LEGALIDAD DEL MIR ¿QUIÉN LE PONE EL CASCABEL AL GATO?

Por Cristian Cottet

No pasa día sin que las sorpresas políticas, de tribunales y escandalosas devengan desde el palacio de gobierno, del parlamento o de las direcciones de los partidos políticos. No queda día en el calendario donde podamos descansar de las denuncias, los juicios, las dilaciones de lo prometido. Ayer fueron los sobresueldos, ahora las señales de corrupción y el debacle al momento de impulsar las mentadas reformas prometidas desde la Nueva Mayoría. Hasta aquí, muchos podrán decir “nada nuevo bajo el Sol” y es verdad.

Para colmo, se nos vienen encima las elecciones municipales y aparecen los risueños candidatos repartiendo papelitos y calendarios en la feria de abastos. Es el tiempo de los más falsos apretones de mano. Es la hora de la sonrisa. Es cuando hasta el Tony Caluga descubre su “vocación pública” y de esos discursitos baratos que llenan la boca de aquellos que solo esperan un sueldito sin mucho trabajo.

De la izquierda queda poco donde asirse con cierta certeza de futuro. Más bien nos encontramos en una encrucijada política que cuesta visibilizar salida. La izquierda, esa que no está en el parlamento, porque la otra… mejor no hablar, le conforman un puñado de militantes que dan forma a nuevas alianzas y pactos electorales donde caben moros y cristianos. Desconcierto, es el concepto que puede definir el ejercicio político y en especial el ejercicio político del pueblo izquierdista.

En este contexto, la prensa en todas sus expresiones, nos ha sorprendido con la noticia de que un sector del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), conducido por Demetrio Hernández, ha tomado la conflictiva decisión de reunir firmas para llevar a su partido a la legalidad y con eso estar en condiciones de postular a un cargo de representación popular. Muchos han levantado su voz para castigar la dirección de este partido y su dirigencia, pero lo que no se entiende a cabalidad es qué se critica.

Si lo que se critica es su participación en procesos eleccionarios, estamos frente a una amnesia política, dado que el MIR (en todas sus formas y orgánicas) ha participado en elecciones en la Universidad de Chile, en la CUT, en el Colegio de Profesores, en alianza con otros partidos para alcanzar representación municipal. No es cuestión de “elecciones”, si no de confiabilidades y presencia.

Si lo que se critica es ocupar el espacio legal e institucional para abrir un espacio de participación nacional, aclaremos que no sería primera vez que el MIR lo hace. Ya tomó posiciones en los setenta al apoyar a candidatos de la Unidad Popular (incluido Carlos Altamirano y Guillermo Garretón).
Si lo que se critica es una supuesta “traición al pueblo”, debemos comenzar por reconocer que ese pueblo que tanto se manosea conoce poco a los revolucionarios que convocan a un levantamiento sin siquiera reconocer que es preciso “ser” del pueblo y no su vocero sin siquiera conocer el hambre. El MIR ha mostrado solvencia en cada etapa que le ha tocado enfrentar, entonces los “revolucionarios de la revuelta”, así como los burócratas que le gobernaron, pierden el tiempo.

La lógica de la revuelta, lejos de la insurrección, es la lógica de la “barra brava”, donde las convocatorias y aciertos no perduran más allá de la coyuntura, donde los prestigios se miden por subjetivas respuestas al sistema de control e integración. ¿Qué fue de los movimientos estudiantiles por una educación gratuita y de “calidad”?

Si lo que se critica es su “legalización”, no olvidemos que ya lo intentó el Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez, el Partido Comunista Acción Proletaria y el Partido Igualdad entre otros que no alcanzaron el número de firmas y nadie levantó la mano para desenmascararlos como “reformistas y traidores”. El actual MIR tiene también sus intentos y en tanto resultan ser los únicos que le mantienen, están en su derecho ganado.

En el devenir de siglos de negociar, matar y dominar, el ser humano resume su actividad política desde dos sujetos. Primero, la política venida de pequeños representantes, de minúsculos grupos de poder, de gestores de hechos pocas veces explicable y segundo aquella política que explota sin explicación propia, sin discurso previo ya que proviene del sentir más humano, del calor más estremecedor y el hambre más penetrante. Son dos espontaneidades que intervienen, que desordenan, pero que no siempre coinciden en el tiempo ni en el territorio.

La honestidad y la certeza política se miden desde la praxis consecuente a los requerimientos que ese pueblo impone como urgencia, así las revoluciones se hacen cuando se tiene hambre, no cuando se le ocurre a un par de militantes. En este contexto, pareciera que el MIR se resiste a desaparecer. Eso es una verdad del tamaño de un transatlántico. De otra forma no se explica la perseverancia política de mostrar presencia y desplegar una suerte de táctica que se condiga con una estrategia y que aún muestra gestos de flexibilidad política.

Entonces, lo que se critica con este esfuerzo por legalizar al MIR, es un nuevo entusiasmo político y forma de estar presente. Deberíamos, en honor a la verdad, saludar a quienes le impulsan y una gestión táctica que, hasta el día de hoy, no le hace mal a nadie. Muy por el contrario, se trata de un esfuerzo por mostrar la flexibilidad táctica, con todas las consecuencias que se quiera marcar, que otrora no mostró el MIR.

¡Cambiar la táctica en veinticuatro horas! Más para cambiar la táctica hay que empezar por tener una táctica, y si no existe una organización fuerte, iniciada en la lucha política en cualquier circunstancia y cualquier período, no se puede ni hablar de un plan de actividad sistemática, basado en principios firmes y aplicado rigurosamente, único plan que merece el nombre de táctica. (V. I. Lenin, 1971. Obras Escogidas. ¿Por dónde empezar?)

Siguiendo a V. I. Lenin, reconozcamos el salto de esta expresión del mirismo como un desafío que se autoimpone como partido popular, esto es, mostrar una táctica, un partido y cierta consecuencia a la hora de reconocer los errores. Este paso dado, como ya lo dije, no es el primero ni el último.

Si usted no les cree eso de ser revolucionarios, dejémoslos demostrar “la línea correcta”. En lo inmediato, confío de la consecuencia de los compañeros del MIR y en ellos está demostrar la certeza o no de tan osada decisión. Somos tan pocos tratando de convencer a millones, tratando de convencer a muchas orgánicas, tratando transformar un planeta que solo pretende ser feliz.
Santiago, febrero de 2016