VIVIANA, O EL ESTIGMA DEL COMIENZO

Cristian Cottet

uno

Atada con cadenas a una reja metálica, mirando levemente a su derecha, una mujer parece hablar. Lleva prendida de su pecho, cargada hacia la izquierda, la fotografía de un hombre adulto que bien podría ser su padre

Es el miércoles 18 de abril de 1979.

dos

La foto de esa mujer atada contiene otra fotografía que es parte de ella y en una sutil persecución una trata de sorprender a la otra buscando ambas ser “la fotografía que miramos”. ¿Quién es ese hombre contenido en la fotografía de aquella mujer atada? ¿Por qué una mujer atada lleva además prendada la fotografía de un hombre, que puede ser su padre? ¿Qué dice ella mientras observa a su lado derecho?

Es el miércoles 18 de abril de 1979

tres

“El encadenamiento ocurrió el miércoles 18 de abril de 1979. Estuvo enmarcado por la conmoción del conocimiento público del hallazgo de Lonquén, comunicado por los medios masivos el 5 de diciembre de 1978, y por los quiebres internos de la Agrupación (de Familiares de Detenidos Desaparecidos) debido al reconocimiento de la muerte como destino posible de los desaparecidos. Públicamente fue anunciado como protesta a la Ley de Amnistía, contra el silencio del Ministerio del Interior sobre los destinos de los desaparecidos y como demanda de justicia por los hechos de Lonquén y entrega de los restos a sus familiares” (Vidal; 1996. 155)

cuatro

La fotografía contiene a una mujer encadenada, con otra fotografía en su pecho. Ahora sabemos que el nombre de la mujer es Viviana Díaz y que el rostro del pecho es su padre, dirigente del Partido Comunista de Chile, detenido desaparecido.

¿Qué puede decirnos una mujer con una foto prendida en el pecho?

La desaparición política de persona (una de las atrocidades más crueles cometidas por el ser humano) comienza a ejercerse de manera “informal” en Chile a partir del 11 se septiembre de 1973 fundamentalmente como un hecho de ocultamiento de un cadáver, pero es a partir de la fundación de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) que este proceso se desarrolla de forma planificada y con un destino comunicacional de disciplinamiento social.

Es a partir de este hecho que “desaparecer” no es sólo el ocultamiento o no de un cadáver, sino el ocultamiento de un ser humano vivo, con rostro, espacio social y relaciones comunitarias, para de ésta manera inferir en las vidas de aquellos que, habiéndolo conocido, mantienen una estrategia de vida diferente a la impuesta por el Gobierno Militar.

¿Qué más existe tras esto?
Empresarios que ven como único camino de reordenamiento económico, al terrorismo político aplicado a los sectores más desposeídos, principalmente a las capas sociales que vienen a ofrecer su fuerza de trabajo (único medio de subsistencia) y a aquellos sectores políticos que están por producir cambios políticos y sociales que lleven a una redistribución de las riquezas. Este proceso de disciplinamiento social apunta también a aquellos sectores de la burguesía que en un Estado de Compromisos y Proteccionismo, creció y acumuló hasta que el sistema presentó señales de quiebre.

Dicho sea, la represión disciplinadora no busca otra cosa que atemorizar y así el desaparecimiento de personas es una de las formas más eficaces, dado que (en teoría) nunca se sabe qué paso con el subversivo, lo que lleva a pensar que, por temor y sospecha, nadie más seguirá sus pasos.

cinco

La fotografía que lleva contenida otra fotografía está instalada en la página número 173 de un libro.

Ella mira levemente a su derecha dando la impresión de estar gritando.

En la página número 172 (enfrentada a la fotografía) se lee:

“Hacia mediados y finales de estos primeros quince minutos se produjeron los primeros arrestos. Un abogado miembro de la Agrupación y un adolescente bajaron de un bus y comenzaron a repartir panfletos. Un agente de la CNI, que viajaba en el mismo bus, los detuvo. Una joven de dieciocho años, de nombre María Lorena, fue detenida a las puertas de la farmacia de la esquina de Compañía mientras gritaba injurias e insultos contra el gobierno y las Fuerzas Armadas. Por este incidente, y por hechos ocurridos más adelante, la Agrupación llegó a la sospecha de que la joven era agente provocadora de la CNI, puesto que el estilo de protesta del grupo precluye el insulto contra el adversario. En el edificio del Congreso, en el segundo piso del lado sur, se abrieron las ventanas de la oficina del Ministro de Justicia, Mónica Madariaga, quien, con voz destemplada, gritó: “¡Saquen de allí a esas mujeres! ¡Sáquenlas!”. Desde el interior del edificio salió todo el contingente de gendarmes del Ministerio hacia los jardines”. (Vidal, 1996. 172)

Mientras se lee estas líneas, la mujer encadenada mira hacia el texto y pareciera que nos acompaña en el proceso de descubrimiento de los hechos. Ella mira y parece decir algo. ¿Estará en ese mismo y lejano instante respondiendo algo a la que fuera Ministra de Justicia? ¿Estará dando instrucciones para que no detengan más a los que apoyaban su acción? ¿Estará gritando contra el gobierno?

¿Quién es el hombre que le acompaña prendido en su pecho?

seis

Ella está atrapada por cadenas. Le cruzan en torno a la cintura y diagonalmente desde la cadera izquierda hasta el hombro derecho (semejan las correas militares). Se puede observar un candado que cierra el círculo a la altura de su cintura. Un bolso de tipo artesanal le cuelga del hombro derecho y un pequeño colgante luce en medio de su pecho.

El pelo asido de manera desordenada le da un juvenil aspecto. Es una mujer que no pasa los treinta años. Un chaleco de “cuello tortuga”, mangas arremangadas que dejan ver en su brazo izquierdo un reloj, dan cuenta del otoño que ya es todo propiedad en el país.

Telón de fondo: rejas construidas de metal que separan la pública calle Bandera con el aséptico espacio de lo que fuera el Congreso Nacional, clausurado el 11 de septiembre de 1973 y a la fecha usado como sede del Ministerio de Justicia. La instalación de esta mujer en el Congreso (signo democrático y de pluralidad), en el Ministerio de Justicia (signo ahora de la represión), es señalado con ese fondo de aceros de aproximadamente dos centímetros de espesor.

La fragilidad y decisión de la mujer se contraponen a la dureza de las rejas.

Ahora ella es una fotografía que deja de ser fotografía para instalarse como testimonio vivo. Abandona el espacio del papel para asirse del grito que arranca de su boca mirando hacia su derecha. Puede liberarse cuando ella lo estime, nada más que su amor y sufrimiento le obligan a permanecer de pie encadenada a los barrotes. A la manera de Jesús, soporta el dolor de las cadenas atándole de cuerpo y alma a ese espacio de castigo. Se expone castigada, atada. Mientras en otros puntos del país, o en esta misma ciudad, otras mujeres se organizan para reivindicar sus derechos de género.

La cruz se ha extendido y es ahora un edificio, una reja, los barrotes y ella sólo mira a su derecha y grita (Eli, Eli ¿lamá sabakthani?). No alcanza a relucir abandono, lo que le distancia del sufrimiento cristiano. Ella sólo mira a su derecha, en sentido opuesto a la fotografía que sostiene en su pecho. Ella ya no es fotografía, es riesgo, sufrimiento, testimonio. Una vez más la fotografía ha perdido su juego desvaneciéndose en medio del gesto (la pose, diría Barthes), el nombre, las cadenas y su instalación en la página 173 de un libro.

¿Quién es el hombre que le acompaña prendido en su pecho?

siete

“Sin embargo, estos familiares de detenidos desaparecidos tomaron su dolor y lo transformaron en energía para desconocer la fragilidad y vulnerabilidad de sus cuerpos y buscar modos de mostrar a la ciudadanía un secreto horrible: poco después del 11 de septiembre de 1973, el Estado chileno había descartado el imperio de la ley y practicaba el terrorismo… De allí que suspender el Estado de Derecho sea un cataclismo cultural de proporciones y consecuencias imposibles de ser imaginadas en su totalidad. La más horrible de ellas fue la creación militar de una nueva figura legal: el “detenido desaparecido”.

Para dar testimonio del daño causado a sus familiares, la mujeres que luego formaron la Agrupación se vieron forzadas a la terrible aventura de increpar al Estado criminal y exigir la verdad del destino de sus familiares”. (Vidal, 1996. 10)

ocho

El hombre contenido en la fotografía que prende del pecho de Viviana, sonríe. Levemente sonríe. Un fondo negro imprime más notoriedad a los rasgos de su rostro. Es una fotografía de medio cuerpo, producida para los efectos de la pose. El hombre de la foto usa corbata, camisa blanca y vestón. Todo indica que la fotografía fue “tomada” en un estudio. No denota angustia ni prisa. Sólo es la fotografía de un hombre que levemente sonríe.

Una primera mirada de la fotografía de la mujer asida a las rejas nos devela otra fotografía de un hombre que sonríe.

Sabemos que la mujer se llama Viviana Díaz y que participa de una acción de protesta el día miércoles 18 de abril de 1979 por la “desaparición” de un familiar. Ya la fotografía ha fracasado en el acto de igualarla a cualquier fotografía (en la acción de protesta participaron cincuenta y nueve personas, tres de ellas hombres). Ella es Viviana Díaz.

El hombre que sonríe desde el pecho de Viviana se llama Víctor Manuel Díaz López, detenido desaparecido, padre de Viviana.

Mientras ella mira hacia su derecha (zona izquierda de la imagen) su padre mira hacia el lado izquierdo de Viviana (zona derecha de la imagen). Él nos mira sonriendo levemente. Nos increpa mientras su hija se crucifica en las rejas del Ministerio de Justicia. Su nombre no está escrito ni dicho en el libro que le contiene. Sólo pende del pecho de su hija, con un halo de paz y orgullo por su hija mientras ella vuelve su rostro para gritar lo que no se escucha.

¿Qué hace este padre orgulloso prendido en el pecho de su hija?

¿Qué sabemos de Víctor Manuel Díaz López?

Viviana es la mujer crucificada.

Víctor es el hombre que nos mira.

La Fotografía se transparenta en los cuerpos reconocidos.

nueve

“Los personeros de gobierno y sus adherentes tienen libre uso de los edificios públicos, plazas, vehículos y medios comunicativos para efectuar y publicitar las actividades y discursos que expresan los debates internos de su bloque de poder y su manera de interpelar a los grupos marginados y reprimidos. En escuelas, ministerios, cuarteles, hospitales, centros de madres y ante monumentos a próceres nacionales se exhibe la autoridad nacional tras sus proyectos…” (Vidal, 1996. 29)

“… Para ello (la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos) tenían sólo un recurso: la teatralidad de sus acciones de protesta. En ellas debieron invocar y apelar a discursos culturales mucho más antiguos que las doctrinas políticas que habían llevado al cataclismo cultural de 1973. En esencia, entonces, se veían forzadas a proponer nuevos fundamentos para la identidad nacional chilena. Por ello el dolor individual quedó transubtanciado en sufrimiento, es decir, dolor que se asume como sacrificio consciente por una causa trascendental”. (Vidal, 1996. 10)
diez

Viviana en la autoflagelación de perder su libertad y su padre prendado a su pecho no son el “Eli, Eli ¿lamá sabakthani?”. No hay abandono si no compañía, complicidad, mancomunión que se masifica, que se instala como referencia social.

¿Qué es una fotografía de una persona con otra fotografía contenida y prendada al pecho? Ya no es “la fotografía”. Es el Estado represor, es el miedo vencido, es el desafío. Es el estigma que vuelve a presentarse cotidianamente en nuestras conciencias. Es el signo en crisis. Es lo que está por sobre el ocultamiento, lo que triza la “desaparición”, lo que reemplaza “el no saber”.

Ella está de pie, sus brazos caen de manera flácida al costado de su cuerpo. Nada en ella hay de exótico. Está sola y no lo está. El cuerpo conteniendo la imagen, el cuerpo como soporte de la estrategia iconográfica para construirse a sí misma como ícono que dialoga con el lector y con ella. Ya nada es como fuera: una mujer con la fotografía prendada en su pecho ya no es “una mujer con la fotografía prendada en su pecho”. Ya no le veremos así.

Ella se encadena dando la espalda al Ministerio de Justicia, que viene a definir la proxénica de su “teatralidad” testimonial. Su padre prendado a su pecho nos provoca, increpa y desafía a saber que Víctor Manuel Díaz López existe más allá de la fotografía, que no volverá a “desaparecer”.

 

MAYO 2016
Vidal, Hernán (1996). Dar la vida por la vida: Agrupación Chilena de Familiares de Detenidos Desaparecidos; Mosquito Editores; Colección Biblioteca setenta&tres; Santiago de Chile.