CIRCUITO CERRADO

Por Cristian Cottet

Un hombre no sabe qué regalar a su cuñada en el día de su cumpleaños. En medio del preparativo para asistir a la fiesta recuerda cierto libro que posee repetido y que además ocupa un preciado lugar en su pequeña biblioteca.

Ella, la cuñada, recibe el regalo con histriónica emoción. Dice que no lo esperaba, que para qué se molestó, que muchas gracias… pasen, pasen. Una vez sola abre el pequeño paquete y descubre que el mentado libro ya lo leyó y para colmo no es uno de sus autores preferidos.

Decide entonces cambiarlo a una amiga por un par de aros que ésta no usa.
La amiga, satisfecha por el cambio, comienza esa misma noche la lectura del libro, pero se duerme. Lo intenta a la siguiente noche… pero sucede lo mismo. Así se pasa una semana intentando avanzar en la lectura, pero fracasa una y otra vez, por lo que decide que definitivamente el autor no es de su agrado y lo regala a su hijo mayor, que en esos tiempos estudiaba leyes y que llegará, con el tiempo, a ser un destacado dirigente estudiantil.

Este, que sus estudios de término de semestre no le permitían franquicias de lectura, lo deja entre sus papeles para leerlo en vacaciones. El libro permanece allí, cubierto cada día con nuevos papeles y fotocopias de textos de estudio, hasta una noche que estudiaba con un grupo de compañeros y uno de ellos (en honor a la verdad debo decir “una compañera”, dado que con el tiempo se transformó en su esposa) descubre el libro abandonado y decide llevarlo para su lectura.

Pasan un par de semanas y el libro descansa en un estante. Descansa hasta que decide usarlo para enviar un documento a la organización clandestina en la lucha contra la dictadura de turno, a cierta compañera que debió emigrar a un obligado exilio. Escribe lo más apretado que su mano puede, garabatea minúsculamente el texto y lo introduce entre dos hojas que luego pega sin tocar la carta. Entrega el libro (con la carta) a un viajero conocido sin decirle el doble contenido de éste.

Un día antes de partir, el viajero descubre que está con sobrepeso de equipaje, por lo que decide abandonar algo de la carga. Entre lo abandonado está el libro (con la carta) y en la fiesta de despedida, lo regala a su mejor amigo, después de un emocionado abrazo y un volveremos a encontrarnos…

El amigo con la premura de la despedida no pone mayor atención al libro que le fuera regalado. Lo guarda en su portadocumentos y parte rumbo a su casa ya avanzada la noche. Pronto será hora del toque de queda y no quiere arriesgarse. Camina buscando locomoción. Ve luces de un auto. Hace gestos para que se detenga. No es un colectivo, es un vehículo de la policía. Le solicitan el carné, le exigen que muestre su portadocumentos. Descubren el libro, lo hojean, notan algo extraño, lo vuelven a hojear, aparece la carta.

Preguntan sobre este papel, pero él no sabe qué decir. Intenta explicar que se lo encontró mientras caminaba buscando locomoción. Cualquier cosa dijo, menos que venía de la casa de un amigo que partía rumbo al exilio. Imposible… los libros con cartas escondidas no se encuentran botados en la calle en horas del toque de queda.

Recién en la cárcel, encerrado en una pequeña y húmeda celda, tranquilo ya de tanta mala noche pasada en los cuarteles, recibe la visita de una cuñada a quien no hace mucho regaló un libro para su cumpleaños, un libro que tenía repetido y que no cabía en su pequeña biblioteca.