ENTRE DESAFÍOS ACTUALES Y FUTUROS POSIBLES

En Chile, se han alcanzado los 270 fallecidos (72 más que la semana pasada), incrementando en un 22% el número de muertos respecto a la semana del 26 de abril. La tasa de contagios se mantuvo durante 10 días con menos de 500 casos, pero en los últimos 5 días la cifra se ha duplicado a 1.000 contagiados diarios. El Ministerio de Salud declara que este aumento se debe a la duplicación de test PCR (10.000 diarios), pero no se puede negar que los casos positivos del universo testeado (positividad) se han incrementado del 9% al 12% (en promedio) durante los últimos 5 días. No es tan significativo, pero la tasa de infectados va creciendo paulatinamente (aunque, por otro lado, se mantiene en 15 días la duplicación de casos). Las hospitalizaciones (425) han aumentado en 10%, reconociendo que los enfermos críticos han decrecido de 97 a 62 (36% menos). Los casos positivos a nivel país son de 21.000 sobre un total de 200.000 test PCR, donde el 64% corresponde a la Región Metropolitana. Lo preocupante es que sólo hace 2 semanas los casos de la capital representaban el 53%, por lo que se evidencia que la positividad ha aumentado ostensiblemente en la Región Metropolitana, siendo probable que el Ministerio de Salud decrete nuevas cuarentenas durante esta semana.

Brasil alcanza los 7.000 decesos, el doble de la semana anterior. Presenta el mayor número de fallecidos en Latinoamérica, seguido por Ecuador con 2.900 y Perú con 1.300 muertos.

En Europa, el número de muertes diarias ha bajado notoriamente. Tanto Italia (29.000 muertos), España (25.000 muertos) y Francia (25.000 muertos) están alcanzando cifras que no superan los 200 fallecidos diarios. Otro aspecto a destacar es que el número de altas es mayor a los contagios diarios en estos países. Reino Unido (29.000 muertos), por su parte, ha disminuido su letalidad al rango de los 300 muertos.

En Estados Unidos han fallecido 68.000 personas. La evolución fue de 19.000 muertos en la semana del 19 de abril, de 13.000 en la semana del 26 de abril, y de 12.000 por lo que va disminuyendo el número de decesos semanales.

El continente africano informa de 1.800 muertos. Los contagios apenas alcanzan los 44.000 casos, pero esas cifras pueden resultar prematuras ante la escasez de test realizados.

Bitácora 4 (03/05/2020)

¿Un nuevo comienzo?

A nivel mundial, el número de contagios (3,5 millones) ha ido estabilizándose en 600.000 infectados semanales entre el 12 de abril y el 26 de abril, e incluso disminuyendo a 500.000 durante esta última semana (3 de mayo) en un escenario en que la mayoría de los países ha incrementado el número de test PCR. El número de fallecidos bordea los 248.000 (37.000 y 41.000 en las últimas dos semanas).

Los decesos del orbe se han mantenido constantes, en términos semanales, como resultado de las medidas de reclusión aplicadas en distintas latitudes. Sin embargo, el impacto en las distintas economías del mundo ha sido devastador. Junto a los confinamientos de la población se ha paralizado la producción en áreas no esenciales. Como resultado, se proyecta que la economía mundial sufrirá una contracción de –3% en 2020, mucho peor que la registrada durante la crisis financiera de 2008–2009. Este escenario supone que la pandemia es superada en el segundo semestre de 2020 y que las medidas de contención pueden ser replegadas gradual y exitosamente.

Es tiempo de visualizar los cambios que se avecinan, dado que no hay certidumbre de que no se producirán sucesivas oleadas de contagios y, en cambio, la crisis económica podría extenderse hasta finales de año, con lo que la contracción mundial mostraría un escenario bastante más pesimista.

Deberíamos pensar en acostumbrarnos a convivir con el virus y no descartar que las políticas fiscales expansivas tan necesarias en tiempos de crisis puedan traer dificultades más adelante. Pero sostener políticas neoliberales, que han evidenciado desigualdades, resuelven mucho menos o lisa y llanamente no resuelven la crisis en desarrollo.

Si suponemos que el coronavirus vino para quedarse, bueno sería imaginar que emerja una nueva “moralidad” empresarial dentro del proceso globalizador de las últimas décadas. Pero la larga historia del capital no sostiene la imaginación. Lo que si es cierto, es que un proceso a todas luces sostenible en lo que a medio ambiente se refiere será una exigencia de las poblaciones. Por lo menos eso esperamos.

La crisis del Covid-19 quizás sea la antesala de otras disrupciones de la naturaleza, para no hablar derechamente del cambio climático. Si algo habrá de enseñar la coyuntura actual a los líderes populistas del estilo de Trump y Bolsonaro, es que con la naturaleza no se juega y que la producción infinita de bienes materiales no augura un destino promisorio a la humanidad.

Las elites del poder de todo el mundo ya saben que una futura crisis ecológica va a matar a muchas más personas que esta punta de iceberg del Covid-19. Vendrán otros virus y, antes de ponernos pesimistas, es mejor pensar, luchar y bregar en que todavía estamos a tiempo de cambiar el actual modelo de economía global.

Las empresas transnacionales deben encontrar nuevas rutas para relacionarse sobre todo con China. Generar mejores condiciones de vida para todas y todos será una tarea titánica. Salarios justos en todo el mundo debiera ser la divisa que levante todo el mundo por utópico que parezca. No hay vuelta atrás, las cadenas de producción no debieran seguir funcionando de la misma manera. La maximización de utilidades de esas multinacionales debiese ajustarse a un mundo más sustentable, donde cada nación sea capaz de producir un razonable nivel de productos (íntegramente fabricados dentro de sus fronteras) para ser autosuficientes y sobrevivir en este nuevo escenario de aeropuertos paralizados. En lo inmediato, es probable que los viajes comerciales y de turismo deban reducirse a lo estrictamente necesario. No más viajes de negocio superfluos, en su reemplazo, mejor abrirse a las videoconferencias. No sólo accionistas y ejecutivos debieran a ser más austeros, la población común y corriente tampoco debería aspirar a los niveles de consumo anteriores a la crisis. Pero todo es incierto, y el futuro siempre depende de los aprendizajes de todos y particularmente de los más postergados, los que venden su fuerza de trabajo y en sus luchas por mejorar sus vidas ganan en organización y experiencia.

Las cadenas de producción debieran internalizar de mejor manera los costos humanos. Y esto es simple imaginación que desconoce la esencia del capital. Detrás del bajo precio de la mano de obra en todo el mundo se esconde mucho sufrimiento que el capital no observa ni siente suyo. Sólo se da cuenta cuando las revueltas lo amenazan. Y la historia muestra sus reacciones, sus derrotas y también su capacidad de reconfigurarse. Como ciudadanos del mundo, debemos hacernos responsables por la precariedad de las economías familiares. Para armar un celular, una gran cantidad de partes proviene de distintas latitudes, donde a menudo encontraremos situaciones de explotación. Esas cadenas de fabricación son otro virus que abiertamente se comporta de manera inmoral y depredador. Allí se incuban injusticias y rebeliones. Así ha sido la historia hasta hoy.

El Covid-19 nos ha enseñado que, algunas veces, menos es más. Pero debemos reconocer que no al capital. No podemos ser demasiado optimistas y pensar que el mundo va a ser más solidario a partir de ahora, pero indirectamente cada persona, al permanecer en casa, está dejando de realizar actividades ambivalentes, benefician a muchos y perjudican algunas actividades. En ese sentido, hay que tener esperanza de que todo el costo humano de esta pandemia vaya a servir para algo.

Si tratamos de volver a la normalidad y entendemos por ello a las condiciones de relación con la naturaleza y de injusticias anteriores, sobrevendrán nuevas emergencias, sanitarias o sociales, que nos enrostrará que no se va ir a ningún lado, si no somos capaces de construir un mundo autosustentable y justo para todos.

Dilemas
Mayo del 2020.