COMUNIDAD DOMÉSTICA Y CASTIGO DEL INCESTO

Por Cristian Cottet

¿De dónde viene la inquietud por explicar el concepto “comunidad doméstica”? Esta pregunta, que puede ser una excusa, permite iniciar un texto donde podamos enfrentar este concepto a partir de la crítica que Claude Meillassoux hace de la teoría económica de Carlos Marx y Federico Engels y que se despliega no en los espacios de trabajo ni en los de libre circulación si no en instancias de la “vida privada”, del crecimiento individual direccionado a un tipo de sociabilidad aceptada desde lo “natural”.

Esta crítica para con Carlos Marx no puede sino contener el reconocimiento del aporte de éste al estudio de las sociedades y culturas, pero no por ello puede dejar pasar este fenomenal detalle que habla, en definitiva, de un tipo de relaciones económicas en el proceso de desarrollo de las sociedades y en especial estas comunidades domésticas donde se transforman también en medios de producción más allá de la sola reproducción.

La base para entender a Meillassoux está dada no sólo en la producción de bienes, en la reproducción de la fuerza de trabajo, si no en la relación que desde los inicios se da entre estas dos energías que mueven al ser humano a la hora de asegurar no sólo la sobrevida. En este camino, Meillassoux va desplegando los primeros indicios de esta relación. La primera no está hecha en base a los modos de producción, sino a una distinción respecto a las formas de sobrevida y de instalación social y espacial del ser humano. Para esto, señala Claude Meillassoux:

“Todos los autores, y en particular Marx y Engels, se han esforzado en establecer de qué manera la “comunidad primitiva” difiere del capitalismo de manera menos convincente, de la esclavitud y del feudalismo, vale decir, de las formas de organización social que le habrían sucedido. Poco se preocuparon de aquello que las distingue de otras formas de organización social que se suponen anteriores o inferiores.” (Meillassoux; 1989. 21)

Con esto Claude Meillassoux viene a diferenciarse de aquella propuesta. Para él la comunidad doméstica no estará sólo referenciada a los modos de producción ya reconocidos, si no que deberá reconocérsele más como una “estrategia” de supervivencia, una forma de aglutinamiento, reconocimiento y solidaridad dada entre los seres humanos. En este camino de sobrevida y supervivencia el ser humano se encuentra frente a muchas circunstancias que le obligan a decidir y construir nuevas estrategias de este tipo. El incesto, denominado así con posterioridad a su reconocimiento, es uno de los desafíos.

Para avanzar es preciso ahora puntualizar lo que diferenciará a Claude Meillassoux con Claude Lévi-Strauss y para acercarnos señalemos que la raíz de esta diferencia, y que no es menor, descansa en el lugar de origen que cada autor impone a la organización social:

“…lo que verdaderamente diferencia el mundo humano del mundo animal es que en la humanidad una familia no podría existir sino existiera la sociedad, es decir, una pluralidad de familias dispuestas a reconocer que existen otros lazos además de los consanguíneos… Lo cierto es que nunca se insistirá lo suficiente en el hecho de que si la organización social tuvo un principio, éste sólo pudo haber consistido en la prohibición del incesto” (Lévi-Strauss, 1984. 7 a 49).

Frente a esta certeza Meillassoux no puede menos que concentrar su atención no en “la sociedad” de Claude Lévi-Stauss, sino en el proceso que le genera:

“La universalidad de la prohibición del incesto está lejos de haber sido probada y es demasiado dudosa como para servir de base a toda la teoría del parentesco. Por otra parte es inútil para explicar la movilidad matrimonial lejos de estar inscrita en la naturaleza, la prohibición del incesto es la transformación cultural de las prohibiciones endogámicas […], en prohibiciones sexuales […] cuando el control matrimonial se convierte en uno de los elementos del poder político.” (Meillassoux; 1989. 25)

En esta confrontación de citas podemos suponer el diferente punto de arranque de ambos autores. Mientras Claude Lévi-Strauss establece el origen de la vida social en un conjunto de circunstancias que se “condensan” en el castigo del incesto, para Meillassoux la vida en sociedad no es producto de “un” fenómeno sino de las circunstancias que debe enfrentar el ser humano a la hora de asegurar sobrevida y supervivencia. De este punto de partida, el autor se entrega al estudio de diferentes investigaciones referidas a sociedades donde las respuestas a estas disyuntivas han sido disímiles.

La horda, como organización de sobrevida, mantiene una relación con la tierra en tanto objeto, esto es, una relación donde el producto del trabajo es obtenido sin recibir una inversión previa de energía humana. En este caso la comunidad construida sobre la base de la recolección o la caza. Así, la tierra es objeto que entrega sin requerir inversiones por parte del que cosecha. Esto, como es de esperar genera determinadas relaciones entre los miembros de la horda que le llevan a construir un tipo de sociedad que responde a necesidades sólo para es te tipo de trabajo, y no para otro tipo. “Esta movilidad libre –señala Meillassoux– y voluntaria de los adultos de ambos sexos entre hordas es el mecanismo dominante de la reproducción social” (Meillassoux; 1989. 31).

La movilidad y el “libre” encuentro permitirán un tipo de encuentro entre hombres y mujeres que llevará también a diferentes tipos de acoplamiento o filiación, entendido el acoplamiento sólo como el encuentro sexual y la natalidad, pero es la filiación la que relaciona estos hechos con el resto de las energías que participan en la sociedad donde se norma.

Así va un tipo de organización social tomando forma, definiéndose de acuerdo a los requerimientos, esta organización aquella que bajo diferentes requerimientos, será la que contendrá las instituciones y prácticas que refieren a la “reproducción” de la energía humana necesaria para la sobrevivencia y la supervivencia. Esta instancia en desarrollo es lo que Claude Meillassoux nomina como “comunidad doméstica”, orgánica que responde a factores geográficos, climáticos, tecnológicos y sociales adjuntos. Participar de una sociedad que es recolectora tendrá como correlato un tipo de comunidad doméstica diferente a una que practica la agricultura.

De igual forma una que practica el cultivo de cereales (según Claude Meillassoux) generará un tipo de comunidad doméstica diferenta al que cultiva otro tipo de vegetales. Llegando cada uno a un tipo de orgánica que, además puede poseer nombre distinto, pero que hasta lo reconocido se le nomina como “familia” en nuestra sociedad.

“Las relaciones de estas familias entre sí responden a normas diferentes según que la caza o la agricultura domine al nivel de esta asociación ampliada: las familias tienden a aliarse mediante relaciones de adhesión cuando la caza es el elemento estructurante; mediante relaciones matrimoniales cuando domina la agricultura.” (Meillassoux; 1989. 47).

Es en el seno de esta orgánica es donde se manifiestan dos factores determinantes: la movilidad geográfica y el intercambio de mujeres. Factores que, además, están relacionados a la hora de fijar las instituciones de reproducción.

En tanto una comunidad detiene su movilidad y se asienta en un territorio, le obliga a desarrollar otro tipo de ejercicio productivo, quizás puede incluso este hecho determinar su construcción simbólica (religión, magia, medicina, etc.), pero lo que es cierto es que las estructuras de relaciones entre sus miembros estarán afectas a cambios en sus relaciones más íntimas. “La organización social de la comunidad agrícola doméstica –señala Claude Meillassoux– está construida simultáneamente y de manera indisoluble, alrededor de las relaciones de producción. […] Es evidente el hecho de que la reproducción es la preocupación dominante en esas sociedades” (Meillassoux; 1989. 61).

Lo mismo respecto al papel que ocupan las mujeres en este tipo de comunidades. En este plano, Claude Meillassoux se detiene en la conformación de esta “comunidad doméstica” ahora determinada y controlada por un tipo de construcción social donde el poder y la guerra son parte de su cotidianidad. La mujer así pasa a ocupar un papel central en la comunidad doméstica y, en especial, en las necesidades de reproducción que esta sociedad requiere. Tanto así que esta comunidad doméstica estará determinada en su instalación según sea el lugar que ocupa la mujer: sea que permanezca en su lugar de nacimiento, sea que se traslade a la comunidad del hombre. Esto no es menos, sobre todo para Claude Meillassoux, a la hora de desplegar las múltiples variantes que determinan la construcción de comunidades como “la familia”, entendida como comunidad doméstica donde se organiza la reproducción de la fuerza de trabajo de una sociedad.
Entonces, a la hora de evaluar la propuesta de Claude Meillassoux, es también necesario considerar el punto de partida con que cada autor aquí convocado posee.

La comunidad doméstica y su desarrollo, para Claude Meillassoux, es no sólo el camino que cursó la mujer como fuerza de reproducción, sino también el papel como generadora de “mercancía” humana. Las fuerzas que se encuentran en este proceso son parte de la argumentación del autor.

Grabado: obra del Alejandro Albornoz

Meillassoux, Claude; 1989. “Mujeres, graneros y capitales”. Siglo Veintiuno Editores; México; novena edición en español.
Lévi-Strauss, Claude; 1984. “La familia”; en Polémica sobre el origen y la universalidad de la familia; Cuadernos de Anagrama; España.