¿TERREMOTO POLÍTICO EN MÉXICO?

Por Carlos Romeo, desde Cuba

Únicamente 104 millas náuticas separan a México de Cuba. La presencia de su cultura, de lo que sucede en ese país y de sus visitantes es constante en Cuba en adición al hecho que fue desde Tuxpan, ciudad mexicana, de donde salió hacia Cuba el yate Granma con los 82 expedicionarios que reiniciaron la guerra revolucionaria en la Sierra Maestra.

Ha devenido una constante enterarse en Cuba de las increíbles manifestaciones de corrupción y de violencia que ocurren en México, asesinatos de periodistas y de líderes sociales, matanzas entre pandillas rivales de narcotraficantes, y hasta de la desaparición y muerte de manera aun no revelada de 43 jóvenes estudiantes normalistas, hecho del cual increíblemente el Gobierno mexicano ha sido incapaz de dar una versión creíble y de apresar y condenar a sus responsables, todo ello en un marco de una pobreza generalizada para una buena parte de su población. Sinceramente, la impresión que de México se ha ido formando para algunos es la de un país en proceso de descomposición social e incapaz de poner en su lugar al Presidente de los Estados Unidos que ha dicho y mantiene que los mexicanos constituyen delincuentes y violadores que penetran en el territorio estadounidense para desgracia de ese país.

Hoy me entero bien temprano que el candidato izquierdista, así considerado por todos, Manuel López Obrador gano con un 53% de los votos la elección presidencial celebrada ayer en México, derrotando a las formaciones políticas tradicionales de ese país que han venido monopolizando la Presidencia y los gobiernos estatales. Es lo más parecido a un terremoto político con efectos en todo el país. Pero lo que deberá enfrentar Manuel López Obrador será una tarea gigantesca a llevar a cabo con la oposición de las actuales estructuras gubernamentales, económicas y mediáticas del país contando únicamente con un respaldo popular activo que deberá organizar. Y nuevamente ocurre en nuestra América Latina que cuando la coyuntura social da lugar a una expresión de rechazo mayoritario de la realidad existente, como sucedió en su momento en Venezuela en 1998, en Bolivia en el 2005, en Ecuador en el 2007, ese rechazo no alcanza al 60% del electorado, lo cual indica que ante la eventual alternativa política de un cambio, al menos un 40% está por conservar la realidad existente hasta entonces, a lo cual se suma la mayoría de los medios de prensa escrita y televisiva, y último pero no en importancia, el control de la economía.

¿Volveremos a ver una película sobre política latinoamericana con el mismo guion de otras que ya hemos visto? Invoco el beneficio de la duda y mi firme esperanza de que mi apreciación de lo que pueda suceder sea incorrecta.

La Habana, 2 de julio del 2018