HISTORIAS DE UN METRO 2

Atención, comienza el cierre de puertas
El hombre sentado en el andén esperaba, el hombre de la guitarra sube al carro menos poblado, mira el interior buscando donde instalarse, su abrigo se nota húmedo, sus zapatos enlodados, afuera llueve, es comienzo de invierno, pasea la mirada por el carro, saca un trozo de género del bolsillo izquierdo de su pantalón, no es un pañuelo, es un trozo de género con el que seca y limpia su guitarra, suavemente mueve las clavijas, apunta su oído derecho hacia el instrumento, señoras, señores, soy uno de esos personajes que molestamos con nuestra música, esta vez la haremos corta, comienza un punteo y su voz …nuestro cobre, la carne de la pampa, enclavado en la tierra colorada… silencio, parece que por un momento y al unísono con esa voz nos congelamos, soñamos, recordamos …que vive allá en el norte… se acercan algunos pasajeros de otros carros, el niño que subió con el hombre de la guitarra y que vende chocolates guarda su mercadería y el silencio es el único pasajero, lo miran, todos le observamos …nacido entre los cerros y robado por manos extranjeras… el hombre de la guitarra y el trozo de género canta con sus ojos cerrados …nuestro cobre ahora estás en casa y la patria te recibe emocionada con vino y con guitarra…

Señoras, señores, espero no haberles molestado con esta canción del grupo Quilapayún y si lo hice me disculpo con respeto, yo me crié con esta música, con esta canción que era la favorita de mi padre, que era un obrero textil, de esos que ya no existen… para siempre el cobre está en las manos de los trabajadores… primero fue una señora, luego un par de estudiantes, luego el carro completo gritando ¡viva Allende! ¡vivan los trabajadores! el hombre de la guitarra y los zapatos enlodados recibió el dinero que todos, o casi todos, aportamos, se abren las puertas del carro, el hombre baja y camina por el andén, atención comienza el cierre de puertas, silencio, miradas, sonrisas, ¡viva Chile! grita una voz femenina, ¡viva el compañero Allende! gritamos todos y continuamos nuestro particular viaje en silencio.

Cristian Cottet