LOS BORDES Y EL CUERPO DEL DELITO

Por Cristian Cottet

La burguesía no puede existir sino
a condición de revolucionar incesantemente
los instrumentos de producción
Carlos Marx

¿Conoce usted una rueda de auto desinflada?
Conocer, o por lo menos aquello que entendíamos por conocer, ha entrado en crisis. Si otrora conocer estaba marcado por los sentidos y desde allí al entendimiento y desconstrucción de lo leído, esto se ha hecho trizas y asistimos a una época donde conocer es simplemente leer de acuerdo con los patrones que poseemos, descifrar esos signos que se nos a parecen frente a los cuerpos y que resbalan por entre los dedos de quien carece se ese poder dado por el conocimiento mismo.
Conocemos de tan diversas formas y destinos que el acto mismo de conocer, de acercarnos a lo por conocer, y hacernos de parte de ese otro, es ya un acto de conocimiento truncado, parchado de otro conocimiento.
Si, ni duda cabe, estamos en medio y somos producto de un conocimiento truncado.
No hace mucho un hombre observaba la rueda desinflada de su automóvil. El hombre se acerca a ella y le mira con extrema detención. Al preguntarle qué tanto mira de esa rueda sin aire, me respondió: “Justamente eso miro, que le falta aire en su interior, pero si usted observa, es sólo la parte de abajo la que carece de aire, porque la superior no se ve desinflada”.
¿Cómo explicar que la parte superior sólo externamente se ve sin aire cuando en verdad es toda la rueda la que carece de éste? Para él sólo la parte inferior carece de aire.
Si la rueda rotara seguramente el hombre descubriría que el sector inmediatamente al lado del desinflado también carece de aire. Pero, según su razonamiento, también descubriría que al momento que ese sector se acerca al desinflado y éste se traslada hacia el extremo superior, cobra la forma del anterior, por lo que nuevamente la parte inferior sigue careciendo de aire, mientras que la superior no.
Suponemos que él sabe que la rueda del automóvil adquiere la forma de “rueda con aire” en la parte superior producto de que no sufre la embestida del peso atmosférico, de la fuerza de gravedad y, por último, del peso que aporta el automóvil. Pero no. Eso es solo conocimiento de quienes saben algo (aunque sea intuitivamente) de esa parte del conocimiento humano que llamamos Física. Él no. Él sólo ve una parte desinflada y la duda.
¿Qué hago al intentar explicar este fenómeno, tan misterioso como lúdico?
Primero hago acopio de lo que sé, o sea de un conocimiento externo y ya instalado, que me dice de los fenómenos físicos, los traslado a ese momento y con ellos leo, leo el entorno y veo un auto, veo una rueda desinflada y sé (por lo que traído desde otro espacio) que es toda la rueda la desinflada.
Ese “traer de otro espacio” me instala, claro, en lo que denominamos interpretar, leer de la realidad lo que se nos está permitido y dejamos ver.
Atrapados por el método científico, vamos relegando a planos dispersos y sin articulación lo que no responde a éste. Debemos entonces poseer un arsenal de otros conocimientos para poder acercarnos a una lectura que, sea para bien o para mal, creeremos como lo correcto, o lo que se acerca a “la verdad” y en ese mismo instante designaremos esa pequeña verdad como La Verdad, pero al exponer nuestra verdad a nuevos y/o diferentes desafíos descubriremos que no siempre esa verdad es tan absoluta como la viéramos al comenzar este ejercicio.
El “traer a un presente de lectura” lo leído, hace de este ejercicio un hecho infinito. Podemos leer sólo aquello que sabemos (aunque no necesariamente veamos), o sea que sospechamos parte de la realidad que designamos como nuestra. Podemos leer sólo reinstalando otras realidades en este momento de lectura y así reubicar lo visto. Finalmente, volveremos a leer lo sabido (ahora con la carga de lo traído) y de esa nueva y sospechosa lectura tendremos lo que nos reúne, o sea: la interpretación de un hecho.
Estos tres momentos que dan cuerpo a la interpretación son los que, articulados en un exquisito y fenomenal momento, nos dan la posibilidad de volver a leer e interpretar nuevas cosas sabidas.
El Diccionario de la Lengua Española define hermenéutica como: “El arte de interpretar textos y especialmente el de interpretar los textos sagrados”. Por otro lado, el mismo sagrado texto define interpretar como: “Explicar o declarar el sentido de una cosa, y principalmente el de textos faltos de claridad”. Como se ve la primera se define en función de la segunda, por lo que podemos desatendernos de aquella y volver a la interpretación como acto explicación.
Pero ¿qué es eso de “falto de claridad”? En verdad lo que se interpreta es justamente aquello cuyo significado no es la exterioridad, si no que está dado por señales no siempre nítidas ni al alcance de lo que sabemos. Justamente es por esto que debemos traer lo sabido para volver a saber lo que se sabe, lo falto de claridad.
¿Usted ha visto una rueda de auto desinflada?
Empleo el concepto “ver” apelando a uno de los cinco sentidos, pero, ¿usted vio esa rueda desinflada o “interpretó” que esa rueda estaba desinflada? Si nos apegamos al acto de “ver” estamos entonces instalados en el más empírico de los conocimientos y sabemos que lo que le falta a esa rueda es cualquier otra cosa pero aire, no. Podrá no alcanzar el que contiene para elevar la rueda a una posición equilibrada (o por lo menos el equilibrio que requiere el automóvil para desplazarse armónicamente), pero en su interior sabemos que es aire lo que posee. Entonces el asunto es saber qué hacemos cuando cualificamos esa rueda como desinflada, y la solución a nuestro embrollo es que hemos trasladado ese otro conocimiento que nos dice que una rueda con carencia de aire en una de sus partes no permite esa armonía de que hablamos antes.
Hemos “reconstruido”, parchado, rellenado nuestro primer conocimiento para aturdir así el sentido de la vista y alcanzar un entendimiento que nos lleve o bien a cambiar la rueda, o bien a dejar el auto para otra oportunidad. Al decir del mismo diccionario antes citado, logramos “Concebir, ordenar o expresar de un modo personal la realidad” y lo hemos hecho con palabras como “rueda”, “aire”, “desinflada”, “automóvil”. Palabras que, además no son más que signos y como tales solo nominan para que un otro intérprete lo nominado. Así vamos, interpretando, sin poder acercarnos a cosa alguna por completo. Con un fragmentado conocimiento de la realidad y referenciándonos a ese otro conocimiento al que debemos asirnos para no caer al infinito territorio de la duda.
Es preciso volver y volver sobre lo mismo para insistir en la trampa de nominar como infinito lo que sabemos perecible. Con esto cumplimos sólo con el rito de sobrevivir, que es también un tránsito expuesto a un lector que reconozca su propio idioma.
Entonces, ¿qué hacemos cuando observamos una rueda de auto desinflada?