LA NUEVA POLÍTICA DE EE.UU. HACIA CUBA

Durante años en los Estados Unidos la decisión de normalizar sus relaciones con Cuba estaba pendiente de que alguien se atreviera a hacerlo. La cultura norteamericana descansa en una concepción pragmática del quehacer que se manifiesta en todos los aspectos de su realidad y, por tanto, era un “secreto” a voces de que su política hacia Cuba después de más de medio siglo, era consideraba por sus personeros como fracasada, aunque no se atrevieran ni les conviniera decirlo públicamente. El adagio que dice “if you can’t beat him, join him”, que significa “si no puedes derrotarlo, únete a él”, es norteamericano. El verdadero problema era que personaje o que partido político, o ambos, asumiría el riesgo de hacerlo pensando en las consecuencias políticas internas toda vez que siempre la política exterior está condicionada por la política interior de un país.

Para Obama era su último periodo presidencial después del cual estaba destinado a pasar al panteón de los que “habían” sido Presidentes de los Estados Unidos. Cuando, a mediado del 2013 se iniciaron secretamente las conversaciones entre los Gobiernos de Cuba y de los Estados Unidos, que llevaron 18 meses después a que los Presidentes de ambas naciones hicieran público el acuerdo de reestablecer relaciones diplomáticas y las demás entre ambos países, a Obama le quedaban tres años y medio en la Casa Blanca y únicamente dos al momento de revelarlo. El Partido Demócrata, al que pertenece Obama, empezaba a prepararse para la próxima elección presidencial de noviembre del 2016 con una candidata reconocida ampliamente como favorita para ganar la elección y una escandalosa ausencia de figuras en el Partido Republicano con suficiente envergadura para enfrentarla. Había llegado el momento en que era conveniente acabar con una política fracasada hacia Cuba que había aislado a los Estados Unidos en el continente latinoamericano, a pesar de que Cuba tiene apenas 110.000 kilómetros cuadrados de extensión, con una población un poco mayor de los once millones de habitantes, de escasa significación militar hoy en día, así como económica para sus empresas. Pero es un mercado adicional al fin y a solo 90 millas de distancia, que había sido de ellas anteriormente. El cambio de política implicaba para los EE.UU. nada que perder y algo que ganar, porque a los norteamericanos de a pie la cuestión del respeto de los derechos humanos en Cuba y el que no rija en ese país una irrestricta economía de mercado y haya un solo partido político, los tiene absolutamente sin cuidado como los regímenes políticos en los Emiratos Árabes y en Arabia Saudita.

Para quien si la normalización de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos representa una problemática relevante, es precisamente para los cubanos, quienes por experiencia propia vivida entre 1898 y 1958, saben que la proximidad económica entre esos dos países es como si de repente la enorme fuerza de gravedad de Júpiter actuara cerca de la Tierra. Porque serán los Estados Unidos quienes atraigan a Cuba y no viceversa, aunque si bien Cuba también ejercerá una atracción sobre los EE.UU., ningún cubano piensa que ello pueda alterar significativamente la vida en los EE.UU.

Carlos Romeo

La Habana, 14 de abril del 2016