INSTRUCCIONES PARA SUBIR AL TREN METROPOLITANO EN LA MAÑANA

Por Cristian Cottet

Antes de todo, sepa usted que no es un ser humano protegido por ser el nivel más alto de la evolución, tampoco es un bulto de cosas inservibles o de artículos de sumo cuidado, usted no carga con un revolver que pueda permitirle abrirse paso, tampoco es un sujeto de derecho, no hay abogados instalados en cada puerta de los carros, simplemente usted solo requiere trasladarse algunos kilómetros para cumplir con las obligaciones que esta sociedad le impone, aclaremos que ese punto puede ser su lugar de trabajo, espacio que por lo demás detesta con todas sus fuerzas, pero le esperan un par de chicuelos o una madre enferma o una deuda de casa comercial y debe, entiéndase, debe cumplir con un horario y en este mismísimo segundo comienzan a abrirse las puertas del carro 1845, todo esto usted lo sabe, es su rutina, es el sublime momento donde demuestra la teoría que ha creado para lograr instalar la punta de su pie en la zona donde corren las puertas y con esto ¡ya está en el carro! usted confía, usted sabe lo que en momentos como este debe hacerse, pero… ¡nooo! frente a usted se encuentra una dama mirándolo con cara-de-te-voy-a-matar, una dama cincuentona, con un peso de unos 90 kilos y con una cartera que debe aportar otros diez kilos, pero esto usted ya lo tiene considerado en su plan y no es momento para debilidades, entonces, en un giro que pocos logran captar, usted gira en 180 grados quedando de espalda a la señora y protegido de todo malentendido, ya ahí comienza a empujar con sus nalgas a la dama para luego subir su brazo (cualquiera, no se preocupe de minucias en un momento tan transcendente) y afirmarse de la parte superior de la puerta, ahí podemos decir que materialmente usted ha logrado introducir el diez por ciento de su humanidad, pero en verdad subjetivamente ha logrado el cincuenta por ciento de su objetivo, la dama está adosada a su espalda y usted tiene sus dos manos en la parte superior de la puerta, nada, entiéndalo, nada ni nadie lo saca de ahí, usted es un soldado de otra galaxia, lo ha logrado, como todos los días… cierto, pero queda la otra mitad de su cuerpo subjetivo y el noventa del material, aquí es donde viene lo que más me gusta de esta operación y a usted mucho más, entonces inspira como si fuera a saltar del Titanic, toma aire y en un acto de supra exigencia e inteligencia empuja a la dama un poquito con sus nalgas, solo un poquito, “disculpe”, le dice sin poder mirarla a los ojos, mientras la puerta comienza su cierre y usted todavía tiene afuera parte de la cara y la punta de sus pies, entonces ahora sí que se yergue, corre los pies y ¡zas! estamos adentro del carro, con la cara pegada a las puertas, mirando de reojo la oscuridad del túnel, aplastado por la señora antes citada y el vidrio de la puerta, pero con la satisfacción de haber cumplido la meta, tenga la seguridad que sus hijos y tres generaciones le recordaran por este acto donde la ingeniería y la plasticidad han hecho lo suyo.

De ahí en adelante, sobre todo en cada parada del tren, deberá mantener una inteligente rigidez mezclada con una sabia plasticidad que permite mantenerse dentro del carro sin que lo empujen hacia el centro del carro y que es donde los roces y miradas pueden interpretarse de muchas formas, cierto, en ese lugar no puede pegarse una pestañadita, pero no todo se puede en la vida amigo, no todo se puede.