COSAS DEL INSOMNIO

Por Cristian Cottet

Gente ruda llegó esta noche a golpear la puerta de mi casa, somos policías, dijeron, si, ya les escuché, les dije poniéndome los pantalones y los zapatos, habiendo policías nada bueno se presagia así que intenté saltar por la ventana, ¡mierda, verdad que vivo en un cuarto piso! entonces bajo piso a piso oteando si los que me buscan me ven o donde están, por favor abra la puerta, a esa altura rehíce mi plan del cuarto piso y tomé la decisión de entregarme, volví a escuchar la voz del policía ordenándome que me hiciera visible, por favor abra la puerta, es la policía, escuchaba una y otra vez, entonces cambié de planes, decidí subir, llegué a un pequeño jardín de interior, dos maceteros y una puerta de salida, como se prefiera, muchas voces, muchos uniformes, entonces decidí saltar hasta la reja, para esto me sirvieron las clases de Educación Física, corrí por el techo, doblé en la esquina siguiente, me resbalé cayendo al vacío pero me afirmé a las canaletas, desde ahí los policías no tenían perspectiva para verme, señor por favor conversemos, solo traemos una notificación a tribunales, o sea que estos güeones sólo quieren entregarme una citación, señor tenga cuidado puede caer y hacerse daño, creen que soy gil, hacerme daño yo, pero si es una citación no más.

Anoche llegó gente ruda y un extraño sueño me despertó asustadizo, es en Santiago, no sé por qué pero se desarrolla cerca de Estación Central, una vieja estación de trenes que ahora funciona como estación del Tren Metropolitano y centro comercial, existe algo que no reconozco y me hace creer que debo ir a Plaza Italia, o por lo menos a ese sector, ahora estoy conversando con alguna gente, compañeros de estudio, un escritor y otros que no reconozco, en algún momento mi vista se cruza con la de una ex compañera de estudios, entiendo que hoy es una eficiente antropóloga y madre de no sé cuantos hijos, decía que mi vista se cruza con Fabiola, ella me mira con la misma sonrisa que tuvo durante cinco años de carrera, hay tranquilidad en su mirada y parece que de una extraña forma me dice que me acerque, entre ella y yo no ha habido nada especial, ni en el sueño ni en la realidad, pero nos acercamos, las voces del resto se hacen lejanas, estamos sonriendo y casi cara-a-cara me transmite en su mirada que hay un «algo» que nos falta, algo pendiente que nos convoca, nos abrazamos en el sueño, ella instala su pelo negro y su cabeza en el espacio que va de la oreja al hombro.

Gente ruda llegó esta noche a golpear la puerta de mi casa, vamos, me dice, en verdad no sé si lo dice o lo digo o alguien lo dice, lo cierto es que salimos caminando y nos sentamos en un café a mirarnos y conversar muy poco, en algún momento me duermo en el asiento trasero de un auto, ella sale y me distraigo, lo cierto es que al tomar conciencia de mi entorno estoy en la mesa pero ahora es un cine que comienza a recibir al público que asiste a una extraña película, Fabiola no está, la busco con la mirada, algunos asistentes al cine me miran con extrañeza, en verdad estoy aún en la mesa del café y además en el asiento trasero de un auto y en un cine, o sobro o sobran ellos, no lo sé, pero extraño a Fabiola, salgo, estoy en Estación Central nuevamente, me embarga un contento, un creer que no ocurrió nada pero que era necesario, camino por la Alameda, siento ladridos, ruido de autos… ¡cresta, van a ser las ocho! me tiro de la cama, prendo el calefón, reviso la ropa, me desnudo, voy camino a la ducha, mejor me afeito antes, me miro al espejo, sí, no era Fabiola, tampoco estaban los policias y de una forma un tanto plástica me lanzo desde el techo, salto la reja, me reencuentro con mi amiga, caminamos y de golpe nos encontramos con los policias, nos cruzamos en el camino, creo que uno de ellos hizo un gesto de saludo.