UNA EXTRAÑA HISTORIA

Por Cristian Cottet

Para Alejandra

Un día una mujer aparecida de la nada se presentó en el espacio donde yo vendía libros. Buenas tardes, dijo y revisó parte de lo que otrora consideraba como propio. Pero no, ella se quedó revisando libros y luego discos y luego me miró. Ahí quise lanzarme a sus brazos pero no correspondía la ocasión. Así como se materializó una vez, volvió, le conté un par de mentiras y ella me regaló dos o tres poemas.

Despertamos sin saber dónde estábamos durmiendo. Debo irme, dijo desde la puerta. Tal vez volvamos a vernos, debo viajar mañana a otro continente.

No le creí su distancia instalada como amenaza. Tampoco le creí ese tal vez, ni su fortaleza para caminar sin detenerse y no alcanzarla. Quedé instalado en un portón donde no estaba ella y donde se empoderaba la distancia. Pasaron días y la busqué. Pasaron semanas y la busqué. Pasaron meses, años. Olvidé mis responsabilidades comerciales, mis versos, mis bailes de chinos, morenos y gitanos. No pude borrar su rostro. Tampoco pude dejarle entre los años que pasaron.

Con el tiempo de por medio, juro haberla visto en un acto de homenaje a los Detenidos Desaparecidos, donde debía yo declamar un par de poemas encontrados en mi velador. Estaba igual que hace años, reía con amigas y amigos. Juro también que me vió, también puedo jurar que me reconoció y me invitó a un café para luego acompañarla hasta la puerta de su automóvil.

Nuevamente Itaca se esfumó entre muchos caminos que invadieron mis desvíos. Rostros que hablaban de un sendero que no existe. Algunos buenos días, otros con certezas. Aún así, no recuerdo si fuimos al cine o sólo caminamos. Le hablé de mi madre. De unos amigos que esperaban encontrarme. También le hablé de un sueño. Ella aparecía desde la oscuridad del cine, desde lo reconstruido en donde habitaba una pareja de amantes.

El día cualquiera cuando entré al cine al Biógrafo para ver «El lado oscuro del corazón”, mi mano izquierda cargaba una antología de Dylan Thomas. Como no recordaba si estuvimos o no en el cine, la dejé entrar con dos boletos falsificados por un amigo de dudosas profesiones. Me senté, hojeo el libro y me quedo esperando la película. Se apagan las luces y lo primero que aparece en la pantalla en blanco sobre negro es, «La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo». Bajo la vista y descubro ese mismo texto en las páginas abiertas.

Como contexto a tanta coincidencia, digamos que donde existe este cine es el espacio donde nací, donde murió mi madre y donde yo instalé ese recuerdo con olor a buenas noches. Esto me dispuso a poner mayor atención. La película trata de un poeta que huye de la muerte. El director de sonido se llama Cristian Cottet, tal cual… como es mi nombre y ella aparecía en disímiles asientos del cine.

Cada vez que voy a ese cine intento llegar con tiempo para obtener tres asientos que estén en la pieza de mi madre.