PUTAS, BRUJAS Y SEÑORITAS: LOS DESNUDOS DE LA REVOLUCIÓN

Por Cristian Cottet

Las estrategias de lucha y la visibilidad de nuevas reivindicaciones de las mujeres se han instalado rompiendo la tranquilidad de la siesta y nuevamente aparecen renovadas voces de estudiantes, mujeres, y trabajadoras(es). Esta nueva embestida de protestas me hace recordar el famoso “jarrazo”, donde una mujer (estudiante) le lanza un jarro de agua a la Ministra de Educación (otra mujer). Esa acción recorrió el país, ampliando las formas de lucha que los pingüinos venían empujando en las calles. Una mujer desafía a otra y esta osada intervención vino a cuestionar con el tiempo la unidad de género y buscar nuevas formas de protesta. Sacarse la ropa es una de ellas.

Sacarse la ropa en Chile no es nuevo, menos aún hacerlo en pleno espacio público. Un ejemplo es la caratula del disco “Agua Turbia”, del año 1970. Eran tiempos de mucho desnudo usado como una estrategia de resistencia al capitalismo, como proyecto de libertad, como señal y exigencia de cambios. Luego vimos desnudos en el cine y la televisión y aún lo vemos públicamente en las afueras del Estadio Nacional de Chile en la forma de un varón mostrando sus privacidades.

Son los días de Woodstock, con tres días de paz, música y desnudos, que no terminó con la guerra ni la pobreza y no pudo instalar la paz en las calles de EEUU y Europa. Tampoco “los dos dedos en V” funcionó más allá de una alegoría. Si todo esto no fue lo que movió a revolucionarios o chascones, si eso no funcionó y seguimos con los desnudos de cada época, pareciera mejor dar una vuelta de tuercas y volver a plantearnos el origen de la explotación “del hombre por el hombre” y el origen de las embestidas en contra de una atenta policía. Si no pudimos…. ¿podremos?

El movimiento social ascendente, asentado en una clase obrera cada vez más organizada, una clase media ejerciendo presión por mayor participación y el contexto mundial que ya daba el sufragio femenino como del pasado, dan cuerpo al contexto histórico. Dos décadas de sufragio en Chile dan cuenta del nivel de marginación que afectaba no sólo a las mujeres.

Escasamente el 10% de la población nacional estaba inscrita en los Registros electorales, y menos aún es el porcentaje de los “ciudadanos” que ejercían ese derecho. ¿Quiénes quedaban afuera? Mujeres, mapuches, analfabetos, ciegos… y otros sectores que es de largo mencionar.

El entendimiento del ejercicio ciudadano era de lo más restringido y excluyente y es justamente este elemento el que favorece al movimiento femenino para articular una estrategia donde participan solidariamente otros sectores que, valga decirlo, no están justamente dirigidos por mujeres.

Un pequeño recorrido cronológico de este movimiento puede dar una idea de lo continuo y amplio que fue.

1875 Un grupo de mujeres de San Felipe intenta inscribirse en los registros electorales
1877 Son autorizadas las mujeres para ingresar a universidades
Aparece primer periódico dirigido por una mujer
1884 Nueva ley de elecciones que explícita la exclusión de la mujer al voto
1934 Derecho a voto en elecciones municipales
1944 Primer congreso nacional de mujeres
1946 Se funda el Partido Femenino Chileno
1949 Se promulga ley de derecho a voto femenino (8 de enero)
1951 Primera mujer al parlamento (Inés Enríquez Frödden)
1952 Primera elección presidencial con voto femenino

Este gran triunfo de las mujeres al conquistar su derecho a voto en Chile, es más consecuencia de la presión y presencia del movimiento popular en su conjunto. Son los pobres los que ayudan a los sectores medios. Valga recordar también que las orgánicas de mujeres estaba principalmente compuesta por expresiones sociales de la clase media, liderada entonces por el Partido Radical.

Organizaciones

Movimiento pro Emancipación de la Mujer Chilena (MEMCH)
Federación Chilena de Instituciones Femeninas (FECHIF)
Asociación de Mujeres Universitarias
Agrupación Médica de Mujeres
Asociación Odontológica de Mujeres
Partido Femenino de Chile
Asociación de Mujeres Universitarias de Concepción
Legión Femenina América
Comité Nacional de Navidad
Asociación Cristiana Femenina
Unión Femenina de Chile

Hasta ahí… solo el desnudo de Agua Turbia. Pero este profundo cambio apoyado por los pobres y, en lo político, por el Partido Comunista, creemos no tuvo una continuidad en el impulso de cambios, demostrando esto con un voto más bien conservador. No olvidemos que el voto femenino (y esto sí que es de mayúscula importancia) al final de cuentas “el voto femenino a las mujeres de clase alta y media”. Faltaría todavía muchos años, luchas y mártires para que las mujeres populares (los otros sectores sociales excluidos) alcanzaran este “beneficio”.
Chile es uno de los últimos países latinoamericanos en conceder el voto político a la mujer y ello se debe, tal vez, no sólo a un criterio injusto y errado de nuestros legisladores, sino, en gran parte, a un desinterés de la movilización femenina por cuestiones políticas.

Por otro lado, escandaloso resultó el caso de María de la Cruz, senadora por el Partido Femenino de Chile (que apoyó a Ibáñez en su segundo gobierno) cuando es exonerada por “habérsele probado su participación en negociados apoyados por ella”.

Desde oriente se escucha mejor el sonido de las olas, dicho en otro tono y como una conclusión adelantada, se puede incidir que ni las olas ni los sonidos estridentes tienen un lugar de partida. Algo así ocurre con las distancias del feminismo y del machismo, del viento con el amor, de amaneceres o estruendo de besos. Todo tiene un comienzo… Yo me instalo sin apuro en un banco de plaza, en medio de lo que puede ocurrir y reconocer que solo las putas, las brujas y las señoritas tienen en propiedad derecho de palabra y voto. Desnudas o no, reconozcamos que son ellas las principales gestoras de magníficos desnudos y consecuentes alegatos al derecho a voto universal.

Pero tres palabras nos rondan a la hora de valorar las movilizaciones de las mujeres. Aún recorren este territorio esas tres palabras (putas, brujas y señoritas), que anteceden este texto y no son casuales, tampoco son direccionadas a nadie y a todas. Son tres palabras que están instaladas como marca, como un fierro caliente quemando la frente de quien aspirara ser “algo”, que no fuera el marco de comportamiento de mi madre, también de mi hermana y también de mis tres hijas. Son tres malditas palabras que se revuelcan en una pira de fuego, una pira que perdura en los años y en los siglos.

Puta es quien carga con el castigo de ser hembra, de saberse mercancía, de tener un par de sueños que se resumen en solo estar tranquila, reír, vestirse o desvestirse, como le venga la reverenda prenda que prefiere. Puta es tu madre. La que te parió. La que puso su culo para defender el tuyo. La puta es socialmente miserable, miserable de recursos, miserable de noche, de la carencia, del alimento. Un artificio de carne que se toma y se abandona. ¡Por la puta!

La bruja duerme sola, se reafirma en sus poderes, cuida su virginidad, observa los movimientos de la vida. Una bruja es experta en cebar el mate, se protege cada noche en la tranquilidad del fogón, en la conversación y los cuentos que le traen. La bruja lee, se instruye, busca los recovecos del lloro y el apuro. Conozco un par de brujas que me salvan cuando no tengo un mango, cuando estoy solo y esperando, son brujas las que me enseñaron a leer, las que me corrigieron, las que besan por la tarde. Son brujas aquellas que despiertan con el silbido del viento, con el cantar de los gallos. La bruja es la que cuida el huerto de yerbas sanadoras y reza con los ojos abiertos.

Putas, brujas y señoritas se conocen, cuidado con ellas, son tres palabras que conversan con el fantasma que recorre Europa. Putas y brujas se conocen y muchas veces asesoran a bellas señoritas que no saben de sus vidas. La señorita aspira ser bruja y la bruja quiere ser señorita. Lo dificultoso es encontrar una señorita que no sea bruja y que no aspire por las noches lamer las heridas de una puta.

Nosotros, los guerreros, los valientes, los inteligentes observamos con un dejo de temor toparnos por la tarde con alguna de ellas, pero a horas inesperadas lloro, si, lloro solo, en silencio, orgulloso de los otros que también lloran y secan sus lágrimas mirando las manos de un vecino, de un compañero y compañera. Lo cierto es que, sea puta, sea señorita o bruja, tenemos el mismo enemigo(a) o adversario(a): el capitalismo, la explotación económica y la marginación de género.

Un jarro de agua puede transformarse en la chispa que incendie la pradera.

Bibliografía
Klimpel, Felícitas; La mujer chilena (El aporte femenino al progreso de Chile: 1910 – 1960); Editorial Andrés Bello; Santiago de Chile; 1962.
Salinas, Cecilia; La mujer proletaria: Una historia por contar; Editorial LAR; Concepción, Chile; 1987.
Aylwin, Mariana y otros; Chile en el siglo XX; Editorial Emisión; Santiago de Chile; s/fecha.
Cannobbio, Mario; Cronicón Histórico: Testimonios de la historia política; Ernesto Carmona Editores; Santiago de Chile; 1995