LEVIATÁN

Por Aníbal Ricci

El guion de esta película es despiadado. Sin prisa va mostrando a funcionarios corruptos de escasa figuración (policías de caminos, empleados de una comisaría) pidiendo favores o demorando denuncias realizadas por civiles, todos personajes de un pequeño pueblo ruso que ha ido dejando esqueletos de edificios y casas destruídas, enmarcado por imágenes omnipresentes de una Naturaleza de curso inmutable ante el mezquino actuar de sus habitantes. El contrapunto entre las escenas de este pequeño infierno y las imágenes del paisaje otorgan un sello estético de la mejor tradición del cine ruso.

Kolia (esposo de Lilya y padre de Romka) es el protagonista y víctima en esta tragedia, abierta crítica al actuar del poder estatal sobre una población indefensa. Plantea sin disimulo que no hay manera de hacer frente al alcalde (Vadim Sereyich) debido a que éste controla a sacerdotes, policías y jueces. El alcalde es el orquestador de toda la corrupción del pueblo, aunque el director le carga los dardos al sacerdote que se sienta en la oficina de Vadim y le dice que no le dé detalles de lo que hace, que no es una confesión, dando a entender que sabe que es un mafioso, pero que cuenta con todo su respaldo. Esta autoridad eclesiástica congrega a todos los personajes anteriores en su parroquia, que parece observar a los habitantes desde una colina, y donde Kolia es sólo un alcohólico que no asiste a misa. La animadversión del director hacia la religión es tendenciosa; para el resto de la corrupción las imágenes son contemplativas, pero avanzan lento y aplastante como un elefante.

A Kolia lo traiciona su esposa, su hermano y sus amigos policías (en realidad no tiene amigos) luego de que el alcalde le ha expropiado su casa, que ha pertenecido por tres generaciones a su familia. La indemnización es abusiva y apenas cubre la sexta parte del valor de la propiedad. Toda esta implacable maquinaria es matizada con escenas donde pareciera que hablara el Vodka. Bajo su alero todos estos personajes se ríen de los líderes nacionales y pueden articular diálogos que parecieran hacerlos amigos.

El hermano de Kolia (Dmitri) intenta extorsionar al alcalde, que convoca a los poderes fácticos del pueblo. Se dan cuenta que tras él no hay nadie poderoso y los matones de Vadim le propinan una golpiza. Justo antes, Dmitri se ha acostado con la esposa de Kolia y ella es rechazada por Romka (el hijo). Lylia se da cuenta de que ha emporcado su propio chiquero y se arroja al mar. Ha transcurrido un día de su muerte y arrestan a Kolia que ahoga sus penas en alcohol. Los secuaces de Vadim arman instantáneamente el caso y a los pocos días el tribunal condena a Kolia; los mismos jueces que anteriormente habían dictaminado en su contra y a favor del alcalde. Las sentencias son rápidas y leídas a una velocidad ininteligible, una suerte de justicia exprés.

La película hace recordar a «El Proceso», novela de Kafka donde un funcionario de un prestigioso banco es perseguido por la justicia y envuelto en una pesadilla que Orson Welles dotó de imágenes angustiosas. Pero en esta película, el personaje no está inmerso en la ciudad sino en un pueblo insignificante, siendo Kolia quizás el más insignificante de sus habitantes. Tras esta historia particular, el director pretende denunciar la corrupción de las instituciones en la Rusia actual. El peso de la ley recae sin piedad sobre el personaje, que ingresa inexorablemente a cumplir su condena detrás de la puerta de un recinto carcelario que probablemente esconde un destino aun más trágico.

Ficha Técnica

Título original Leviafan (Leviathan)
Año 2014
Duración 141 min.
País Rusia
Dirección Andrey Zvyagintsev
Guion Oleg Negin, Andrey Zvyagintsev
Música Philip Glass
Fotografía Mikhail Krichman
Reparto      Aleksey Serebryakov, Vladimir Vdovichenkov, Elena Lyadova, Anna Ukolova, Roman Madyanov,

Lesya Kudryashova, Aleksey Rozin, Sergey Pokhodaev, Valeriy Grishko, Sergey Bachurskiy,

Dmitriy Bykovskiy, Alla Emintseva