UN TORRENTE INCONTENIBLE

Tres semanas de movilizaciones masivas. Día tras días, una amplia alianza social se expresa de mil maneras. Lo que buscan los millones de manifestantes en las calles es una profunda transformación del país. Una transformación que deje atrás la sociedad desigual existente hasta hoy y crear, en el sentido humano y colectivo, una nueva, sobre bases distintas. Una sociedad de derechos sociales garantizados y en que el ser humano y la solidaridad sean una realidad.


La realidad así descrita no es percibida por las elites dominantes. El gobierno se encuentra paralizado. Incapaz de asumir la iniciativa que conduzca al país hacia la resolución de la más grave crisis social y política desde el tiempo de la dictadura. Ni el cambio de gabinete, ni el termino, por ahora, del estado de emergencia, ni la agenda social anunciada una y otra vez logran encausar la resolución del conflicto social. Es tal la situación que la prensa internacional le pregunta si terminará su periodo presidencial. A Sebastián Piñera se le estrecha, cada vez más, el espacio para liderar los desafíos que la crisis plantea.


Otros sectores de la elite dominante, desde el Congreso, elucubra posibles soluciones y acuerda posibles caminos, olvidándose que ellos también administraron el modelo que hoy hace agua. Sectores de la oposición que hasta no hace mucho apoyaron iniciativas gubernamentales intentan encontrar alguna puerta que permita descomprimir la caldera social. Pero es inútil. La Convocatoria a Asamblea Constituyente cuenta con el respaldo de gran parte de la población y en especial de los sectores sociales en pleno despliegue de su movilización.


Pretender restablecer el orden publico y empujar una agenda social propia de otros tiempos es desconocer la profundidad de la crisis. Es no entender que el tema es esencialmente el de la política con mayúsculas. No es el tiempo de medidas con letra chica, artilugios leguleyos o de acuerdos en la medida de lo posible.


El movimiento social ha sufrido una dura represión. La veintena de muertos, los abusos policiales, los miles de heridos y detenidos, constituyen una razón para continuar la lucha hasta lograr los sueños que recorren las marchas, las manifestaciones, las asambleas y las conversaciones diarias en los lugares de trabajo, vivienda y estudio. He aquí al pueblo haciendo política, en serio, con mirada de futuro.


Esa es la explicación del porqué el movimiento social, fragua en la lucha niveles amplios de unidad social y debiera gestar niveles de alianza política con la diversidad de sectores consecuentes que exigen asamblea constituyente y que la democracia sea una de verdad, en que el soberano sea consultado y su participación sea efectiva.


Los próximos días serán relevantes. Existen razones puras, existen razones para luchar. Si el estallido social, la rebelión de los pueblos no decayó tras tres semanas intensas de acción en las calles, los nuevos llamados a movilizaciones pueden transformarse en un despliegue de energías sociales que irrumpa en las grandes alamedas como un torrente incontenible. Es tiempo del ahora