MACRI SE SOMETE AL FMI

Por Hugo Fazio

En mayo un conjunto de hechos, simultáneos, repercutieron en las paridades cambiarias y en las salidas de recursos financieros desde países de la región. El dólar se revaluó en los mercados globales. En la primera semana del mes, el Índice Dólar de Bloomberg, construido en la relación con un conjunto de monedas pertenecientes a países desarrollados, revirtió toda la devaluación experimentada durante el año. “La dolarización, según muestra un nuevo estudio –subrayó The Wall Street Journal- significa que un dólar apreciado puede perjudicar más bien que ayudar a otras economías (…). De hecho, un dólar puede ayudar a explicar por qué el crecimiento global ya ha flaqueado este año”. En el primer trimestre la actividad japonesa descendió con relación a octubre-diciembre y la de la Unión Europea, disminuyó marcadamente su nivel de crecimiento, destacando el caso de Alemania su mayor economía.

Las inversiones de portafolio que durante 2018 ingresaron en alto monto a América Latina, aprovechando el diferencial de tasas de interés, se movieron fuertemente en la dirección contraria, incidiendo en los tipos de cambio. Los bonos del Tesoro de EE UU, que a comienzos del año rendían un 2,4%, superaron en mayo ligeramente el 3%, nivel ya alcanzado en la licitación de abril. Cifras superiores al 3% no se registraban desde mayo de 2011. El día 15 alcanzaron los US$ 3,06, su nivel más alto en siete años. El Instituto de Finanzas Internacionales cifró en US$1.200 millones los recursos extraídos de la región durante la primera semana del mes. De los mercados emergentes salieron en veinte días, considerando desde abril al mismo momento, US$5.500 millones. Este egreso tiene efectos monetarios internos, dado que al adquirir divisas en los bancos centrales se retira del mercado moneda nacional. En la apreciación del dólar incidió la determinación de la Reserva Federal norteamericana de reducir sus estímulos.

El impacto se dejó sentir con especial virulencia en la economía argentina, cuya moneda había comenzado ya a debilitarse durante el primer trimestre del año, experimentando el peso una devaluación de 7,53%. En los primeros siete días de mayo lo hizo en otro 7,9%. En la segunda semana se depreció otro 6,13%, cerrando en $23,30 por dólar, a pesar de que el Banco Central recurría a la “flotación sucia” colocando dólares en el mercado. Las autoridades económicas adoptaron preliminarmente diversas medidas para intentar detener el proceso devaluatorio. El Banco Central, en sucesivas alzas, subió la tasa de interés de política monetaria a un elevadísimo 40% anual, aumentándola con relación a abril en diez puntos porcentuales. Paralelamente, redujo la posesión de dólares por parte de los bancos comerciales a solo un 10% de los activos líquidos totales buscando así restringir su demanda. Además, procedió a vender millones de dólares de las reservas internacionales en el mercado. Entre marzo y abril había ya vendido US$6.700 millones. En las dos primeras semanas de mayo transó otros US$2.000 millones. A su turno, el ministerio de Hacienda modificó la meta de déficit fiscal primario, que no considera el pago de intereses, de un 3,2% al 2,7% del PIB, lo cual de acuerdo con sus estimaciones reduciría el gasto público en US$3.200 millones. En esta determinación destaca la disminución en US$1.400 millones de las inversiones en infraestructura.

El 14 de mayo, en la víspera del vencimiento masivo de las Letras del Banco Central de la República Argentina (Lebac), títulos adquiridos por inversionistas que se temía podían utilizarse en adquirir dólares para salir del país, la paridad se disparó hasta $25,50 . El Banco Central vendió US$400 millones en $25, dentro de una oferta efectuada de colocar hasta US$5.000 millones a dicha paridad. Durante el día, Macri habló telefónicamente con Trump, buscando el respaldo estadounidense al acuerdo con el Fondo, el vocero del FMI, Gerry Rice, junto con recalcar que esperan “un rápido acuerdo en estas negociaciones”, aseguró que respaldan un tipo de cambio flotante, es decir entregado a las fluctuaciones del mercado. Analistas financieros interpretaron la colocación del Banco Central en una cotización prefijada como un intento de colocarle “un techo” a la paridad.

El alto nivel de tasas de interés fue un factor determinante para que los títulos del Banco Central se renovaron en su totalidad y se efectuaran además colocaciones adicionales por $5.000 millones. “Una parte importante de las letras –aclaró el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne- está en manos de empresas públicas, otra parte de bancos y otras de inversiones y familias que se ven atraídas por las altísimas tasas de interés de los Lebac”. Hubo también ingreso de fondos desde el exterior para adquirirlos, lo cual contribuyó a que la paridad cerrase ese día en $24,67. La incidencia del dólar en el país trasandino es muy elevada. El 88% de sus importaciones se facturan en esta moneda, en consecuencia, impacta su apreciación rápidamente en los precios internos. A ello se agrega que US$98.000 millones de la deuda pública y US$68.000 millones privados significan compromisos que en moneda nacional inmediatamente son superiores debido a la devaluación. Su repercusión en los precios es inmediata cuando simultáneamente la población es golpeada por un agudo incremento en tarifas de los servicios públicos. Paralelamente, el país experimenta una sequía muy grande, que afectó las cosechas de soja, la principal fuente de ingresos en divisas, y de trigo.

El paquete de medidas tiene un claro impacto contractivo en una actividad económica que venía recién saliendo de un cuadro similar. Ello condujo a que se hablase de que pueden conducir nuevamente a una recesión. “El Producto Interno Bruto –señaló Edward Glossop de Capital Economics- podría haberse contraído en el primer trimestre (…) porque la sequía ha golpeado la producción agrícola. Ahora –agregó-, el alza agresiva de la tasa podría ser suficiente para que la economía vuelva a contraerse en el segundo trimestre. Hay -concluyó- una posibilidad grande de recesión”. “(…) Es difícil ver –afirmó igualmente Carmen Reinhart, académica de la Universidad de Harvard- que esto no lleva a una recesión”. El propio ministro de Hacienda debió adelantar que, como consecuencia de la volatilidad registrada en la paridad cambiaria, el país tendrá “algo menos” de crecimiento económico y “más” inflación.

Sin embargo, el conjunto de acciones se consideró por el propio gobierno insuficiente. El 8 de mayo, el presidente Mauricio Macri anunció que “de manera preventiva ha decidido iniciar conversaciones con el Fondo Monetario Internacional para que nos otorgue una línea de apoyo financiero. Estamos recorriendo –añadió- el único camino posible para salir del estancamiento, buscando evitar una gran crisis económica que nos haría retroceder y dañaría a todos”. Con esta decisión, Argentina vuelve a someterse a políticas decididas por el FMI, que habitualmente, como es conocido, une sus ayudas financieras a establecer obligaciones de políticas a cumplirse.

Después de quince años vuelve así a pedir ayuda financiera al organismo internacional, relaciones que fueron cortadas durante la presidencia de Néstor Kirchner. Para ello se canceló anticipadamente la suma de US$9.530 millones, contraídos entre enero y septiembre de 2001 en plena crisis, la cual tenía vencimientos hasta 2009. A las pocas horas del anuncio de Macri, Christine Lagarde, directora ejecutiva del FMI, confirmó las negociaciones a efectuarse. “Se han iniciado discusiones -expresó- sobre cómo podemos trabajar juntos (…) y llevaremos estas conversaciones a cabo en breve”. En la práctica se iniciaron casi inmediatamente en Washington. Gerry Rice, portavoz del FMI, dio a conocer que se espera conceder a Argentina un acuerdo “stand by”, pero que las precisiones se están aún discutiendo. Alabó las afirmaciones de Macri sobre reducir el déficit fiscal, agregando que no se establecerá una meta cambiaria.
Las cuentas públicas trasandinas tienen un elevado monto de deuda en dólares, dado que recurrió masivamente a financiamientos en esta divisa para atender sus necesidades de fondos. Emilio Ocampo, profesor de Finanzas de la Universidad Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina detalló que “en Argentina la deuda externa del Estado nacional con el sector privado alcanza a aproximadamente US$138.000 millones (sin incluir las provincias) o 22% del PIB. La mayor parte de esta deuda –agregó- es en títulos públicos en dólares que (…) tiene una tasa promedio de 4,4% anual y vencen después de 2022 (casi dos tercios)”. “Somos –había expresado Macri- de los países del mundo que más dependen de financiamiento externo”.

El FMI estimó al comenzar el año –informó The Wall Street Journal- que reservas internacionales superiores a los US$65.000 millones constituirían un monto apropiado para contribuir a que Argentina alcanzase la estabilidad económica. En marzo llegaron a US$61.730 millones. El curso de la crisis mostró que las reservas no otorgaron garantía, como tampoco lo fue darle flexibilidad a la evolución de la paridad. “Aunque Argentina empezó su actual infortunio con abultadas reservas de divisas –comentó la publicación- el país también tiene deudas externas más profundas que otros mercados emergentes. Más de dos tercios de la deuda de gobierno del país se emiten en una moneda extranjera, de acuerdo con el FMI. En comparación los niveles equivalentes con el 4,4% para Brasil y el 33,5% para México”.

Rápidamente arreciaron las críticas a la petición efectuada al Fondo y a la política económica seguida. “Lo que desencadenó este plan B o C o D –afirmó Axel Kicillof, exministro de Economía en el período de Cristina Fernández- no es responsabilidad del gobierno anterior, ni de la oposición ni de la coyuntura internacional. Es responsabilidad de un mal plan económico”. “Para la población argentina –comentó Martín Ravazzani, economista de Ecolatina-, esto es una mala noticia. El recuerdo del último salvataje a Argentina es muy malo. El presidente ha adoptado una decisión que tendrá un costo político (…)”. Las encuestas de opinión pública fueron abiertamente contrarias a la determinación de recurrir al Fondo. Una consulta efectuada por el Centro de Estudios de la Opinión Pública cifró en un 76,9% las opiniones negativas a la decisión y solo un 20,9% expresó su aprobación. “Se debe tener en cuenta –expresó el director del organismo encuestador, Roberto Bacman- que la memoria colectiva se nutre de malos recuerdos de tiempos indeseados que se asocian al temido FMI”.

La visión crítica al FMI en Argentina tiene una larga historia. Nació con Perón en 1946, quien según su propio relato cuando asumió el poder la primera visita que recibió fue la del presidente de la recién formada institución en la conferencia de Bretton Woods, el belga Camille Gutt, proponiéndole la incorporación al organismo, contestándole que lo pensaría. Llegando a la conclusión, escribió en 1967, luego de consultarse con sus asesores, que “el resultado fue claro: se trataba de un nuevo engendro putativo del imperialismo”. La posición crítica al Fondo duró todo el tiempo que Perón gobernó.
En 1956 ello cambió luego del golpe militar cuando el general Pedro Aramburu solicitó su respaldo. Luego, se produjeron los planes económicos de ajustes económicos de los años ochenta promovidos por el FMI como condición para otorgar sus créditos. La hiperinflación de 1989 fue enfrentada durante la administración de Carlos Menem con la paridad fija uno a uno del peso argentino con el dólar que, si bien después de un duro proceso puso fin a la desatada alza de precios, condujo finalmente a una crisis recesiva. El FMI apoyó esta política hasta el final.

En estas circunstancias, el Credit Default Swap (CDS), instrumento que mide el riesgo país a cinco años, llegó antes del anuncio de Macri a 386.570 puntos base, su nivel más alto desde enero de 2017. El mercado estimó en ese momento que los riesgos de no pago, que se buscan reducir con la liquidez a proporcionar por el FMI, habían aumentado. “El argumento más importante del gobierno –puntualizó Joaquín Morales en La Nación- consistió en la necesidad de enviarle un contundente mensaje a los mercados de capitales. Si cuenta con el respaldo del FMI (…) ¿por qué los inversores privados seguirán desconfiando del país?”.

En el plano sindical se produjo también un impacto con el curso tomado por la economía teniendo en cuenta que se negociaron incrementos en remuneraciones anuales de 15%, en línea con la proyección de inflación oficial, que se había aumentado del 12% previsto inicialmente, pero la sola devaluación llevó a la conclusión que será muy superior. La combinación de la devaluación con violentas alzas en precios de servicios básicos provocó un descontento generalizado. En abril la inflación en doce meses era de 25,5%.
La conmoción económica registrada en Argentina produjo efectos de contagio en países de la región. Los capitales tienden a reaccionar rápidamente previendo los impactos posibles de producirse en otros mercados. En particular, hubo significativas repercusiones en las paridades cambiarias de Brasil, México, Colombia y Chile. El real había alcanzado en enero un nivel máximo en su relación con el dólar. Desde entonces inició un proceso devaluatorio que en la primera semana de mayo alcanzó a un 13%. Su Banco Central para enfrentar la situación inicialmente colocó contratos que permitían modificar vencimientos cambiarios para así darle un tiempo mayor a inversionistas de reaccionar frente al nuevo escenario. Sin embargo, la depresión del real continuó alcanzando el 17 de mayo su paridad más elevada en 25 meses. Las cifras de actividad del primer trimestre mostraron que su producto se contrajo en 0,13% en relación a octubre-diciembre de 2017.

En México, ya durante la primera semana de mayo, el peso experimentó su impacto más desfavorable en el año, retrocediendo un 3,2%, desapareciendo totalmente la apreciación experimentada hasta ese momento. Desde luego, en la evolución de su economía está muy presente la negociación del Tratado de Libre comercio de América del Norte, enfrentada a las exigencias estadounidenses de obtener condiciones más favorables.

En Chile, el día del anuncio de Macri la paridad cambiaria cerró en $635,30, con un incremento de 6,8% en relación al 24 de abril cuando se encontraba bajo los $600 ($589,90). Ello impacta favorablemente en el comercio exterior, aunque, por otro lado, la acentuada volatilidad causa incertidumbre. Al mismo tiempo, hizo aumentar los índices de precios. Hecho calificado favorablemente por Alberto Naudon, consejero del Banco Central, porque ha “ayudado a mitigar” el desajuste del IPC con la meta del instituto emisor de alcanzar el 3% en doce meses. En abril, de acuerdo con las cifras del INE, se encontraba por debajo del punto mínimo establecido por el Banco Central de su banda entre 2% y 4%, al anotar el IPC un 1,9% y la inflación subyacente, que no incluye los precios de los alimentos y la energía, el 1,6%. Desde luego, empresas con sus matrices en Chile son afectadas por las conmociones producidas en la economía argentina. Por participación del mercado argentino en sus ventas totales, las empresas más afectadas, según cifras del año 2017, son Cencosud (24%), Andina (30%), CCU (24%) y Enel América (15%).

A la semana siguiente la paridad descendió en el país, perdiendo cerca de la mitad del incremento experimentado desde el 24 de abril, corrigiéndose en parte la sobrerreacción inicial, influyendo también el anuncio del ministerio de Hacienda de la colocación de bonos en el mercado interno, autorizada en la ley de presupuestos para financiar el déficit fiscal, la primera de las cuales se efectuó rápidamente. Esta colocación creó en el mercado la idea de que generaría ingresos desde el exterior para adquirirlos, lo cual de darse aumentaba la oferta de divisas. Pero, el dólar el día 15 de mayo se revaluó a nivel global, anotando números máximos en el año, lo cual nuevamente impactó al alza la paridad en el país cerrando en $632,10.

Las devaluaciones y salidas de capital tienen lugar obviamente también en países emergentes de otros continentes, las cuales –afirmó Carmen Reinhart-, “tienen mucho más grietas de lo que tenían hace cinco años y ciertamente a las que tenían en la crisis financiera global”. Entre las monedas más depreciadas están las de Turquía y de Indonesia. El primero experimenta un elevado déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Su banco central también procedió a aumentar la tasa de interés, tratando así de detener la depreciación de la lira.

Mayo del 2018.