NO ACEPTES CARAMELOS DE EXTRAÑOS

Comentario de Aníbal Ricci

Los cuentos de este libro reúnen voces de mujeres y hombres, de niños y niñas, puntos de vistas excepcionales que delatan mundos distorsionados que nos rozan en nuestra cotidianidad. Personajes solitarios que tienen algo que contar, historias necesarias afiladas con un lenguaje directo y de gran intensidad, donde esas psiques se liberan ante un juez que somos nosotros, espectadores privilegiados de mundos expuestos solo de vez en cuando. Árbol genealógico es una vuelta de tuerca de la novela «Lolita» (1955) del ruso Vladimir Nabokov. El punto de vista es fundacional pese a la referencia: una niña impúber es la que acosa a su progenitor. Ha investigado el incesto bíblico instrumentalizando al padre. Cuento bien escrito que invoca nuevas imágenes más allá incluso del guión que el propio Nabokov esbozó para Stanley Kubrick (Lolita, 1962). Hay complicidad con la naturaleza y nexos con la realidad que se cuela a través de las noticias. Marejadas es un relato que desnuda las emociones atávicas de una madre: el nacimiento y muerte de su hijo, comunicación indivisible entre el acto de gestar, el propio sexo, y la posterior pérdida. Olas que vienen y van mientras otro médico, esta vez, anuncia la muerte de la carne de su propia carne. La pulsión surge desde el cuerpo de la madre, no siendo necesario el contexto de tiempo ni lugar. El Primogénito recela a su hermanita recién nacida, la aborrece por arrebatarle el cariño de su madre. La mirada infantil sufre ante esta mujer que ha cambiado física y mentalmente mientras él debe simular que cuida a este nuevo ser. Hay desencanto profundo, ya no es el rey de la casa. Ahogaría a esta intrusa para que todo vuelva a su lugar. La falta de afecto es la protagonista, un vacío que sus padres no supieron llenar y que lo mantiene odiando desde pequeño. Las emociones ocultas trazan un relato transversal en todos estos cuentos. Medio cuerpo afuera navegando por las ventanas interpreta la voz de un hombre, años de matrimonio, aún ama a su mujer. Echa de menos su complicidad, pero sigue deseándola en secreto. Ella está segura de su sensualidad, juega con el hombre, quizás Internet sea el único punto de encuentro, anónimo, para experimentar intimidad con su esposa. El narrador se apropia de su rol masculino, de pequeñas humillaciones para seguir siendo parte de una vida cuya realidad se le escapa. Surge la voz de otro niño en La necesidad de ser hijo, indeseado en cierto modo… «Primero estaba el hombre de turno, luego la causa política y, por último, yo»… cambios de casa, de padrastros, todo por el Partido. Sus padres se van del país y lo dejan con una amiga… «Fui un hijo del toque de queda». Tuvo sexo con Lili, la hija de la mujer que lo hospedaba, y mamá regresó de la Unión Soviética casada con el vecino. Sus padres «son un ejemplo para los demás (de compromiso político y social), para mí, unos egoístas». Hay resentimiento, hay bronca contra los padres que lo abandonaron. Lili se hace un test de embarazo y la pesadilla continúa, otro ser indeseado, una prolongación de resentimientos quizá políticos. El contexto político de izquierda desnuda injusticias muchas veces calladas, de algún modo también aquéllas de las familias de desaparecidos, relatados en una dialéctica razonada consigo mismo, un punto de vista producto del descuido de los padres (tema abordado de diferentes maneras en varios de estos cuentos), la voz de un niño que solo tiene fuerzas para volver a equivocar el camino. La desazón de ser anónimos es una historia portentosa, que destila modernidad a través de personajes solitarios perdidos en el anonimato de las ciudades. Un hombre cede al juego público y sensual que la publicidad instaura en nuestras mentes. De pronto surge la tragedia (la vida se abre curso) y el simulacro representado ya no tiene cabida, requiere sustento real para realmente existir. Mañana saldremos en los titulares propone un triángulo amoroso de emociones transitivas, de semejanzas por el otro amado, una voz femenina nítida, libre de celos o sentimientos de venganza. La voz narrativa de estos cuentos es sumamente introspectiva y divide claramente las aguas entre lo masculino y lo femenino. No aceptes caramelos de extraños es sugestión, vacío, ausencia personificada por los lugares que frecuentó su hija desaparecida en circunstancias ocultas por una verdad que no puede asumir. La mujer busca a su hija perdida, en cada rincón de la ciudad adivina el suceso trágico, la busca mientras la vida se detiene y vuelca su mirada al cuarto, ya no quiere volver a salir para intentar olvidar. La colección continúa con un relato que despliega un lenguaje huidizo, muy bien logrado, la confusión de una niña de doce años frente al Tribunal de familia. No logra ver con claridad, no distingue el bien del mal. Las señales siempre fueron confusas (perfecto punto de vista), la niña cree que todo ha sido normal, que su vista no es confiable, que los roles de los adultos podían cambiar y que todo fue parte del juego. Al último, Andrea Jeftanovic abandona su prosa certera, de frases cargadas y filosas, para entrar en un diálogo amable con la vejez. Otro ritmo que requiere detenerse en los objetos cotidianos, dar protagonismo a una emotividad que se desborda tras cada palabra, Hasta que se apaguen las estrellas y su padre descanse en el firmamento. Final perfecto para volver a mirar la portada del libro y estar seguro de atesorar algo valioso.

Libro:

No aceptes caramelos de extraños

Andrea Jeftanovic