzadas todavía están atrapadas de una espiral de baja inflación y modesto crecimiento a pesar del uso agresivo de estímulos monetarios y financieros no convencionales impensados antes de la crisis, los que han llevado las tasas de interés de política a niveles cercanos a cero o derechamente bajo en términos nominales”.

Ello lleva necesariamente a reflexionar sobre su política cambiaria la cual hasta ahora consiste en dejarla entregada completamente al mercado, concentrando su atención en cómo influye sobre la variación de los precios. En cuanto a su evolución futura considera para su escenario base que se mantendrá en los niveles registrados al cierre estadístico del IPoM, pero constatando que ello “este sujeto a grados relevantes de incertidumbre”. El principal riesgo sobre la evolución esperada del tipo de cambio reside en la determinación que puede adoptar la Fed norteamericana de subir su tasa de interés de política. “Un comportamiento más agresivo de la Fed –afirmó Vergara- podría provocar un aumento significativo de la volatilidad global, afectando los precios de los activos, los flujos de capital y el valor de las monedas”. Ni una palabra sobre cómo actuar ante esta realidad. Ello se produce precisamente porque su decisión es no intervenir y seguir el curso que determine el mercado, lo cual condujo a que en un periodo experimentase “una fuerte depreciación del peso entre 2013 y 2015”, que fue el factor principal de niveles de inflación claramente por encima del objetivo máximo de su banda de fluctuación establecido en 4% anual.

Al contrario, en este momento es su evolución “un factor clave en el retorno de la inflación al rango de tolerancia”, proyectando que a diciembre el IPC sería en cifras anuales de 3,5%. Pero, ya en agosto el IPC en doce meses se ubicó en 3,4%, por un nulo incremento anualizado en el mes. En ello, además de la incidencia cambiaria influye la brecha existente entre la demanda interna y la acumulación de factores productivos no utilizados. Estas fluctuaciones, desde luego, afectan negativamente a aquellas activadas económicas, que son muchas, en las cuales el tipo de cambio tiene incidencia. Se requiere dejar de estar a merced de esta volatilidad y defender una paridad menos fluctuante que sea favorable para el sector exportador y mejore la competitividad de los productos nacionales frente a los que la sustituyen.

El presidente del Banco Central aprovechó su presencia en el Congreso en vísperas de la discusión del presupuesto 2017 para dar su respaldo a la procíclica política defendida por el ministro de Hacienda de la estricta aplicación de la regla fiscal, la cual el ministro Valdés sostiene no se “puede mover”. Vergara sostuvo también que no puede abandonarse, indicando que el supuesto de gasto fiscal utilizado en el IPoM “es de alrededor de 3%” al considerar “que la trayectoria del gasto público será coherente con la regla fiscal y con los anuncios del gobierno de seguir una senda de consolidación presupuestaria”. Añadiendo que “no hay recursos para profundizar las políticas sociales”.

El cuadro descrito exige actuar. No se puede aceptar pasivamente el bajo nivel de crecimiento proyectado por varios años ni determinados efectos adversos de fenómenos externos. Son necesarios, a lo menos, políticas fiscales anticíclicas; buscar defender la cotización del metal rojo en los mercados internacionales, aprovechando que Chile es el mayor productor; no mantener irracionalmente abierta la cuenta de capitales; tener una política cambiaria; trazarse una política de estímulo a la pequeña empresa y de defensa de la capacidad de consumo de grandes sectores de la población que se ven fuertemente afectados.

HUGO FAZIO

Septiembre del 2016