¿NUEVO MODELO DE DESARROLLO?

Por Cristian Cottet

El mundo que nos toca vivir está marcado por los efectos de una profunda revolución tecnológica, la llamada revolución electroinformática, que se ha traducido en cambios fundamentales en las comunicaciones y la investigación. La ciencia ha dado hoy saltos tan grandes que resulta difícil incluso cuantificarlos.

Esto, que también ha pasado a ser un paradigma histórico, deviene del agotamiento que el modelo de crecimiento económico venía mostrando desde hace ya un par de décadas. No es casual ni se genera espontáneamente este proceso de cambios. El sistema capitalista ha mostrado una versatilidad que ningún otro sistema económico ha podido igualar. Si bien los procesos de agotamiento son lentos y las crisis son resueltas con «parteroso dolor», éste ha logrado sobrevivir renaciendo desde las cenizas más frías para volver a tener el predominio de la conducción económica y política del planeta.

En esta oportunidad este proceso de cambios ha estado determinado por fenómenos que aparejados se hacen una sola cosa. En primer término el fin de la Guerra Fría y la consecuente transformación política que se ha producido en el planeta. Desaparecido el fantasma del comunismo, el capitalismo ha tenido las manos libres para desarrollar nuevas formas y técnicas de control y «desarrollo». Junto a esto, el proceso de globalización (o mundialización) que aceleradamente ha hecho del planeta una aldea es también el fiel reflejo de la unipolaridad política y económica que ha dejado el fin de la Guerra Fría. Finalmente, el agotamiento definitivo de un modelo de crecimiento (o de acumulación) que venía desgastándose desde ya un par de décadas y que lleva a una transnacionalización de los aparatos productivos y del capital (especialmente el financiero).

Todo esto ha derivado en un proceso de cambios mundiales que vienen a expresarse localmente en la forma de nuevos paradigmas que caen sobre nuestras cabezas sin siquiera tener participación en ello. El continente, el país y la ciudad vienen a ser determinados por este complejo proceso de cambios que se va manifestando de disímiles maneras que no son producto de la participación si no más bien de las nuevas formas de control que el capital ya transnacionalizado viene a ejercer sobre el conjunto de las economías locales, transformándolas en partes de un todo centralizado. En lo más importante esto se ha manifestado como: a) una nueva organización mundial de la producción y del comercio que se caracteriza por la importancia de la subcontratación y del intercambio intraindustrial; b) el desarrollo de «ciudades mundiales o ciudades globales» que funcionan como centros para la coordinación, el control y el servicio del capital global (Sassen 1998); c) el desequilibrado crecimiento de zonas periféricas, que ha venido a conformar nuevos cordones de pobreza, hoy marcados por la territorialidad ciudadana; y d) un distanciamiento cada vez mayor entre el «mundo político y nacional» y el transnacionalizado capital, que no ve más fronteras que lo que el crecimiento le permite.

El creciente proceso de globalización ha estado acompañado de un sinnúmero de otros fenómenos que vienen a repercutir en las manifestaciones locales de éste. Es tal la paradigmatización de este proceso que ya ha hecho «el tránsito desde el sentido común al lugar común», ocupando hoy un importante papel en el lenguaje, la movilidad política, el desarrollo económico, etc. Mientras las utopías apelaban a la unidad internacional del ser humano, este nuevo y poderoso paradigma no logra aún, para los intelectuales liberales, salir del pie forzado del mercado. Resulta impensable plantearse hoy este mismo proceso, pero fuera de lo que es el desarrollo neoliberal: el discurso público ha hecho de estos dos conceptos y/o modelos, una sola cosa que, indisolublemente van desarrollándose.

Saki Laïdi, en su libro Un mundo sin sentido (Fondo de Cultura Económica; 1997), ha logrado acercarse a este proceso definiéndole desde posiciones que no necesariamente pasan por la dialéctica «mercado-desarrollo».

«…definiremos la globalización como un movimiento planetario en que las sociedades renegocian su relación con el espacio y el tiempo por medio de concatenaciones que ponen en acción una proximidad planetaria bajo su forma territorial (el fin de la geografía), simbólica (la pertenencia a un mismo mundo) y temporal (la simultaneidad).»

La conciencia de pertenecer a un mismo mundo y que esto se desarrolla y desenvuelve de manera simultánea, viene a ser soportes que sostienen un punto de arranque diferente al tema de la globalidad. Creemos que desde esta perspectiva es dable pensar en un estilo de globalización determinado por el mercado y el crecimiento capitalista, y otro de origen humanista y de crecimiento planetario. Pero esto es sólo un punto de arranque. Lo cierto es que el fenómeno de la globalización hoy sólo se entiende como un proceso de centralización económica y de crecimiento financiero. Por lo mismo es que nos preguntamos al comienzo: ¿qué se globaliza cuando se globaliza?

En Chile este proceso de globalización, que no es otra cosa que el reacomodo capitalista, se ha manifestado de muchas maneras (que atraviesan al país desde lo económico, lo cultural, lo militar, lo ecológico, etc.), entre las que destaca la cada vez mayor enajenación de empresas nacionales, destinando a «material de deshecho» las que no resultaban rentables, sobre todo en manufactura y comunicaciones, y entregando a grandes consorcios internacionales las de carácter estratégico (comunicaciones, materias primas). La explotación indiscriminada de los recursos naturales (bosques, recursos marinos, minería), haciendo casi imposible el mentado salto ala «segunda fase exportadora», que daba perspectiva al modelo, Y la transformación de Santiago en un asentamiento empresarial estrechamente ligada a otras grandes ciudades, transformándola en una «ciudad global» o «ciudad-oficina». Esto ha instalando a la capital en la global red de poder empresarial.

Estos fenómenos, que se despliegan en otros de menor relevancia, vienen a ser las expresiones paradigmáticas de la globalización en Chile. Desde esta perspectiva, todo «desarrollo» estará entendido en el cumplimiento cabal de estas cuestiones. De cómo se fueron dando los pasos conducentes a establecer un modelo de crecimiento como esto, es cuestión de larga data. Se sabe que en esto se jugaron más de una alternativa y que los gobiernos de EEU y de algunos países europeos, ejercieron importante apoyo.

Lo cierto es que a mediados de los ’70 Chile inicia un proceso de liberalización económica sustentado en una nueva estrategia macroeconómica basada en los principios de subsidiariedad y de neutralidad respecto a la autorregulación del mercado, una amplia apertura externa y una progresiva desregulación de éstos. Esta estrategia aplicada sustituyó el marco regulatorio existente, pasando de una alta intervención estatal a una privatización de sus acciones, el que posteriormente adquirió mayor representatividad en la dinámica del crecimiento en el ámbito nacional, regional y local.

Se parte del supuesto que al adoptar este nuevo modelo (neoclásico) se consolidaría una economía descentralizada de libre mercado, el cual era el mejor camino hacia una distribución territorial más equilibrada de la producción, de la población y del bienestar.

Bajo este paradigma se establecieron criterios con relación a la gestión urbana, los cuales planteaban que el sector privado sería el encargado de materializar las iniciativas de desarrollo a través de una adecuada oferta de bienes y servicios, donde las tendencias del mercado serían el principal indicador para determinar la cantidad de terreno que requeriría el desarrollo de las actividades urbanas al igual que el perímetro del crecimiento urbano futuro.

Este giro histórico, social y económico ha estado manifestado por expresiones culturales que han logrado un fuerte arraigo, levantando una superestructura ideológica (construida de hechos e ideas) que viene a ser lo que hoy entendemos como el sistema neoliberal de crecimiento económico.

Si bien en la primera etapa (de desarrollo intelectual) no podemos evaluar en términos prácticos, que no sean acerca de las habilidades para saltar los escollos políticos y militares que significo llegar al poder, si podemos ir descubriendo las manifestaciones prácticas de esta su aplicación en la segunda y tercera etapa (de asentamiento y modernización). Son las transformaciones económico-social lo que dará perfil al curso de estas dos etapas: Son los años de la Reforma Previsional; el Plan de Regionalización; la municipalización de parte de la Educación y Salud; de la Reforma Laboral, etc.
Esta estrategia, suponía la consolidación de una economía descentralizada de libre mercado la cual tendería hacia una distribución territorial más equilibrada. En la práctica, rechazó toda acción a favor de actividades o lugares específicos, debido a que cualquier interferencia en las fuerzas del mercado distorsionaría la rentabilidad, alejando las posibilidades de avanzar hacia un mayor equilibrio interregional. Esta determinación generó cambios en el ámbito territorial y urbano ya que la localización de las actividades productivas y de la población no respondía a políticas territoriales específicas sino, a condiciones derivadas de la nueva estrategia macroeconómica.

Como resultado de las nuevas decisiones en la descentralización de las inversiones se dio autonomía al capital privado, los que participaron en la dinámica de acumulación y crecimiento privilegiando la diversificación de las inversiones en los sectores y lugares percibidos como más rentables, independientemente de su lugar de ubicación.

Territorialmente, esto conllevó a una creciente plurisectorialización y pluriregionalización en las principales estructuras empresariales privadas y por lo tanto a un mayor despliegue territorial en ciertas actividades productivas. Esto se debió a la evolución que tuvo el ambiente empresarial ya que los nuevos destinos de inversión territorial dependieron de rentabilidades alternativas tanto a nivel intersectorial como interregional acentuando la tendencia hacia la des-territorialización y des-sectorialización del capital.

Una consecuencia de este cambio fue que las distintas colectividades regionales, provinciales o locales perdieron atribuciones y capacidad para manejar sus propios procesos de acumulación y crecimiento, pues carecían de una gestión que consolidara sus intereses regionales o locales, ya que los lugares priorizados para la inversión marcaban su presencia en función de sus ventajas comparativas, principalmente asociadas a recursos naturales y capacidad de inserción global.

Bajo estos criterios de carácter económico, desapareció el establecimiento de ventajas locacionales artificiales a través de la acción pública, la cual seguía directrices de estrategias de desarrollo regional o local. Bajo el contexto del nuevo marco regulatorio, las posibilidades de una gestión endógena orientada a impulsar el crecimiento regional o local dependían de la fertilidad territorial inicial del lugar, de su historia productiva y/o de los recursos del lugar. Bajo este cuadro y una vez liberalizado territorialmente la inversión extranjera, se van produciendo desequilibrios regionales que acentúan la distancia entre unas y otras, cuestión que no se ve revertida en esta tercera etapa de desarrollo del modelo.

Estas acciones tuvieron un impacto sobre la configuración del territorio ya que, por ejemplo, se generó una expansión metropolitana, que actualmente tiende a desbordar sus límites y a asumir dimensión y carácter regional.
En cuanto a la distribución territorial de los servicios, este sector cobró renovadas fuerzas y se organizó en forma centralizada, concentrándose en las áreas metropolitanas principales. En este caso, el sistema financiero vivió un fuerte proceso de modernización, crecimiento y diversificación, transformaciones que reforzaron la concentración territorial de las funciones centrales del sector, las que se habían ubicado prácticamente en el Area Metropolitana Santiago. A esta concentración física del sistema financiero le corresponde una elevada centralización en su operación. Como resultado, desaparecieron los escasos bancos de carácter regional que existían en el país los que en el pasado jugaron un importante papel en la dinámica de acumulación de sus respectivos ámbitos territoriales y, paralelamente, instalaron sucursales las más importantes entidades financieras y comerciales del mundo.

Este comportamiento, reflejó la disparidad existente entre la RMS y las restantes regiones constituyendo un factor adicional de retroalimentación de la metropolización. Todos los indicadores relativos a las preferencias territoriales del sector terciario moderno, corroboran esta tendencia la que se acentuó al intensificarse la recuperación económica. Otro factor que incidió en el aumento de la concentración terciaria fue la localización de los servicios vinculados a los productos y actividades globales, cuya irrupción y generalización se acentuó bajo los efectos de la apertura externa y la recuperación económica.

Con lo antes expuesto es evidente que se produjo un despliegue territorial tanto de las actividades productivas como de la población la cual ha estado a merced de criterios económicos y no de criterios de planificación territorial. Debido a este criterio se ha generado una fuerte expansión urbana sin un control sobre las actividades a desarrollar. Esto enmarca que la infraestructura existente responde a criterios de desarrollo y estar al nivel de las exigencias de una ciudad globalizada pero obviando a sus pobladores ya que esta responde a criterios particulares de rentabilidad.

La demanda de una cada vez mayor centralidad operacional ha llevado a este proceso de globalización a priorizar por determinadas zonas urbanas que, ofreciendo «ventajas comparativas» vienen a desplazar y a alejarse de su entorno inmediato a nivel nacional o continental. La «ciudad global» pasa a ser un nuevo paradigma en los lineamientos de desarrollo de Santiago y de la región metropolitana, pasando a ser parte de «una malla global de sitios estratégicos que emergen como una nueva geografía de centralidad» (Sassen).

No es engañoso creer que este proceso de centralidad global ha sido el punto final del proceso de crecimiento sustitutivo (ver p.e. Mattos, EURE Nº65), pero lo cierto es que el proceso de agotamiento del sistema fue aparejado con otro de mayor envergadura y proyección y que tiene que ver más con el fin de la Guerra Fría y la consecuente unilateralidad política e ideológica en el ámbito mundial. El término de los sistemas productivos nacionales no fueron sólo reemplazados por mejores y mayores ventajas comparativas el sector terciario, sino que abrieron espacio a una nueva forma de integración mundial. Se abre así un nuevo período de desarrollo para Chile, ligado a la centralidad capitalina, al montaje de un aparato político funcional y al desperfilamiento de toda alternativa de crecimiento nacional equilibrado.

Al aplicar esta estrategia macroeconómica se ha producido un fuerte retroceso industrial, en los ocho años comprendidos entre 1975 y 1982, se produjo la quiebra de más de 2.700 empresas, en su mayoría del sector industrial (de Mattos), surgiendo ciertas actividades comparativas en los mercados externos. Al año 1985 la situación industrial en Chile estaba ya reducida a su más mínima expresión de sobrevida. Este comportamiento se debió al efecto de transición ante un nuevo modelo de mercado donde el sector construcción fue uno de los más afectados. Desde el punto de vista de la dimensión regional de la Inversión pública, en 1996, esta se concentra casi en un 50% en las regiones Metropolitana (29,6%), VII (11%), y V (9,7%). (Mideplan, 1997)

Pero esto que hoy aparece como un signo claro de progreso y novedoso discurso, no es más que una expresión más de las corrientes que han movido el desarrollo de nuestro país. ¿Ha cambiado Santiago acaso su ropaje de pobreza y discriminación con este proceso de globalización y centralidad mundial? ¿Puede mostrarse un resultado de desarrollo nacional equilibrado?

El cuadro general en una ciudad global es que aunque se recupere del período de reestructuración, disminuyen visiblemente las condiciones de vida de la población y se distancie del crecimiento de otras ciudades aledañas. Las inversiones se han enfocado en las áreas más rentables en la Región Metropolitana Santiago, la que ha sido mayormente equipada con el objetivo de servir de puente con el resto del mundo transformándola en una «ciudad/oficina» cuyas ventajas competitivas (como actualmente se establece en el sistema de ofertas internacionales) pasan por el castigo de la equidad y el sostenimiento de los logros alcanzados.

Así, queda sentada la «globalización» de la Región Metropolitana Santiago cuando se transforma en el comando del nuevo poder económico, incluyendo las funciones de enlace con la economía mundial y la cabeza de las principales actividades del sector terciario moderno, en el que destacan los servicios financieros. Al año 1997 la Región Metropolitana contaba con 28.600 personas trabajando en instituciones financieras, y la región más cercana en cuanto a contratación es la V, con 3.440 (Fuente: INE).

Esto muestra que la progresiva globalización finalizó en la reactivación de una economía metropolitana donde no hubo una modificación en sus tendencias sino la readaptación de un fenómeno que había iniciado en los años en que se afianzó el proceso de urbanización de la economía. Al reconocerse las tendencias concentradoras y la inexorabilidad de la metropolización, cobró fuerza la factibilidad de lograr una mayor distribución territorial del aparato productivo.

Las transformaciones urbanas tienden a concentrarse en unas pocas aglomeraciones principales en desbordante expansión, los cambios asociados a esta concentración de actividades y centralización de funciones configuraron un comportamiento de carácter estructural el cual redefinió el papel y carácter de la aglomeración emergente. Estas transformaciones se desarrollaron en el Área Metropolitana de Santiago, pasando a cumplir funciones de coordinación y regulación propias de una ciudad global. La implantación de estas funciones es la que establece una de las principales diferencias entre la metrópoli de la época del desarrollismo y la que evoluciona tras las huellas de la ciudad global.

La aplicación de esta nueva estrategia económica no solo generó cambios en el ámbito territorial sino también a nivel físico-demográfico ya que hubo disminuciones en el ritmo de urbanización debido a la caída en los niveles de fecundidad, con la consecuente disminución del ritmo de crecimiento demográfico. En la periferia de la RMS se produjo el mayor crecimiento demográfico, presentando procesos de suburbanización y/o periurbanización en torno al centro urbano. Este comportamiento es propio de ciudades globales debido al marcado proceso migratorio, el cual atrae el excedente de población desde las áreas rurales y ciudades pequeñas. Esta dinámica concentradora se caracteriza por una expansión tentacular de la mancha urbana central la que ha desbordado continuamente los límites del Área Metropolitana Santiago, extendiéndose hacia las áreas rurales aledañas.

En esta expansión metropolitana incidieron estrategias tanto individuales-familiares como empresariales, las que modelaron los límites y la forma urbana de un crecimiento carente de regulación. Actualmente las tendencias a la metropolización se materializan en una aglomeración predominantemente urbana y no en un marco de bordes definidos

Como resultado de esta nueva forma de expansión, un conjunto de nuevas actividades se desplegaron por diversos lugares del espacio metropolitano, originando nuevos focos de crecimiento, surgiendo numerosos centros comerciales afectando a los barrios comerciales tradicionales de la ciudad produciendo cambios tanto en la estructura urbana como en los hábitos de sus habitantes. El crecimiento periurbano ha estado acompañado por el decrecimiento relativo y absoluto del peso industrial y poblacional del núcleo central tradicional y el Área Metropolitano Santiago que han ganado actividades de servicio mas sofisticadas del terciario avanzada y en especial del sector financiero

Queda así configurada la careta de «ciudad global» que llevará a nuevos modelos de movilidad urbana e inserción mundial. El paradigma queda demostrado como «ejemplar», pero también salta a la vista un conjunto de contradicciones de desarrollo que son de difícil resolución:

a) Estacionada en el mapa global y en el discurso nacional la «ciudad global», se enfrenta a resolver el peso que significa el crecimiento nacional equilibrado. Mientras la ciudad global se ha insertado en un nuevo estamento de poder, el resto del país se debate en un difícil proceso de atraso económico y cultural, debiendo ofrecer sólo materias primas (sector primario) y turismo (sector terciario).

b) Este distanciamiento además acrecienta las reivindicaciones de desarrollo de las zonas no globalizadas, alegando igualdad de condiciones. La crítica situación que viven la mayoría de las ciudades del norte del país, es clara muestra de este «choque de intereses» en el crecimiento urbano nacional, sin que por esto se congele el crecimiento de acumulación capitalista.

c) La creciente «independencia» que esta «ciudad global» va alcanzando se contradice también con el «tropezado» caminar político de las instituciones estatales y políticas, produciéndose una suerte de dualidad de poder. La carrera por la independencia muchas veces choca contra el muro de la institucionalidad nacional (ver p.e. caso de la gestión municipal en Las Condes).

d) El fortalecimiento del sector terciario ha dejado fuera de la distribución económica a sectores de trabajadores industriales que buscan nuevas fuentes laborales, canalizando sus expectativas en la micro y pequeña empresa (fuente de una parte importante de la fuerza laboral). La nueva organización industrial es flexible, forma asociada a los distritos industriales; las empresas pueden capitalizar sus ventajas, el tamaño pequeño y su proximidad para ajustarse rápidamente a los nuevos gustos de los consumidores, innovación tecnológica, mercados cambiantes. Todo lo anterior provoca un creciente desempleo. Se produce un divorcio entre desarrollo económico y desarrollo social. Las organizaciones sindicales van perdiendo fuerza y sentido por la dinámica de la tecnología en las fábricas.

e) En la ciudad globalizada la política pierde su propiedad de guía. Muchas decisiones no pasan por el sistema político. Así, por ejemplo, la economía internacional es más importante que la nacional.

f) Una forma de responder a la polarización que se produce es la organización en el ámbito local. Se advierte en el ámbito internacional un desarrollo del nivel local, puesto que las administraciones locales van reconstruyendo sus relaciones con los privados, en virtud

No lejanas resultan las palabras que escribiera José Martí el año 1891:

«Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima…»