LA ECONOMÍA GLOBAL EN “DESACELERACIÓN SINCRONIZADA”

El Fondo Monetario Internacional en el informe entregado previamente a su asamblea semestral sobre la evolución de la economía global volvió a disminuir su estimación de crecimiento para el año en 0,2 puntos porcentuales, como ya lo había hecho en enero durante la actualización de su Panorama Económico Mundial dado a conocer para su anterior asamblea, llevándolo a 3,3%. Constatando que el 70% de las economías del planeta se encuentran en un proceso de desaceleración. Definiendo el momento, en palabras de su economista jefe, Gita Gopinath, como “delicado para la economía global”, añadiendo que “una recesión global no está en nuestros cálculos actuales”.

Gita Gopinath explica la reducción en los niveles de crecimiento por la “escalada de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, la necesaria restricción del crédito en China, las tensiones macroeconómicas en Argentina y Turquía, los trastornos de la industria automotriz en Alemania y la contracción de las condiciones financieras ocurridas en paralelo a la normalización de la política monetaria de los países avanzados” (10/04/19). En el curso del primer trimestre tanto la Reserva Federal de EE. UU. como el Banco Central Europeo abandonaron estas políticas de normalización.

El proceso de desaceleración se vive más intensamente en las economías avanzadas, cuya evolución la redujo en promedio, con relación a la efectuada en enero, de 2,2% a 1,8%, particularmente aguda en la eurozona, con rebajas muy acentuadas en Alemania, la mayor economía de la región, de 1,5% a 0,8% y en Italia de 0,9% a 0,1%. En cambio, las economías denominadas como emergentes y en desarrollo disminuyen su crecimiento promedio de 4,5% a 4,4%, con la excepción de India, que aumenta de 7,1% a 7,3%, y descendiendo China a un todavía elevado 6,3%, gracias al conjunto de medidas anticíclicas desplegadas. El promedio de las economías emergentes de Asia solo lo disminuye de 6,4% a 6,3%.

En cambio, calificó el cuadro de América Latina de “precario”, previendo que la desaceleración vivida en el segundo semestre de 2018, que también se manifestó en Chile, continuará en el futuro próximo. Para el conjunto de América Latina y el Caribe cuyo producto aumentó en el ejercicio pasado 1,0%, estimando el de 2019 en 1,4%, seis décimas, porcentuales menos de la proyección efectuada en enero. El descenso lo analizó deteniéndose en el proceso de las mayores economías de la región. Para Brasil proyectó un incremento cuatro décimas porcentuales menor de la estimación efectuada en enero, siendo en México cuatro décimas inferiores. En el primer caso, según la economista jefe del FMI, “por la postergación de las reformas estructurales” y en el segundo “por una política monetaria menos expansiva (en realidad la tasa de interés es contractiva) y la incertidumbre política”.
El Fondo Monetario impulsor del duro plan económico aplicado por el gobierno de Macri en la economía argentina, con un ajuste fiscal y una contracción monetaria gigantesca, consideró en su documento “la aplicación del plan de estabilización” como “crucial para elevar la confianza de las inversiones y restaurar el crecimiento sostenido (…)”. Christine Lagarde, su directora gerente, incluso entró al debate presidencial trasandino al señalar en la sesión inaugural de la asamblea que “actúa empezando a verse que el programa realmente funciona” y que Argentina está en un punto en que se encuentra saliendo del fondo. Sin embargo, esta política es responsable de la larga y profunda recesión trasandina, con un costo social elevadísimo. En 2018, la caída fue de 2,5%, proyectando que en 2019 será de 1,2%. La estimación de inflación anual el informe la cifró en 30,5%, la sexta más elevada a nivel global. La devaluación del peso argentino, lo cual condujo que a las filiales de empresas estadounidenses se les obligase por las autoridades de su país a llevar las contabilidades en dólares, y los anuncios de nuevos aumentos en las tarifas de gas, transporte y combustibles, actúan en esa dirección.

Un segundo país que solicitó financiamiento del FMI, Ecuador, también experimentará una caída en sus niveles de actividad económica, estimada durante 2019 en 0,5%, para crecer en 2020 solo 0,2%. Oxford Economics comentó que el agresivo programa de consolidación fiscal impuesta a Ecuador hace “probable una breve recesión”.

Gita Gopinath advirtió de riesgos para los países dependientes de sus exportaciones, característica muy presente en numerosas economías de América del Sur, por las incertidumbres globales existentes, mencionando las guerras comerciales y la posibilidad vigente hasta el momento del informe que el Reino Unido se retirase de la Unión Europea sin acuerdo. “(…) si cualquiera de los grandes riesgos se materializa –llamó la atención-, el crecimiento de las economías que están en un pie más frágil o las que dependen de las exportaciones podría descarrilarse”.

Por su parte la actualización efectuada por los expertos de Financial Times y la Brookings Institution concluyó que la economía global se encuentra en una fase de “desaceleración sincronizada”. La conclusión se apoya en los índices económicos del último semestre de EE. UU., Europa y China. Los indicadores principales, reveló el estudio, se deterioraron significativamente a fines de 2018, llegando a sus niveles más reducidos tanto en las economías avanzadas como en las emergentes. Entre las cifras negativas que la actualización destacó esta la recesión italiana, que Alemania la evitó por poco, y que la economía estadounidense perdió fuerza dado que se desvanecen los efectos positivos en la actividad del recorte impositiva. La economía china ha reaccionado gracias a las medidas anticíclicas adoptadas. India constituye una excepción debido a las medidas de estímulo fiscal y monetarias adoptadas antes de las elecciones de fines del mes de abril. “Las tensiones comerciales y la incertidumbre que han generado –advierte Prasad- probablemente tengan un impacto duradero en la economía mundial. Esta incertidumbre –añadió- está socavando la confianza de las empresas y deprimiendo la inversión privada, lo cual tiene implicaciones para el crecimiento de la productividad a más largo plazo”.
Uno de los temas abordados por el FMI en los informes previos a su asamblea semestral fue la evolución del mercado inmobiliario global, tomando como base la información de lo acontecido en una treintena de grandes ciudades, entre las cuales están Nueva York, Berlín, Londres, París, Madrid, Ciudad de México y Sao Paulo, centrando la atención en que los precios de las viviendas experimentaron en los últimos años un rápido aumento expresando su preocupación por que ellos puedan caer bruscamente. Subrayó que en el último lustro sus precios aumentaron fuertemente en forma simultánea. El peligro lo visualiza si la sincronización registrada se invierte a un proceso negativo, especialmente al ir acompañado de un endeudamiento elevado. Se produce en esos casos un vínculo muy profundo entre los montos de los precios de las viviendas y el de los créditos proporcionados por las instituciones financieras.

Esa fue la combinación que se produjo en 2007, transformándose en un factor importante de la crisis estadounidense y global. Si el proceso se revierte, subraya el informe del Fondo, “el desplome de precios va seguida de un derrumbe del crédito y del crecimiento económico. Dos de cada tres crisis bancarias de las últimas décadas -recuerda- se vieron precedidas por el estallido de una burbuja inmobiliaria”. La evolución de las burbujas es conocida. Durante su proceso de formación se constituye en un factor de crecimiento económico, al darse el proceso de crecimiento en la riqueza, como consecuencia de las ganancias producidas al aumentar los precios, más aún si ello se produce aceleradamente. Dándose el fenómeno inverso en la fase descendente. “Los datos más recientes –anota el informe- tienden a partir de un incremento en los riesgos a la baja para los precios de la vivienda dentro de los próximos uno a tres años en algunos países”. Un endurecimiento de las condiciones financieras puede ser un factor impulsar de este proceso. En muchos países, colocando el ejemplo de EE. UU. y Europa, las viviendas son un componente económico importante, constituyendo un porcentaje significativo de los activos bancarios. De allí que los estallidos de la burbuja inmobiliarias conducen frecuentemente a crisis bancarias.

En Chile, el incremento de los precios de las viviendas influyó en fenómenos nuevo. Uno de ellos fue el de edificios denominados multifamily, que en el año 2018 tuvieron un elevado crecimiento, particularmente en la Región Metropolitana. Cifras proporcionadas por la consultora CBRE revelan que en dicho año estas unidades crecieron en un 34%, totalizando en la Región Metropolitana 6.464 departamentos. Por lo general, el edificio es propiedad de un fondo de inversión, quien también lo administra. Muchos de ellos proyectan, de acuerdo con el anuario inmobiliario de CBRE y la Asociación Chilena Administradora de Fondos de Inversión (Acafi), nuevas construcciones en 2019. Por este motivo han ingresado grandes empresas transnacionales de renta inmobiliaria, como Greystar, que llegó al país el año 2017, contando ya con dos edificios y proyectando nuevas iniciativas. El nivel de ocupación en estos inmuebles era al finalizar 2018 de 96,3%, manteniéndose siempre desde sus inicios sobre el 90%. A la fecha no existe una normativa específica que los regule.

El Banco Mundial, que efectúa su reunión semestral paralelamente a la del FMI, entregó un informe titulado “¿Cómo afecta el ciclo económico a los indicadores sociales en América Latina y el Caribe? Cuando los sueños enfrentan la realidad”. Su mensaje fue que en “tiempos desafiantes” para la economía regional resulta indispensable que los gobiernos impulsen planes de protección social que reduzcan los efectos negativos de la desaceleración, poniendo especial preocupación a la lucha contra la pobreza. “Las expectativas iniciales de crecimiento en 2018 -señaló el documento- no se cumplieron y las proyecciones para 2019 se han deteriorado. La región –agregó- creció 0,7% en 2018. Las principales razones de este débil crecimiento fueron “una contracción de 2,5% en Argentina, la lenta recuperación de Brasil luego de la recesión de 2015 y 2016, el crecimiento anémico de México debido a la incertidumbre política y el colapso de la economía venezolana”.

Agregando que “el escaso crecimiento económico está teniendo un impacto predecible en los indicadores sociales”. Desde luego el caso más dramático es el de Venezuela. Cifrando que sin considerar a Venezuela el proceso más agudo se vivió en Brasil donde se “experimentó un aumento de la pobreza monetaria de aproximadamente tres puntos entre 2014 y 2017”, destacando que el país constituye un tercio de la población regional. Debe agregarse, nos parece, que en 2018 y lo transcurrido de 2019, características particularmente agudas, con un elevado aumento de los índices de pobreza, se viven en Argentina. “Lamentablemente, las perspectivas de crecimiento para este año –constató el BM- no muestran una mejoría sustancial con respecto a 2018. Esto es consecuencia del crecimiento débil y negativo de las tres economías más grandes de la región y del colapso total en Venezuela (…)”. El crecimiento será promedio solo de 0,7% y sin considerar a Venezuela de 1,9%.

“Los programas sociales que ayudan, a absorber el impacto de las crisis económicas son comunes en los países desarrollados –subrayó Carlos Végh, economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe- pero, no están lo suficientemente extendido en esta parte del mundo. Esta es –añadió- una agenda social pendiente en la región para asegurar que aquellos que recientemente escaparon de la pobreza no den ningún paso atrás”.

El documento destacó que los gobiernos de izquierda, que dominaron la política regional en un pasado reciente, pusieron en ejecución programas que lograron reducir el impacto de la crisis. Poniendo como ejemplo más destacado el programa Bolsa Familia en Brasil, puesto en ejecución durante el gobierno de Lula da Silva. “En tiempos desafiantes para la economía –destacó Axel van Trotsenburg, vicepresidente del BM para la región- es más importante que nunca que los países hagan las reformas necesarias para impulsar un crecimiento sostenible e inclusivo. No podemos dar por sentado –subrayó- los logros recientes en la reducción de la pobreza (…)”. Se debe, concluyó, “controlar de alguna forma los efectos cíclicos sobre la pobreza antes de celebrar cualquier logro como permanente”.

Por su parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) dio a conocer un estudio titulado “Bajo presión: la reducción de la clase media” constatando que ella, experimenta un deterioro en su condición de vida al estancarse o declinar en los 36 países más desarrollados del mundo. El organismo define como “clase media”, la cual en un importante porcentaje son trabajadores, a la constituida por aquellos cuyos ingresos se encuentran entre el 75% y el 200% de la renta mediana nacional. Se trata, por tanto, de una definición en función de los niveles de ingresos y nada tiene que ver con la situación o papel de las clases sociales. De acuerdo con el informe este grupo de la población se contrajo en las últimas tres décadas de 64% a 61%. En 1980 la renta conjunta de este sector cuadruplicaba a la de los más ricos, actualmente representa menos de tres veces. Gabriela Ramos, directora de la OCDE, anota en la introducción del estudio que el 10% de las rentas superiores acumulan cerca del 50% de la riqueza, mientras que el 40% de las inferiores percibe únicamente el 3% . La desigualdad se acentuó.

El informe cifra para Chile su “clase media” en un 47% de la población, con una remuneración entre $587.274 y $1.566.066, para un ingreso nacional cuya mediana es de $783.333, porcentaje inferior al promedio dado para la OCDE. El sector de ingresos altos lo establece en un 19%, el de ingresos bajos en 17% y el en situación de pobreza también en 17%, utilizando datos del año 2016, que dejó constancia eran los últimos disponibles. El ingreso alto lo conforman quienes se encuentran un 200% sobre la mediana, el bajo entre 50% y 75% de la mediana y los pobres por debajo del 50%.

Hugo Fazio