¿PREDICCIONES POLÍTICAS?

Por Max Oñate Brandstetter

“¡Suprema paradoja!
Se destruye la democracia
con el pretexto sacrosanto
de fundar la democracia”
Pablo Rodríguez Grez

Establecer lo que ha de ocurrir, a través de la observación de un patrón de conducta, es la ficción per se de las ciencias sociales, y cuando la realidad cambia abruptamente, lejos de aquellos pronósticos, no es una falla de la ciencia social que la analiza (ni del analista), sino un repentino cambio en las variables, lo que dejaría intacta la posición de pretendida neutralidad del discurso objetivo.

Dicho esto, comenzaré a realizar un pequeño pronóstico de la configuración política actual y los posibles desenlaces que podrían ocurrir en un nuevo escenario.

La encuesta ADIMARK, es la que cuenta con mayor respaldo y credibilidad académica, dado el pequeño margen de error que presentan los resultados electorales.
Pese a la difamación política como arma, como se expusieron en los penosos debates televisivos para las primarias, al Frente Amplio se le acorraló permanentemente en un rincón izquierdo, aludiendo siempre a qué hacer con la delincuencia –decoradas con tristes y trágicas historias de autodefensa y asesinato- de que en el plano internacional, convertirían a Chile en una órbita “soviética moderna” al servicio del “chavismo internacional” y payasadas, nacidas desde la charlatanería conservadora en la arena política.

En este último trimestre, en la mencionada encuesta, Beatriz Sánchez se posiciona en el segundo lugar en la carrera presidencial, con un 17%, por debajo de Piñera (23%) y por encima de Guillier (16%).

La realidad está en constante movimiento, y de aquí a noviembre puede ocurrir cualquier cosa; pero dadas las cosas como están, es el Frente Amplio quien pasaría a segunda vuelta.

Tomemos en consideración que hasta ahora –y desde que el PC adhirió a la Concertación, que cambió su nombre a Nueva Mayoría- los bloques políticos electorales ajenos a los tradicionales, buscaron remplazar el vacío que dejó el PC, disputándose entre ellos mismos la mayor representatividad moral y numérica. En un inicio fue el partido Igualdad, de Roxana Miranda y su tensión sostenida con “Todos a la Moneda” de Marcel Claude, que por cierto fue apoyado por el partido Humanista y otros colectivos y partidos, superando a duras penas los propios votos de aquel partido oficial.

En este nuevo escenario, nuevamente el partido Humanista trata de ocupar la vereda izquierda –pese aunque antes del escándalo SQM, el PH anunció respaldar una eventual campaña presidencial de MEO, una vez sufrida la derrota electoral de Claude- pero con una serie aún mayor de partidos y colectivos, sumado a que dos parlamentarios (Jackson y Boric) triangularon la alianza electoral, con vista a obtener mayor representación parlamentaria.

Hasta el momento, esta alianza electoral marca la novedad, un nuevo movimiento político, que ya ha superado al histórico PC con los votos recaudados en la primaria (sobre los 300.000) y con un ranking electoral, que lo posiciona como una alternativa posible –y no testimonial- para obtener el ejecutivo.

Si el Frente Amplio disputara contra Chile Vamos, por su proyección actual no podría superarle y necesita más cantidad de votos para obtener el sillón presidencial.

Una posible aproximación para entender los posibles acuerdos electorales, debemos tomar en cuenta el prisma analítico que conocemos como Rational Choice (Jhon Elster, Olson, Buchanan, etc.) que en su matriz de análisis, plantea que los seres humanos somos racionales –o económicamente racionales- por lo que nuestras decisiones son siempre medidas en consideración de la razón costo-beneficio de nuestros actos, es decir; cuando decidimos, lo hacemos pensando en cuanto perdemos (o cuáles son los costos) y cuáles son los beneficios de tomar una u otra alternativa en los contextos de toma de decisiones.

1) Si el Frente Amplio pasa a segunda vuelta, necesitaría los votos de la Nueva Mayoría para vencer al bloque de derecha, por lo que, en esa negociación, el pacto oficialista podría poner ciertas garantías y condiciones, para elaborar una suerte de Frente Popular (todos contra la derecha), como pasó en alguna medida con la elección de Giorgio Jackson, pero esta vez se trata del poder ejecutivo.

 

2) La nueva mayoría se resta de la segunda vuelta, dejando en “libertad de acción” a los militantes –y votantes- pero sin comprometer su capital político, aunque debería, luego de ello, asumir el costo político que significa restarse a través de la libertad de acción, para con el público que históricamente vota Concertación; tanto como también el llamado a no votar o no apoyar ninguna candidatura (muy contrario a la propagación de apoyar al régimen democrático a través del voto mayoritario de la población, que está aún muy lejos de salir de la crisis)

 

3) En un tercer escenario, la Nueva Mayoría, queriendo detener “la amenaza bolchevique y anárquica del Frente Amplio” apoya decididamente a la otra coalición tradicional, dejando en claro la realidad electoral del “duopolio”, agravando la percepción ciudadana por los casos de SQM, las colusiones, las subidas de sueldo arbitrarias de los diputados, acercando a ambos bloques en dos dimensiones de una misma vieja política, que el ciudadano deja de apreciar y sentirse parte de aquellos fracasos y farsas en la disputa política.

En cualquiera de los tres casos, la Nueva Mayoría pierde (dado que va en tercer lugar) y lo más probable es que llame a votar en libertad de acción, pero con negociaciones privadas entre ella y el Frente Amplio, sin querer asumir el costo político del resultado electoral, ni en la configuración del nuevo gobierno, que además estará compuesto por un parlamento proporcional, dada la extinción del sistema binominal.

Desde hoy a noviembre incluso podría ocurrir la disolución del Frente Amplio, pero todo señala –entre ellos la campaña del terror, de que si gana el FA, vuelve el caos, la anarquía y las banderas rojas de la Unidad Popular, por lo que los inversionistas se autoexiliarían de Chile- que ganarán las próximas elecciones presidenciales, a pesar de no tener programa, ni posiciones definidas ni resueltas –muy por debajo del demonio bolchevique que algunos señalan- y sería un voto de castigo para la Nueva Mayoría (entre las causas del castigo se encontrarían las promesas no cumplidas de la campaña electoral) y un adiós definitivo (aunque temporal) a la presidencia de la coalición derechista.
Ahora bien, no contaría con mayoría parlamentaria, por lo que (se piensa) dudosamente podría cumplir con alguna reforma estructural y trascendente de lo propuesto por “la hoja de ruta”, que no se pronunciará ante la repartición del poder que se hace en la redistritación debate en que solo participan las élites y no el “sujeto histórico de la democracia”, que quizás no elimine las AFP, ni le impongan recortes a la soberanía del capital financiero, y que no cesen los robos institucionales al fisco, por parte de las Fuerzas Armadas que dicen defendernos.

Está muy por debajo de ser el demonio bolchevique, eje del mal (como lo señala Fukuyama, Huntington, etc.) que viene a expropiar la propiedad privada para ponerla al servicio de la mayoría, como pretende instalar la mentalidad bipolar de la guerra fría, que sufre el mismo analfabetismo político del que acusan a los secundarios que se toman los liceos (e incluso ahí haya mejor lectura de la realidad política, pues está interviniendo en ella y no contemplándola desde afuera) y que acusan a los comunistas de destruir la familia por legalizar el aborto

La pregunta es ¿Qué harán las coaliciones tradicionales en este nuevo escenario?

El autor es Cientista Político, licenciado de la Universidad Academia Humanismo Cristiano.