LA CABEZA ES NUESTRO PEOR ENEMIGO

Por Cristian Cottet

Gloria al Pulento

A veces escucho un lejano llanto, un espacio de cielo, afino el oído y el llanto también se afina se acerca mucho más que otros días, veo un espejo veo dos manos buscando entre cadáveres y todo lo que tengo es un sombrero de fieltro, algo parecido a los que emplean los monjes, dado que el monje con una mano sostiene el licor saliendo de una catacumba y con la otra se rasca la nuca, ese mismo santo nos dice que autorizamos esta oración esta mañana en paz, para salvar lo que queda de aire, así siento lo que veo como misteriosas sopladas que autorizan con tu boca porque aquí descansa el Rey de reyes, el Rey de la Gloria Sagrada. Poco a poco la plaza se llena de humanos con sus brazos al cielo y se escucha que Lázaro es un monje que conoció parte del siglo IX en Constantinopla, pero se dice que Teófilo lo encarceló y el emperador le obliga dejar de pintar.

En esa misma Plaza hay veces que veo a mi padre controlando los boletos del tren que hacía desde la Estación Puente Alto hasta Estación Plaza Italia. Un libro, escriba un libro, dicta el emperador mirando el horizonte de sus tierras. Un libro para soñar por las noches y dejar correr los adversarios, un libro, escriba un libro, es una buena razón para seguir viviendo y así soñar escondido en la maleza, escriba un libro solamente por el goce y leer que estamos en este momento escribiendo, así escribo un libro, créame, será su infinito recuerdo.

Gloria al Pulento

En la Plaza de Armas de la comuna de Puente Alto no hay agua solo un par de policías se escabullan, observo el seco suelo, estoy seco sin agua, recuerdo que esa plaza se caracterizaba por tener una pila, una enorme pila y un par de pingüinos, si, un par de pingüinos que alimentaban un negocio local. ¿Después del agua solo queda la tierra? Sentado en un banco de plaza se detienen tres camionetas cargadas de instrumentos musicales, ocho personas se afanan en la instalación de la banda, jóvenes animosos, pacífico se mueve la copa de los árboles que observan sentados en un ataúd mientras se acercan los borrachos como si existiera el que parte como si existiera un futuro o una pintura suave lento como si no existiera más allá de un beso.

Gloria al Pulento

Escribe un libro le dijo al emperador a los que esperaban que guiara sus vidas, escribe un libro sin fotos, un libro sin nombre, un libro de aventuras, de guerras, traiciones y bellas mujeres que recuerdan los sueños, un libro de dolores traicioneras y saludos, después de todo quedará el eco de tu voz lejana y soñolienta.

Cerrando el Libro del Tao puedo respirar y escribir otro libro, un libro gigante que se escriba solo, con solo mirarlo, con la respiración con líneas y en versos, todo lo que se es un trozo de pan, después de todo lo conversado, un poema es lo más discreto, es también escrito por mi mano y así hasta llegar donde escondimos las voces de otras noches, después de cantar se llora hasta la sombra, Dios quiera que este minuto perdure y el más pequeño error en estos días de una guerra hace falta un canto, un bolero, un poema descubierto en una página de la guerra.

Gloria al Pulento

Cuando el músico canta y el cantante escribe ambos lloran y dejan un poco de sus vidas en las palabras que les cubre, cuando se puede el que canta escribe y un niño sonríe… así es el poema y el destino es corto y amplio, ¿el pueblo? ¿dónde está el pueblo y el guerrillero y los sacrificios y ese libro que escribirás, mañana será un circo de puños, de actores que se despliegan por las calles y por las alcantarillas de la ciudad?

Todas las noches llega vestida desnuda con sus historias que tomó del libro que escribió, historias de campos de concentración y musculosos hombres que se visten de mujer, así vamos en esta marcha entre obesos que se alimentan en un restaurante donde los cuerpos se deslizan de noche tratando negociar la mercancía.

Gloria al Pulento

En el presidio de Quillota, con sus alas semienterradas en la espalda lloraba, el ángel lloraba por los poros ensangrentados, con la seguridad de eternidad y arrodillado lloraba, el ángel gemía su destierro, Chamullo era su nombre, era ladrón avezado en hacerse de lo ajeno, lo conocí en el penal de San Felipe y luego nos encontramos en el de Quillota, era afable y asumido en lo único que sabía hacer… robar, robaba de noche y bailaba de día mientras preparábamos una choca en un tarro de café, su mejor performance era bailar sobre las carretas, que es un cajón donde los reos preparan y consumen los alimentos del día, donde la espada que se afila sin cerrar no puede conservar más tiempo su filo.

Gloria al Pulento

Pasaron algunos años y regresando desde la casa de mis hijos mayores me encontré con el Chamullo en el bus, reconozco que fue una gran alegría verlo y saber que no tenía problemas para alimentar sus hijos, recordamos la carreta y los presidios que nos reunió, le pregunté en qué se ganaba la vida, en lo mismo compañero, me dijo, nos despedimos y yo le regalé un libro de mi autoría y él me regaló un juego de servicios para cenar, intenté rechazarlo porque se veía que era caro su regalo… no se preocupe compañero, insistió, yo sabía que era el producto de alguna casa de millonarios, hoy yo bordeando los sesenta años le recuerdo cada vez que tenemos algún festejo y derramo un lagrimón por ese trabajador del pueblo.

La vida eterna es una mentira.