LA RECESIÓN CHILENA

El Banco Central en su informe de política monetaria (IPoM) del primero de abril constató que producto de un shock económico sin precedentes la “actividad comenzó a contraerse la segunda quincena de marzo. El escenario base asume -agregó- que la economía sufrirá una contracción relevante en el segundo trimestre (…)”. Proyectando que la variación anual del producto se ubicaría en el rango de -2,5% a -1,5%, con un promedio de -2%, por debajo del +1% promedio estimado en su IPoM anterior, en el cual consideró una banda entre +0,5% y +1,5%.

De cumplirse esta proyección se registraría la reducción más grande desde 1983, cuando la economía descendió en un 5,8%, luego de haber retrocedido 11% en el año anterior. Ese fue el periodo en que la economía latinoamericana experimentó la “década perdida”, luego que por acuerdo del G5 de aquellos años sus bancos centrales subieron las tasas de interés para enfrentar el proceso inflacionario registrado al finalizar la década de los setenta. Las siguientes oportunidades de tasas negativas anuales se dieron en 1999 (-0,4%), luego de la crisis en el sudeste asiático, y en 2009 (-1,6%), en el contexto de la Gran Recesión, en un proceso contractivo iniciado en Chile a mediados de 2008. Todos estos cursos recesivos se dieron en situaciones de crisis externas. Una de las debilidades tradicionales en las proyecciones oficiales es no analizar con profundidad la repercusión de estos fenómenos en la economía nacional.

El 3 de abril, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, insistió en que el mundo se enfrenta “a una crisis nunca antes vista en la historia”. La pandemia destacó a continuación provocó “una paralización de la economía mundial” que ya sumió al planeta en “una recesión mucho peor que la crisis financiera”. El día nueve adelantó formulaciones a efectuarse cuando se entregue el informe sobre Perspectivas de la economía mundial. “Lo que ya está claro -manifestó- (…) es que el crecimiento mundial se tornará marcadamente negativo en 2020 (…). De hecho, anticipamos las peores secuelas económicas desde la Gran Depresión”, pocos días antes en sus formulaciones había expresado que la evolución era “tan mala como la del 2009 o peor”1. Todas estas declaraciones se hicieron coincidiendo prácticamente con el IPoM. Por tanto, una conclusión importante es prestar atención a lo que acontezca en aquellas economías con las cuales el país tiene más relaciones económicas, ante todo China y EE. UU. En el IPoM de abril, por ejemplo, no se considera con detención el derrumbe que en ese momento se daba en la economía estadounidense.

“La situación que enfrentamos -explicó Mario Marcel, presidente del Banco Central- es de características muy distintas a las de cualquier otro periodo de contracción económica del que tengamos memoria. Lo principal –añadió- es que su origen está fuera del ámbito económico, pues es un problema sanitario que obliga a tomar medidas drásticas, que tienen un costo económico, pero que son necesarias para un objetivo superior que es salvar vidas humanas”.


El informe visualizó tres canales a través de los cuales se produjo la contracción. El primero fue una caída de los flujos comerciales del exterior, ejemplificada con la reducción de las exportaciones, las cuales para el año cifró en -1,4%. En 2019 habían descendido ya un 2,3%, además del descenso de la cotización internacional del cobre a US$ 2,15 la libra, que en los términos de intercambio del país se compensa parcialmente por el descenso en las del petróleo, las que el IPoM consideró se ubicarían en US$32 el barril para el crudo WTI y en US$ 35 en el Brent. En marzo, las exportaciones en doce meses descendieron 6,5%. El precio del metal rojo el 9 de abril cerró en US$2,25 la libra y con un nivel promedio en lo transcurrido del año de US$ 2,52 la libra. Los envíos de cobre, que representan el porcentaje más elevado sobre el total, lo hicieron en 7,6%. Las importaciones cayeron en 18,6% y las de bienes de capital en 20.1%, la reducción más fuerte en el tercer mes del año desde 2009, cuando la economía estaba en recesión. El curso descendente de las exportaciones viene dándose durante un lapso prolongado, reduciendo su participación en el PIB. En diciembre de 2010 representaba un 31,9% del total, en septiembre de 2019 fue de 24,7%, de acuerdo con cifras del Banco Central.

El descenso de las colocaciones en el exterior se inscribe en un contexto global de debilitamiento comercial. En 2019, el intercambio mercantil se redujo en 0,1%. En 2020, al decir del director gerente de la Organización Mundial de Comercio, Roberto Azevedo, “las cifras son feas, no hay como negarlas. Todo el sistema, todo el conjunto de cadenas de suministro -agregó -, se ha visto sacudido de manera significativa”. Estimando que el volumen comercial de todas las regiones descenderá en dos dígitos. Para América del Sur y Central lo estimó en 12,9%. El segundo canal proviene del deterioro de las condiciones para financiarse en el exterior del gobierno y de las empresas.

La tercera vía se produjo por el deterioro en las expectativas empresariales y de los consumidores con repercusiones en la inversión y el consumo. En general, proyectó una contracción anual en la demanda interna de 5,8%, con reducción en la inversión de 8,2% y en el consumo total de 1,9%. Los estudios de expectativas lo confirman. Hasta marzo el Índice Mensual de Confianza Empresarial (IMCE), elaborado por Icare y la Universidad Adolfo Ibáñez se encontraba en zona de pesimismo, con 40,7 puntos, al estar diez puntos por debajo de los cincuenta que la divide con el momento de optimismo. El nivel promedio real del mes era aún inferior, dado que más de un 90% de las respuestas se entregaron antes del 15 de marzo, “por lo tanto -constató el informe-, es esperable que el IMCE de abril retroceda adicionalmente y muestre un nuevo mínimo”. En el mes se registraron dos temas con mínimos históricos: estabilidad país a cinco años (23,1 puntos) y situación país actual (27,2 puntos). El descenso fue transversal afectando a todos los grupos socioeconómicos y segmentos etarios.

El escenario base previsto por el Banco Central establece que en el curso del tercer trimestre se produciría una reducción de las restricciones sanitarias y se iniciaría un proceso de recuperación económica, que considera rápido. Para ello debería darse un conjunto de acontecimientos externos e internos que el informe no los tuvo en cuenta. En el exterior durante el segundo trimestre la economía de EE. UU., la mayor del mundo entró en un momento de profundización de su recesión. “La velocidad y profundidad de esta crisis -recalcó Adam Tooze, historiador de la Universidad de Columbia- no resiste las comparaciones con 1914, 1929 o 1941. Supone -añadió-adentrarse en terra incógnita: el PIB de EE. UU. puede caer un 25% este trimestre lo que cayó durante cuatro años en la Gran Depresión” (12/04/20). La segunda economía por la magnitud de su producto, China, estaba en los inicios de su proceso de recuperación. El informe en sus estimaciones anuales considera que la economía de EE. UU. en promedio descenderá 1,9%, la eurozona 3,3% y Japón 2,8%. Mientras que, para las dos economías asiáticas, China e India. que han explicado parte importante del crecimiento mundial en los últimos años, estimó respectivamente incrementos de 3,3% y 3,5%.

En su análisis proyectó una leve baja de la economía mundial, muy alejada de las efectuadas por otras instituciones. De otra parte, la duración de las medidas de confinamiento las estima efectuadas en el momento más favorable de las proyecciones oficiales. No considera los impactos que se van produciendo en la actividad económica, en el empleo, así como la caída que se registra en los ingresos. Además, si las medidas previstas no dan los resultados esperados se considera la necesidad de intensificarlas, lo cual aumentaría desde luego los impactos negativos en la capacidad económica potencial. En otro plano, el curso de la evolución de la crisis en China no se puede proyectar como ejemplo de curso general en los diferentes países. La Tercera editorializó que el Banco Central proyectó su escenario base considerando que “la crisis del coronavirus será breve y que la economía mundial pueda salir del coma inducido a partir del segundo semestre. Ese -añadió- es el escenario más optimista en todas partes y que se ancla en que la capacidad de la economía está solo detenida. (…) es mejor -concluyó– que las autoridades comiencen a pensar que significa revivir la economía en tiempos de pandemia”.

Si las medidas restrictivas adoptadas para enfrentar el covid-19 se prolongan por un tiempo mayor al establecido en el escenario base, Marcel señaló que el crecimiento 2020 sería más negativo en 1% anual por cada mes extra. “Cada mes de medidas de contención –detalló-como las que han señalado las autoridades implican una caída de actividad de entre el 12% y el 15% en ese mes, lo que equivale alrededor de 1% de menor crecimiento en el año”.

“(…) hay que separar los impactos del covid-19 en dos tipos de fenómenos –analizó Ricardo Hausmann, académico venezolano de la Universidad de Harvard-: uno el epidemiológico y otro es económico. Si América latina fuese inmune al coronavirus (lo que no sucedió), aun así, este será uno de los shock macroeconómicos más grandes de su historia. La razón es que los países de América Latina viven de una combinación de exportaciones de bienes, exportaciones de servicios, incluido el turismo, (…) áreas que se verían enormemente golpeadas, por lo menos transitoriamente, por la recesión mundial”.

El IPoM proyectó que la inflación promedio del año será de 3,3% y en diciembre de 3%. Estableciendo para el IPCSAE, que elimina los volátiles precios de los alimentos y la energía, una variación para ambos indicadores de 2,9%. En 2019, el promedio del IPC fue de 3,9% y en diciembre de 3,3%. De cumplirse la proyección, la inflación se ubicaría en el centro de la tasa objetivo propiciado por el Banco Central, nivel recién alcanzado en diciembre de 2019, después de mantenerse por debajo de ese nivel por muchos meses, para subir en enero a 3,8% y en febrero a 3,9%, descendiendo en marzo a 3,7%. El proceso alcista incide poderosamente en la evolución del tipo de cambio, cuya paridad al subir aumenta el costo en moneda nacional de las importaciones. En el año al 6 de abril el peso se devaluaba en un 11,7%. Teniendo presente la reducción de la tasa de interés de política monetaria a 0,5% nominal anual, ampliamente negativa en términos reales, Marcel afirmo “que la convergencia de la inflación a la meta de 3% requiere que la política monetaria se mantenga en esta posición altamente expansiva por un extenso periodo de tiempo”. Esta política expansiva se mantiene vigente a través de un amplio periodo sin que sus efectos sobre la actividad económica adquieran relevancia.

En la presentación del IPoM a la comisión de Hacienda del Senado, en el diálogo producido uno de los temas dominantes fue la posibilidad que el Banco Central pueda adquirir directa o indirectamente títulos de deudas fiscales, lo cual la Constitución prohíbe explícitamente, con la sola excepción de un peligro de guerra, que debía aprobarse, en la lógica del régimen dictatorial, en el Consejo de Seguridad Nacional. Mario Marcel rechazó la posibilidad del financiamiento directo, argumentándolo en que “ese no es el riesgo mayor que enfrentamos”. El tema es de gran actualidad, se trata de que el Banco Central pueda disponer en general de todas las posibilidades que existen y con mayor razón en una coyuntura como la actual. “No hay -manifestó Jorge Marshall, ex vicepresidente del Banco Central- que descartar nada. Hoy -enfatizó-, el fisco tiene posibilidades de endeudamiento en circunstancias normales, pero no sabemos cuáles sean las circunstancias de las próximas semanas, por tanto, tenemos que anticiparnos y tener herramientas preparadas para enfrentar escenarios desconocidos”.

El presidente del Banco Central reconoció que “existe mérito en flexibilizar la restricción constitucional (…) por medio del (financiamiento) indirecto”. Pero le colocó restricciones señalando que debería hacerse solo “ante riesgos evidentes para la estabilidad financiera” (02/04/20). La adquisición de títulos fiscales en el mercado pasó a ser un mecanismo de amplia utilización por los institutos emisores desde la Gran Recesión. El denominado relajamiento cuantitativo, la creación de dinero a través de la adquisición en el mercado de títulos de deuda, entre ellos los estatales, lo utilizó la Reserva Federal buscando impedir que la caída económica se trasformase en depresión. Después fue empleado por otros bancos centrales. En la actual coyuntura, la Fed volvió a utilizarlo, como también lo está haciendo el Banco Central Europeo (BCE). El banco estadounidense anunció que el monto será ilimitado, al tiempo que aprobaba nuevos créditos por la suma de US$ 2,3 billones. El BCE, por su parte, obtiene un programa de compra de activos ascendente a 750.000 millones de euros.

Un paso adelante en poder concretar esta posibilidad se produjo cuando cinco expresidentes del Banco Central democratacristianos y de derecha -Andrés Bianchi, Vittorio Corvo, José de Gregorio, Carlos Massad y Rodrigo Vergara- plantearon la necesidad urgente de hacerlo. “(…) en la actualidad -escribieron- hay escasez de bonos del Banco Central en el mercado. Este hecho unido a que la tasa de política monetaria está en torno a su límite inferior, lo que implica que la posibilidad de aplicar una política monetaria expansiva mediante los mecanismos convencionales ha llegado a su límite, hace aconsejable que se faculte al Banco para comprar bonos de la Tesorería en el mercado secundario. Este cambio contribuirá a asegurar la estabilidad financiera y permitiría influir sobre las tasas largas a través de políticas no convencionales”. El único expresidente postdictadura que no suscribió el escrito fue Roberto Zahler, quien pocos días antes, en un documento suscrito por economistas que forman parte del Foro para un Desarrollo Justo y Sostenible, enviaron al Ejecutivo y al Congreso, donde proponen entre las medidas un mayor gasto fiscal para enfrentar la emergencia “la venta de bonos del Tesoro al Banco Central “.

Martin Wolf, en Financial Times, subrayó que se debe “abandonar los dogmas gastados. Los gobiernos -ejemplificó- ya han renunciado a las viejas reglas fiscales, y con razón. Los bancos centrales también deben hacer lo que sea necesario. Esto significa financiamiento necesario para los gobiernos. Tenemos que dar los siguientes pasos correctamente. Todo depende de que lo hagamos”. El gobierno del Reino Unido y el Banco de Inglaterra fueron más lejos acordando el 2 de abril ampliar temporalmente y/e ilimitadamente el mecanismo permanente que tienen por medio del cual el instituto emisor le otorga financiamiento sin que se emitan títulos de deuda.

Desde luego, estas posibilidades tienen activos opositores de quienes están por mantener los amarres establecidos durante la dictadura en la Ley Orgánica del Banco Central y en la Constitución. Uno de ellos es el director ejecutivo de la Fundación para El Progreso, Axel Kaiser, el cual afirmó que de darse estas modificaciones se generaría el riesgo de convertirse “en objeto de presiones políticas y demandas”. Añadiendo que ello le habría acontecido a la Reserva Federal de EE. UU. y al Banco Central Europeo, lo cual demuestra la amplia utilización mundial de estos mecanismos.


Hugo Fazio

Abril de 2020