MIS RECUERDOS DE LA OTRA GUERRA

Por Carlos Romeo

La primera información fidedigna que recibí de la real magnitud de esa guerra en el interior de Cuba me la dio el Che durante un despacho, creo que fue a finales de 1960, cuando me dijo, si mal no recuerdo,” Nos está costando mucho. Tenemos unos 50.000 hombres involucrados”.

Lo notable era que nosotros, en mi caso como economista, estábamos tan inmersos en el trabajo de desmantelar el capitalismo dependiente ejecutando el Programa del Moncada siguiendo las orientaciones de Fidel, que ni nos dábamos cuenta de lo que estaba sucediendo en las montañas del Escambray, a solo 300 kilómetros de La Habana, salvo por los compañeros que solíamos encontrar durante el trabajo vestidos de miliciano y con collares confeccionados con semillas que habían encontrado en el monte durante su participación en las “limpias” de contrarrevolucionarios.

Nosotros, sus asesores chilenos, también quisimos participar del combate y al planteárselo al Che este nos dijo con esa clara y lucida franqueza que lo caracterizaba “Ustedes dedíquense a trabajar, que sobran cubanos para defender a la Revolución.! ¡Adiós a nuestro deseo de devenir “combatientes cubanos”!

Años después caímos en la cuenta de que también en Cuba hubo una guerra en contra de los “blancos”, como se denominaba a los ejércitos contrarrevolucionarios que actuaron en Rusia entre 1917 y 1923. Nuestra revolución socialista a la cubana, se asemejaba también en los hechos al guion de la primera revolución socialista de la historia y nos ratificaba que, aquí en una pequeña isla del Caribe, estábamos igualmente haciendo historia que nos trascendía, inclusive más allá de nuestra imaginación, por lo cual Fidel nos aclaró un día, que “Hemos hecho una Revolución más grande que nosotros mismos”.

Recuerdo también como en 1963 perdía valiosos estudiantes del primer año de economía en la Universidad de La Habana, porque después de una temporada durante la cual vestían el uniforma de miliciano, se despedían de su profesor por haber decidido integrarse al Ministerio de las Fuerzas Armadas o al Ministerio del Interior. Y siempre con el mismo argumento “No tuve el coraje de alzarme cuando Batista y ahora no voy a perder esta oportunidad de redimirme”.

Es que se vivía la atmosfera que solo puedo catalogar de “mítica”, creada por la gesta aparentemente imposible de que simples jóvenes ciudadanos ganaran una guerra de guerrillas en contra de un ejército profesional y un feroz y criminal aparato represivo que costo 20.000 muertos y quien sabe cuántos torturados.

¿A quién se le pudo ocurrir querer hacer bailar el trompo, precisamente en la casa del trompo? ¿Contraponer guerrillas a quienes habían descubierto y triunfado con ese arte de la guerra, como fueron Fidel, Raul, Almeida, Camilo, Che, Tomasevich, Piti Fajardo, y tantos otros? Y, o producto de la desinformación en que querían creer, o bien por confundir forma y contenido, se les ocurrió a los tecnócratas de la CIA que la guerra de guerrillas era simplemente un método de hacer la guerra sin vinculación esencial con una base popular de apoyo.

Hoy en día, esa guerra interna acontecida en Cuba entre los años 1960 y 1965 parece tan lejana a los jóvenes cubanos como a la generación del Moncada le parecía la lucha de los mambises a finales del siglo XIX. Pero en ambos momentos de la historia se hicieron presentes los valores principales de su cultura que motivaron a Fidel decir de los combatientes por la independencia de España, “Ellos fueron como nosotros y hoy nosotros somos como ellos”.

Estamos ya bien adelantados en el siglo XXI. De otra manera, más compleja y sutil y en cierto sentido más peligrosa, nuevamente nuevas generaciones de cubanos deben enfrentar el que hacer de manera adecuada e inteligente, es decir “ser como fueron ellos” en el siglo pasado.

La Habana, abril del 2017